Hoy estoy sacada, del bonete, recontra chapita. Loca como una polea. Todo me da bronca y no me banco a nadie. Me caen mal hasta los ositos de peluche, así que pelotudos, garcas, idiotas por acción u omisión, “posers”, “wannabes”, aspirantes a aristócratas, acomplejados disfrazados de iluminados y pseudoprincesas descaderadas, abstenerse de acercarse a mí, por lo menos, por unos cuantos días. Porque estoy que escupo fuego por la cantidad de pelotudeces que he tenido que bancarme a lo largo de mi vida y que, vaya a saber por qué, hoy me han comenzado a sacar de quicio todas juntas. Es como si la mente se me hubiera reseteado y, de golpe, recordara con lujo de detalles cada cosita o cosota molesta que, por alguna razón, toleré a lo largo de los años de los amigos, los familiares, los vecinos, los desconocidos, los amantes, los maridos, los políticos, los locutores de radio y los niños cantores de la lotería. Si tuviera un arma en mi casa, ay, ay, ay, Un Día de Furia quedaría reducido a un cuento de hadas.
Pero en fin, hay que remarla. A veces el hormonazo te pega duro y estás para salir al ring a boxearte hasta con Mohamed Alí. O, simplemente, te reconocés demasiado singular y hasta la lastimadura que tenés en el codo te parece un castigo de la providencia. Y, sin dejar de lado la opción más osada, por qué no conjeturar que descubriste la verdad de las cosas y la bronca que sentís, la furia, la rabia, el cinismo, la condescendencia y el arrebato, no son otra cosa más que la reacción lógica frente a esta.
Quién lo sabe, verdad…
Lo cierto es que hoy me costaba enfocarme en la columna, porque toda esta frustración y esta rabia, esta salvajada me estaba bullendo en la cabeza. Así que, en algún momento del día, decidí que tocaría un nervio, que escribiría sobre algo por lo que nos podamos agarrar de los pelos sin culpa, por lo que escupamos fuego, por lo que nos declaremos la guerra sin posibilidad de reconciliación alguna. Quiero que entablemos una batalla descomunal que nos permita arrancarnos los ojos de las órbitas, echar cojudas puteadas y maldecir a la familia existente y a la descendencia.
Si amigos, hoy vamos a hablar del Oscar al mejor actor protagónico…
Y sí, nos vamos a dividir entre esos dos bandos que hace rato que se quieren sacar la garganta. Dos bandos atroces, inefables, ardientes. Aguerridos en el odio y confiados en sus respectivas rabias. Como Montescos y Capuletos, como Hatfields y McCoys, hoy vamos a ser dos equipos: El Team Di Caprio y El Team Mcconaughey.
Hoy, mientras despotricaba contra el mundo cafeteando con mi hermana y una amiga, nos embarcamos en la discusión. Me llamó la atención que estábamos bastante de acuerdo y que, las tres estábamos en el mismo equipo. Es decir que, las primeras tres camisetas, serían perfectamente iguales.
Por supuesto, primero nos preguntamos a quién le pegaríamos una regia cepillada. En eso no coincidimos: eran dos DiCaprios (ellas) contra una McConaughey (yo).
_ ¿Así, flaco y dientudo como está?_ me preguntaron.
_ Especialmente flaco y dientudo como está_ fue mi categórica respuesta.
Pero a la hora de darle a alguno de los dos el Oscar, las tres fuimos especialmente entusiastas: el peladito dorado (si, lo dije) TIENE que ser, DEBE ser para Leonardo Di Caprio este año, por su insuperable actuación en El Lobo de Wall Street.
Ya tenemos tres votos a favor del rubio legendario con cabeza de confite. Pero, para que esta contienda sea bien ortodoxa, argumentemos ambos lados del caso.
Leonardo Di Caprio tiene la tierna edad de 39 añitos y ostenta una carrera digna de veterano de la gran pantalla. No hay película que haya hecho, que pueda considerarse categóricamente chota. Sí, ponele que tenga una o dos flojas por allá perdidas, pero la mayoría son rigurosamente aceptables, cuando no obras maestras. Leonardo ES el cine, porque es una ACTOR DE CINE nacido y criado. Y, además de todo eso, es una estrella. Pero vayamos a lo micro y hablemos puntualmente de su actuación en El Lobo… He leído infinidad de opiniones desacreditadoras y otra infinidad de alabanzas absolutas. Lo cierto es que, esta performance, recuerda un poco a lo que pasó con Pacino en Caracortada. La crítica no se ponía de acuerdo en si era una caricatura, o simplemente, la performance con más bolas de la historia. Y, justamente, fue la historia la que decidió que sería la segunda opción, la que el mundo elegiría como hecho irrefutable. Yo creo que el Jordan Belfort de Di Caprio, pasará al bronce con la misma contundencia que el Tony Montana de Al Pacino. Y, tal vez, el premio le sea negado, pero en eras y eras por venir, se lo reivindicará como a un clásico, como a una de esas composiciones dignas de emular hasta el fin de los tiempos. Y diciendo esto, meto zapucay y grito ¡viva Leonardo, carajo, mierda!
Matthew Mcconaughey tiene 44 años. Vaya a saber por qué, ya le dábamos 50, pero eso no viene al caso. Su carrera cinematográfica es más bien endeble y está plagada de comedias románticas que, en algunas muestras, dan ganas de pegarse un tiro en la boca. Fue en estos últimos tres años, que el tipo encontró una veta, su veta. Y, por supuesto, allí hay más oro del que podíamos imaginar. Él le achaca todo al hecho de no haber tenido oportunidades antes. Se definió a sí mismo en los Globos de Oro como un “underdog” de la industria. Pero, es mi humilde opinión, que el muchacho maduró recién por estos días y eso sin contar que todavía no perdió del todo ese maldito acento sureño, que hace que te den ganas de cagarlo a patadas. Pero también con él vayamos a lo micro y revisemos su performance en Dallas Buyers Club. Si uno se planta frente al guion de la película, sabe que el personaje de Ron Woodroof, es oscarisable desde el papel mismo en el que está impreso. Presenta un gran desafío físico, el arco dramático y de transformación emocional es terriblemente pronunciado, y la performance conlleva un reto tan completo, como clásico. Ahora bien, lo que me para de manos en contra de este muchacho, que está EXCELENTE en su composición, es exactamente eso. Es una típica performance de Oscar y eso me revienta sobremanera. Insisto, es FORMIDABLE, pero con las mismas letras, digo también que es PREDECIBLE. Convengamos que viene arrasando con cuanto premio andan repartiendo por estos días. Creo que el muchacho piensa que lo tiene en el bolsillo, sería cruel sacárselo a estas alturas. Pero, con la Academia nunca se sabe. Son como Racing, les sacan a los pobres giles que le depositan su confianza, el caramelo pelado y masticado de la boca. Y no hay grito pelado que valga, ni vieja a la que ir a llorarle. Así que vamos a ver, porque si bien hay algo dicho, ni por asomo es todo.
Dejando asentado esto, queda abierto el debate. ¡Arranquémonos la cabeza, comámonos el hígado, saquémonos los ojos! O, no… Total, en algún momento los voy a agarrar con la guardia baja y les voy a hacer tragar los dientes.