Cacería Implacable (Hodejegerne, Noruega/Alemania 2011)
Dirección: Morten Tyldum. Guión: Lars Gumestad, Ulf Ryberg basado en la novela de Jo Nesbø. Producción: Marianne Gray, Asle Vatn. Elenco: Aksel Hennie, Nikolaj Coster-Waldau, Synnøve Macody Lund, Eivind Sander, Julie R. Ølgaard. Distribuidora: Impacto. Duración: 100 Minutos.
Para atrapar al ladrón
Roger no es exactamente “el hombre equivocado”, pero podría haber
sido perfectamente un personaje hitchcoiano: ladrón bon vivant con doble
cara (por un lado ejecutivo de una empresa, por otro, traficante de
pinturas), está casado, sin hijos (dato no menor) y tiene una amante.
Vive en una mansión que su sueldo no le alcanza para poder pagar, pero
le da todos los lujos a su bella mujer que lo supera por una cabeza de
altura. A pesar de que se trata de un criminal, sentimos simpatía por
este pequeño burgués que se cree más inteligente que el resto de los
personajes, hasta que aparece Clas Greve, su opuesto alemán. Roger es
intelecto puro. Clas es fuerza bruta. Cuando Roger cree poder engañarlo y
robarle una pintura original al mismo tiempo que lo evalúa para entrar
en su empresa, se ve envuelto en una conspiración donde Clas desea
borrarlo del mapa, y por lo tanto lo termina persiguiendo por campo y
ciudad, lo cual provoca que el personaje esté yendo de un lado para otro
como Cary Grant en Intriga Internacional.
A simple vista, se podría analizar que el juego del gato y el
ratón está un poco agotado en el cine. Sin embargo, hace tanto que no se
ve un ejemplo tan genuino y respetuoso de este tipo de argumentos, que
la ausencia de otros exponentes convierten a esta producción noruega en
una propuesta por demás atractiva.
En primer lugar porque cuenta con un guión redondo, sin fisuras en
donde prácticamente no quedan cabos sueltos. Segundo por el carisma y
simpatía del protagonista (interpretado maravillosamente por Aksei
Hennie, un tour de force físico, un clon de Christopher Walken joven con
un cierto aire de Tobin Bell y Steve Buscemi). Se trata de un ladrón de
guante blanco similar al Steve Mc Queen de Thomas Crown o al Grant (nuevamente) de Para Atrapar al Ladrón. Tercero, el ritmo continuo y las vueltas de tuerca, muchas veces sorprendentes.
Morten Tyldum se guarda varias cartas bajo la manga, y a pesar de
proponer un relato bastante clásico, convencional visual y
cinematográficamente hablando, también desarrolla escenas netamente
bizarras, trash que le aportan una cuota de humor efectivo e ingenioso.
Además de que se trata de una narración solvente con interpretaciones
creíbles (hay situaciones bastante inverosímiles, pero pasan
inadvertidas), vale destacar el acertado timing del director para
suministrar tensión y adrenalina a las escenas de persecuciones que no
tienen nada que envidiarle a las superproducciones de Hollywood.
Cacería Implacable es un film inteligente e ingenioso que le debe mucho a Hitchcock y al Spielberg de Minority Report,
que aprovecha el absurdo y ridículo para satirizar las batallas
corporativas, el espionaje industrial y la cultura pictórica. Una obra
de suspenso, que no le tiene miedo a las vísceras y las explosiones
sangrientas, a llevar al protagonista humillarse y flagelarse
continuamente. Si bien el agregado de algunas escenas sentimentaloides
sobre el final impiden que el relato tenga el mismo nivel de ligereza, y
otras escenas se convierten en demasiado discursivas y explicativas,
todo es funcional para que no haya huecos narrativos.
La influencia del maestro del suspenso psicológico sigue presente hoy
en día, ya sea en la industria estadounidense o el prominente cine
comercial escandinavo.
Un film implacable
No es necesario que un buen thriller tenga una historia compleja
sumamente enredada, ni excéntricos personajes, para ser llamativa. La
cuestión esta en cómo manejar el suspenso, y para eso hay cuestiones
fundamentales como el montaje y, sobre todo, un buen guión, componentes
que Cacería Implacable, del noruego Morten Tyldum, expone con lucidez.
