Cobertura exclusiva
desde NY por Carla Cuesta
El capitán de buque Marco Silvestri (Vincent
Lindon) debe abandonar su trabajo y volver a París de urgencia. Su hermana
Sandra (Julie Bataille) se encuentra en una situación desesperada: su marido se
acaba de suicidar, la empresa familiar está en bancarrota, y su única hija está
desaparecida. En su reencuentro con Marco, Sandra acusa de sus males al
empresario Edouard Laporte (Michel Subor). Entonces, Marco alquila un
departamento en el edificio donde el empresario aloja a su amante, Raphaëlle (Chiara
Mastroianni), y al pequeño hijo de ambos (Yann-Antoine Bizette).
Lo que sigue es el camino que hace el
protagonista para desentrañar la situación en la que se encuentra su familia,
con las complicaciones que surgen a través del involucramiento emocional de
Marco con Raphaëlle, y de cierta información que le ocultara Sandra.
La trama avanza de manera implacable hacia lo
que sólo puede terminar en tragedia. Narrada de manera no lineal, el espectador
va descubriendo lo que ocurre a la vez que el protagonista, y comparte su
sorpresa, frustración e impotencia frente a circunstancias que terminan siendo
mucho más grandes de lo que hubiéramos podido anticipar. En lo que resulta una
auténtica caja de pandora, se revelan la vergüenza, la incapacidad para detener
los problemas a tiempo, el dinero como herramienta de dominación, el sexo en
relación con el poder, la explotación sexual, e incluso se implica muy
brevemente la pedofilia. De un modo comparable a la tragedia griega, el momento
de descubrimiento de la verdad es atroz.
La historia nos presenta personajes
extremadamente complejos, magistralmente interpretados por los actores. Llenos
de contradicciones y secretos, conocerlos nos deja tan perplejos y anonadados
como a Marco.
Filmando en formato digital por primera vez
en su colaboración con Denis, la fotografía de Agnès Godard contribuye al tono
oscuro de la narración: alterna magistralmente las tomas poco iluminadas con
otras que dan una falsa sensación de normalidad; en la escena final, usa
ciertos ángulos inusuales para aumentar el efecto de pesadilla.
La película de Claire Denis muestra la cara
más oscura de la naturaleza humana, sin disculpas ni concesiones. Es muy
violenta, no tanto por lo gráfico de ciertas imágenes, sino por lo que se deja
a la imaginación del espectador.