Con Bastardos sin gloria, lejana remake de Los Gloriosos Bastardos, de 1978 —cuyo director Enzo Castellari tiene un pequeño cameo en este nuevo film— y reciente perla de Quentin Tarantino, se indaga el carácter de una pandilla, como supo hacerlo, también, en Perros de la Calle, pero en esta oportunidad se rondará en el maniobrar de un grupo de judíos-americanos de la Resistencia francesa aniquilando nacionalsocialistas (¡Festín de la Feria de las Naciones!).
Tarantino, perpetuando su dogma innovador, se encargó de eliminar todo tipo de clichés y estereotipos (propios del cine de occidente) para hacer un film mucho más limpio que cualquier otro en este régimen. El maestro de la tensión ha generado un guión puro, con sentimientos, iras susceptibles al drama, y un increíble anhelo de venganza propiciado por un Brad Pitt nunca más lejos del Aquiles de Troya y nunca más cerca de Mickey, el gitano, de Snatch: Cerdos y Diamantes. Jamás vimos la guerra –y sus componentes- de forma “tan tarantinesca” (y eso, eso es un halago…).
Ojo, bigote: mantenerte vertical nunca fue tan difícil. Aquí, Adolfo Hitler (interpretado por un admirable e ignoto, para Hollywood, Martín Wuttke) se muestra “advertido” —es que asociar “temeroso” con Hitler es demasiado fuerte— de las andanzas del grupete de vengadores. El Führer de Tarantino es interpretado meritoriamente bajo un “soy-lo-que-soy-pero-luzco-especial-por-Quentin” y donde además, con este papel, el realizador se quitará las ganas de moldearlo a su gusto y piacere.
Hablada en francés y alemán (¿capricho estilístico o fiabilidad histórica?), Bastardos sin gloria cuenta con un argumento entretenidísimo, actuaciones a la altura de la producción (cast internacional comandado por Brad Pitt y Diane Kruger, segundeado por rendidores como Eli Roth y Mike Myers…) y cuya duración (153’), que a golpe de vista puede resultar exagerada, sin embargo, no lo es ni por poco, encaminan al film a ser uno de los mayúsculos estrenos del año. Acción de la buena que hará sentir al espectador tan débil como un caracol bajo una avalancha. ¿Sin gloria? Absolutamente todo lo contrario. El trabajo de los bastardos nunca termina…