¿Es France una sátira sobre los medios de comunicación franceses o sobre Francia como país, tal y como sostiene la sinopsis de la película? Es difícil decirlo, más que una sátira es una farsa o algo así como un cuento de hadas satírico. France de Meurs (Lea Seydoux) vive, claramente, en un cuento de hadas: una presentadora estrella de la televisión, muy popular y a la que Macron le concede siempre la primera pregunta en sus ruedas de prensa. France hace reportajes en zonas de guerra, para su propia gloria antes que por la de periodismo y France (Competencia) no se corta en retratarla como una impostora. Pero en este retrato de Bruno Dumont no hay la acidez de otras de sus películas, estamos más bien ante una parodia de guante blanco que proporciona a Seydoux la oportunidad de lucir un traje distinto en cada escena (Seydoux vestida es una novedad en este Cannes). Pero es Dumont, claro, y la tragedia ensombrece la vida de France. Con todo, la vida sigue, también un festival que nos ofrece en su carta una película tan liviana como esta, que no molesta, por más que cueste entender sus más de dos horas de duración. Y como la vida, el festival también sigue en su Competencia con otra película que se mueve entre la intrascendencia y la honestidad, Haut et fort (Casablanca Beats), de Nabil Ayouch. Como su subtítulo o título internacional anuncia, la película nos sitúa en Casablanca, en este caso en un centro cultural en el que se imparte un taller de hip-hop; una especie de escuela de rap en la que la música sirve para unir a los jóvenes y proporcionarles un vehículo expresivo de denuncia, particularmente del fundamentalismo religioso. La música y los bailes tienen colorido y cierta fuerza, pero la modestia de la propia película la deja en un terreno de nadie: entre el musical hip-hopero y la película de iniciación, con un profesor que consigue despertar la vocación musical y reivindicativa de los jóvenes de un barrio popular. A ellos puede cambiarles la vida, será mucho más difícil que lo consiga con los espectadores.
Son películas como estas las que hacen difícil cualquier explicación sobre qué lleva a una película a la Competencia o a la secciones paralelas. Siempre hay demasiados intereses en juego, compromisos o la oportunidad de apoyar nuevos nombres o regiones poco representadas. Nabil Ayouch y Marruecos serían un ejemplo perfecto de una apuesta por un nuevo director y una región, el Magreb, poco representada habitualmente en la Competencia de Cannes, por más que muchas de estas películas acostumbran a ser coproducciones francesas que se benefician de su sistema de producción. Este año, sin embargo, la única producción latinoamericana en la Competición era Memoria, que difícilmente puede contar como “película latinoamericana”. En Un Certain Regard sí había dos películas mexicanas, las dos abordando el tema del narcotráfico y los secuestros de niñas y mujeres jóvenes. La civil, de Teodora Ana Mihai, carece de interés, con una trama a todas luces inverosímil y un tanto risible. Por el contrario, Noche de fuego, de Tatiana Huezo, es mejor que muchas de las películas de la Competencia, y con esto no pretendo cuestionar su presencia en UCR, una sección con mucha menor exposición, que protege mejor a este tipo de producciones tan modestas. La documentalista Tatiana Huezo se enfrenta aquí a su primera ficción, centrada en tres niñas que viven en una pequeña aldea de Jalisco que depende tanto de una explotación minera cercana como del cultivo de amapolas para los distintos cárteles del narcotráfico que se disputan la zona. Seguimos a Ana y a sus amigas a lo largo de dos periodos de su vida, cuando tienen más o menos diez y trece años, siempre con la amenaza latente de que algún día el narco las secuestre. Sus madres las protegen cortándoles el pelo y haciéndolas pasar por niños. No siempre consiguen burlar esta amenaza, como tampoco los maestros de la escuela logran una mínima estabilidad. Los juegos de las niñas o las escenas de la escuela nos remiten a El espíritu de la colmena, empezando por el propia nombre de la protagonista. He llegado a un momento en que veo la película de Erice por todas partes. En este caso fue un colega el que me sugirió también esa comparación. Me quedé más tranquilo, no estaba forzando la interpretación.
En la nueva sección Cannes Première, lleno de grandes nombres que por las razones que sea no tenían hueco en la Competencia, se presentaron las nuevas películas de Hong Sang-soo y Marco Bellocchio, lo que da una idea de una sección que podría rivalizar con muchos festivales de primer nivel. De nuevo, a Hong le condena su modestia y el ser tan prolífico. In Front of Your Face, su segunda producción de 2021, es una película que podría estar en la Competencia sin mayor problema. Es un Hong de primer nivel y muy característico, al mismo tiempo que una película con importantes pero sutiles novedades en su filmografía. Lo primero que llama la atención es su tratamiento del color, con unos tonos muy intensos y saturados, abandonando no solo el blanco y negro sino también los tonos claros y desnudos de sus últimas películas. Lo segundo es una trama que se desarrolla en solo 24 horas y en la que no se advierte ningún juego con la estructura temporal. Finalmente, durante buena parte del metraje escucharemos las reflexiones en off de su protagonista, Sangok (Lee Hye-young), que ha regresado a Corea desde Estados Unidos para visitar a su hermana, reflexiones de marcado cariz religioso. Con ella pasea antes de verse con un viejo amigo, un cineasta al que le confiesa un secreto que, aparentemente, no ha querido develarle a su hermana. Es ese secreto (que no vamos a descubrir) o la presencia de la voz en off lo que le confiere a In Front of Your Face su tono grave, casi testamentario, por más que la película acabe con las carcajadas de Sangok y un plano final de una belleza etérea, como si todo ese tratamiento del color culminase en una imagen que parece disolverse entre la penumbra del amanecer.
Marx puó aspettare es el documental de Bellocchio que aborda la figura de su hermano gemelo, Camillo, que se suicidó en 1968. Más que eso, se trata de una crónica familiar desde el nacimiento de los dos hermanos en 1939 hasta los años posteriores al suicidio de Camillo. En tanto película familiar, Bellocchio reúne y entrevista al resto de sus hermanos que aún sobreviven y rememora a Camillo, todo aquello que pudo haber conducido a su decisión y que el resto de su familia nunca llegó a comprender. El título alude a una frase de Camillo, quien, antes de cualquier militancia política, prefería saber algo más de la vida, de ahí lo de “Marx puede esperar”. La frase, como muchas otras circunstancias familiares, caso de la enfermedad mental de otro de sus hermanos, fueron nutriendo muchas de las películas de Bellocchio, cuyos fragmentos volvemos a ver, reinterpretando su filmografía a la luz de estos hechos que no solo marcaron su vida. A sus 81 años, Bellocchio no ha querido esperar a realizar este documental que, más que el propio Camillo, toda la familia parecía demandar.
© Jaime Pena, 2021 | @jj_pena
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