Anna von Hausswolff nació en Suecia en 1986, es hija de Carl Michael von Hausswolff –un célebre compositor y artista plástico sueco– y acaba de lanzar Dead Magic, su cuarto disco de estudio.
En un pequeño repaso de su carrera vemos que hizo su debut discográfico en el 2010 con Songs from the Grave, una colección de canciones casi siempre al piano y en donde se notaba una cierta semejanza con Kate Bush (“Pills” por ejemplo). Después llegó Ceremony en el 2012 y un momento bisagra, descubrió el órgano eclesiástico y lo transformó en su instrumento principal. Su sonido cambió; se volvió más oscuro y épico, y lo notamos en algunos de los nombres de sus canciones: “Deathbed”, “Epitaph for Theodor”, “Epitaph for Daniel” (¡dos epitafios en un disco!) o “Funeral for my future children”. Profundizó este cambio en The Miraculous (2015), un disco conceptual sobre Källan, el libro de Walter Ljungquist que, según ella, le recordaba a un lugar al que iba de niña.
En medio de todo esto Anna se ganó algo de fama a partir de un escándalo. Posó para una revista con una remera de Burzum, un metalero noruego que asesinó al guitarrista Øystein Aarseth, quemó iglesias y recibió la condena más larga de la historia del país: 21 años de prisión, de los cuales cumplió once. La pobre justificación de Anna para lucir el nombre de semejante enemigo público fue que le gusta su arte.
Pero volvamos a la música y a Dead Magic. Desde la portada se anticipa un poco lo que se viene, entre el negro y el rojo sangre se puede ver la cara de una chica aparentemente muerta. Al mirar el tracklist nos parece estar viendo el de un disco de rock progresivo: apenas cinco canciones pero una de doce minutos y otra de dieciseis, y arranca con la de doce. “The truth, the glow, the fall” comienza lenta, con el órgano, la voz de Anna y extrañas intervenciones de la orquesta que nos sumergen en el clima que propone el álbum: sombrío, denso, crescendos que van y vienen, momentos ambient dignos de película de terror, la muerte rondando constantemente. Quizás “The mysterious vanishing of Elektra” sea lo más interesante del disco, suena con pesadez el folk nórdico oscuro mientras Anna demuestra la destreza de su voz; desde los glissandos exquisitos hasta los gritos desesperados que le imprimen dramatismo a la canción.
Hay un tema en el que solo se utiliza el órgano, ya que es el gran protagonista del disco. La gigantesca sonoridad en “The marble eye” nos evoca iglesias barrocas junto a los congelados paisajes boreales mientras escuchamos en von Hausswolff a una verdadera experta del órgano.
Para el final aparece “Kallans ateruppstandelse”, con una larga introducción y la aparición nuevamente de la orquesta que nos recuerda al delicado art pop de Julia Holter sobre todo en Loud City Song.
Con este disco Anna se consolida como uno de los nuevos talentos escandivanos, un territorio del que están llegando bastantes buenas noticias en los últimos años.
© Patricio Durán, 2018 | @moss_elixir
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.