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CRÍTICAS - CINE

Nunca me Abandones, Según Emiliano Román

Una Pena Capital.

Casi sin querer, Nunca me Abandones, el tercer largometraje del Mark Romanek, termina siendo funcional a lo que supuestamente cuestiona en su hilo narrativo. La sensación es que se trata de una apuesta cinematográfica que busca focalizarse en condicionar respuestas sensibles en los espectadores, dejando de lado cierta profundidad narrativa que relata la manipulación que se puede llegar a hacer, en el nombre de la ciencia, sobre lo más espontáneo y humano del sujeto.

La idea es que la gente, se conmueva, llore por una historia de amor pero que tiene un trasfondo siniestro, como lo es, utilizar a los más débiles en pos de salvar y proteger a los más fuertes.

El film cuenta con unos cuantos aciertos. El primero y principal, es la obra original de la cual se hizo la adaptación, se trata de la novela del británico-japonés Kazuo Ishiguro. La historia es terriblemente perturbadora. Un grupo de huérfanos son utilizados para donar sus órganos y así permitir, entre otras cosas, la cura de males como el cáncer.

Al terminar el film, dan deseos de leer el libro, pero no precisamente por la buena adaptación cinematográfica, sino en lo contrario, quedan muchos cabos sueltos y una historia que podría ser absolutamente inquietante, queda reducida a un triángulo amoroso de almas en pena que van derechito al matadero.

El guión tiene serias debilidades. No se entiende como estos jóvenes, se someten a ser presos de este destino, sin la posibilidad subjetiva de fugarse, rebelarse o liberarse de tal condena, ya que en la realidad que se muestra, podrían hacerlo tranquilamente. Funcionan como una especie de naranjitas mecánicas, pero no sabemos nada de la manipulación psicológica que se ejerció sobre ellos, para producir sujetos tan pasivos, inhibidos y obedientes. A lo único que se apuesta es a cierta creatividad artística que pueden sacar a la luz.

La mayoría del film, se centra en un extenso flashback, según las memorias de la protagonista. Durante los primeros veinticinco minutos, presenciamos la vida de unos niños en un orfanato, cual producto de Cris Morena, versión británica, pero es en ese instante donde se devela la función de estos huérfanos para la sociedad y el giro narrativo anuncia un relato que promete ser bastante estremecedor, sensación que se diluye en la insistencia de la situación amorosa de estos tres jóvenes.

Otros de los aciertos tienen que ver con los trabajos interpretativos. Los tres protagonistas principales, son jóvenes actores que vienen haciendo ruido en la industria del cine: Carey Mulligan (Enseñanza de Vida), Andrew Grafield (Red Social), y Keira Knightley (Orgullo y Prejuicio; Expiación, Deseo y Pecado). En especial, Carey Mulligan, en su papel de Kathy, está impecable; brinda una actuación de gran nivel, los primeros planos que retratan sus expresiones faciales y miradas son absolutamente disfrutables.

Lo visual y estético, también es destacable. Romanek logra una gran ductilidad de planos que transmiten de maravillas el aire melancólico que se vive durante todo el metraje. Del mismo modo, el trabajo fotográfico y la banda sonora le aportan, notable belleza a la obra.

No obstante, se trata de una película que cuenta una historia que podría llegar a ser rica en sentido y en profundidad narrativa, pero pierde calidad al elegir tratar de impactar con bastante sensibilería a un público ávido de lágrimas y de amores adversos.

 

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