(Argentina, Austria, 2018)
Guion y dirección: Gastón Solnicki. Duración: 71 minutos.
Adiós al amigo
Hans Hurch fue director de la Viennale (Festival Internacional de Cine de Viena) entre 1997 y 2017, donde pudo imponer un criterio de selección de films a contramano de los festivales tradicionales. Buscaba directores cuya estética supusiera desafíos formales en lo narrativo. Entre estos supo estar Gaston Solnicki, quien estrenó su ópera prima Süden en la Viennale 2008, hecho que le permitió conocer a Hurch y construir una relación personal y estética que solo se discontinuó por la muerte de Hurch el año pasado. Quien conozca la experiencia de vivir un festival de cine sabe que en él se construyen relaciones y vínculos, porque el amor al cine es una fuerte plataforma para futuras relaciones de amistad. De eso también deja constancia este film.
Introduzione all’ oscuro es la historia de ese amor; de esa relación y su correspondiente duelo, desde un guion que funciona como una partitura de música (el título del film recrea el de la obra del compositor Salvatore Sciarrino, que por cierto aquí se escucha), libre y desordenada pero con una unión conceptual y emocional admirable.
Esa es la propuesta, entonces. Viena, cine y música amasados por la mano de Solnicki y el fantasma de Hurch. Cartas, videos y grabaciones son los objetos personales que usa el director para componer esta sesión espiritista de 72 minutos. Introduzione… es la deriva de un amor perdido y a su vez es la búsqueda de una estética para mostrar la muerte. No hay nada más enigmático y doloroso que ver los registros audiovisuales de una persona amada que ya no está. Continuar los ritos del desaparecido, por ende, es una forma de mantenerlo vivo. Robar tazas del café Engländer y platos de otros restaurantes donde era habitué Hurch implican un tierno y tragicómico homenaje que busca exorcizar la muerte del otro (y la propia también).
El film muestra añoranza frente a una era analógica extinta. Hans no tiene email sino que envía cartas que escribe a mano con su bolígrafo de tinta Pacific Blue. Esa nostalgia convive con el formato digital del film, lo cual no supone contradicción alguna. A la contrariedad el arte la reemplaza con yuxtaposición.
Un viejo cantante nos decía “cuando un amigo se va, queda un espacio vacío”. Ese horror al vacío es el que usa Solnicki para seguir viviendo, para seguir haciendo cine. Freud solía decir que la muerte es como el sol, no podemos mirarlo de frente; y tal vez el cine, en vez de enfrentarla, la integre y la modifique. En el mundo del cine el muerto es reconstruido desde los fragmentos, las partes que encontramos. Como el viejo Frankenstein, lo que revivimos ya es otra cosa… es cine.
© Luis Alberto Zas, 2019 | @zasito
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