El film de Tyldum plantea una adrenalina constante que hace que el
suspenso esté por encima de la trama, la cual parece simple pero no lo
es. No importa demasiado el “verdadero” motivo por el que Clas (Nikolaj
Coster-Waldau) persigue a Roger (Aksel Hennie) o de qué la juega Diana
(SynnoveMacody Lund) -la esposa del segundo- en el triángulo amoroso. Lo
que importa es la frenética situación que se construye
cinematográficamente, que no da respiro y hace que la película sea
llevadera.
Tyldum nos propone un Macguffin a lo Alfred Hitchcock y un
entrecruzamiento de situaciones al mejor estilo Claude Chabrol y, a
pesar de no llegar a la profundidad de los films de ciertos pilares del
género, construye una historia sin demasiadas pretensiones que, por
sobre todas las cosas, funciona muy bien en todos sus apartados, y ahí
está la importancia del guión.
Cacería Implacable nos muestra situaciones, una persecución o
las mismísimas apariencias de sus personajes que en un momento parecen
ser “X” pero al rato pueden ser “Y”. Pero cada cambio u oposición entre
los ejes de la estructura narrativa se va concretando para generar un
hilo dramático impactante que, a medida que transcurren las acciones, no
va dejando nada de lado y aclara todo de una manera armónica y
esencialmente verosímil, teniendo en cuenta el género en cuestión.
También resulta funcional al fin de la trama la edición de la
película. El noruego maneja muy bien el montaje paralelo y la transición
entre planos para expresar en imágenes toda la tensión que propone el
libreto.
Entre situaciones límite, pasión, supervivencia y engaño, Cacería Implacable
resulta una atractiva obra que Tyldum –a pesar de su juventud–
desarrolla muy bien, explotando algunos de los puntos más interesantes
del género para crear una obra que no da respiro.
Duro de matar
El cine escandinavo no
solo se caracteriza por generar producciones con profundo contenido psicológico
e introspectivo, o conmovedores dramas históricos, también nos ofrece
excelentes thrillers de acción e intriga con un guión ágil y entretenido que
mantiene la atención expectante del público en casi toda la duración del
metraje. Headhunters es el ejemplo
más apropiado, un film que desde los primeros minutos entra en un ritmo
vertiginoso que no afloja hasta las últimas escenas, conduciéndonos a una
excitante montaña rusa.
Con guiños al cine negro,
la historia se basa en un hombre llamado Roger (Aksel Hennie), con rasgos
egocéntricos, ambiciosos, manipuladores y una buena dosis de “cancherismo”; lo cual
construye un personaje bastante desagradable. Hablamos de un hombre de 1.68
metros, que trabaja de cazatalentos y está en pareja con una despampanante
femme fatal, alta y rubia con cierto parecido a María Sharápova. Su trabajo es
solo una pantalla, ya que su fortuna la obtuvo robando obras de arte y
vendiéndolas en el mercado negro.
Cuando su mujer le
presenta a un holandés, interpretado por Nikolaj Coster-Waldau (aquel villano
de la famosa serie Game of Thrones),
Roger se entera que este hombre esconde en su casa una valiosa pintura
original, desaparecida por décadas. Luego de que el protagonista idea un plan
para apropiarse del cuadro, la historia da un giro de 180 grados y entramos en un
torrente adrenalínico que nos deja sin respiro hasta el final. Escenas de
máxima acción, algunas repulsivas y desesperantes, hacen que finalmente se
comience a sentir empatía por este tipo que al principio causaba tanto rechazo (Roger
recurre a varias situaciones extremas para salvar su vida). La habilidad
narrativa del director noruego pasa por presentarnos muchas situaciones que
parecen previsibles pero luego dar vuelcos inesperados y -de esta manera- lo
que se acercaba a un cliché termina siendo un factor sorpresa en la historia.
Ganadora de varios
premios internacionales, nominada a Mejor Película Extranjera en los premios
BAFTA (Oscar británicos) y a Mejor Película Europea por el público en los
premios del cine europeo, la presencia de Headhunters
ofrece una imperdible oportunidad para ver un grandioso thriller en versión
original antes que a Hollywood se le ocurra hacer una remake, la cual
seguramente será de menor calidad.
Por Emiliano Román