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CRÍTICAS - CINE

Todos Tenemos un Plan, según Nuria Silva

El Cuervo

Si Todos Tenemos un Plan tiene un gancho, es la presencia de Viggo Mortensen. Después de todo, habrá muchos espectadores más interesados en ver al actor estadounidense en una producción nacional, hablando “como nosotros”, que en la película en sí. Que en el film haya guiños al fanatismo del actor por San Lorenzo pone en evidencia cierto grado de cholulismo por su presencia. Esas realmente no son buenas ideas; la primera escena en la que se hace referencia a esto distrae de lo que está sucediendo en plano –en cierto grado importante para la trama- y termina convirtiendo una situación dramática en un gag cómico. Así también distrae la presencia de Mortensen en un film que, sin llegar a ser malo, tampoco termina siendo un gran thriller. Cumple, entretiene, tiene algunos huecos perdonables en el guión y se rescata, sobre todo, por un nivel bastante parejo de actuación y un villano impecable interpretado por Daniel Fanego.

La historia en sí no es muy original y gira en torno a la idea del doble, el bien y mal, y el remplazo de identidades. Viggo interpreta a dos hermanos gemelos separados por la vida y las diferencias personales: Agustín, un hombre estructurado, médico, que está atravesando una crisis personal y que vive en la ciudad junto a su mujer Claudia (Soledad Villamil); y Pedro, el de moral dudosa, que vive en el Delta de Tigre, en soledad, y lleva adelante actividades ilegales junto a su amigo y colega, Adrián (Daniel Fanego). Tal como lo indica el título de la película, todos los personajes tienen un plan en sus vidas y ninguno llega a buen puerto. La trama principal se desata cuando Agustín vuelve al Tigre, tomando la identidad de su hermano, desconociendo las circunstancias en las que Pedro se fue del lugar.

La película es bastante irregular; durante la primera parte logra captar la atención e interés del espectador pero, al llegar a la mitad, se vuelve algo lenta, recuperando su ritmo recién en el tramo final. Esto coincide con la presencia y ausencia de Fanego en pantalla, que se come la película con una interpretación impecable como el malo de la historia. Mortensen brinda actuaciones irregulares; como Agustín es peor actor que como Pedro. Sin embargo, su decir es creíble (no sucede lo mismo con Sofía Gala, que tiene un gran problema de dicción), algo que pensé que no iba a suceder.

Lo cierto es que, de las últimas producciones nacionales que intentaron llevar a cabo cine de género, Todos Tenemos un Plan es de los productos más acertados, aunque no aproveche al máximo las situaciones propuestas y deje otras no resueltas del todo. Ésta es la ópera prima de Ana Piterbarg, proyecto en el que estuvo trabajando durante los últimos diez años y que seguramente le dará un lugar importante dentro de los nuevos directores argentinos, aunque sea por la presencia de un actor reconocido a nivel internacional.

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