Pequeños reductos de libertad y felicidad:
Subiendo una colina en las afueras de un pueblo minero en la Península de Kola, en el norte de Rusia, hay un asentamiento de garage. Hoy son los resabios de lo que otrora fue la opulencia del estado benefactor comunista de la ex-Unión Soviética. Detrás de sus portones puede encontrarse una fauna variopinta de personajes que los destina a usos de lo más impensados y extravagantes, menos que al original refugio para autos que alguna vez fueron.
En su opera prima Garage People (Garagenvolk, 2020) la realizadora nacida en Ucrania (pero residente en Alemania) Natalija Yefimkina visibiliza el fenómeno idiosincrático y muy común en Rusia de los asentamientos de garage, a la par que nos introduce en la vida de algunos de los personajes que los habitan. Se trata de un documental observacional que recorre la cotidianidad de esos hombres singulares, a partir de una narración que se sostiene desde lo visual y en los pequeños diálogos entre los integrantes de esa comunidad, y que sostiene su ritmo a partir del montaje intercalado de cada una de las historias.
En la coralidad de este elenco pintoresco y diverso, lo que une a sus miembros es que representan a los desclasados, los inadaptados, aquellos que han sido desplazados del mercado de trabajo formal en la mina, sea por motivos de edad, de enfermedad o por penas personales que no han podido superar y que intentan ahogar en el alcohol.
Así entramos en las vidas de Ilja K, que acumula en su garage viejos skis y aerosillas y se gana la vida vendiendo chatarra junto a Vitalik, cuya novia murió quemada en un incendio hace varios años. La relación entre ambos es tensa. Ilja le ordena a Vitalik las labores más pesadas con agresividad ya que muchas veces no logra enfocarse debido a su alcoholismo, pero sin embargo son amigos que no pueden separarse. Victor es un hombre anciano que desde que su hijo era pequeño (casi toda una vida) y sin motivo alguno, ha comenzado a cavar hacia abajo del garaje con tan sólo una pala, un balde y una bombilla de luz. Se trata de un proyecto épico, que consta de 4 pisos por debajo del nivel del garage, sin sentido ni destino utilitario aparente, que todavía no ha terminado, pero que muestra con orgullo a su nieto.
Pavel es un artista admirador de los impresionistas. Realiza pinturas y talla imágenes religiosas en madera. Un cura ortodoxo le encarga un icono para la iglesia, y aun conociendo su situación, no está dispuesto a pagarle por él. Sergej fue despedido de su trabajo luego de 25 años al padecer enfermedad de Parkinson, y subsiste con un modesto taller donde trabaja metales. Ilja L. es un joven que trabaja en la mina, escribe poesía y alquila un garaje donde ensaya con su banda de rock. Roman ha perdido a dos esposas por enfermedad, mantiene una primera cita con Julia y a la par se dedica a la cría de aves en su garage.
La directora utiliza con acierto el clima estacional y el paisaje acompañando la realidad que viven sus personajes. Así, cuando surgen tiempos complicados y ásperos en la vida de estos hombres (cuyas esposas los aguardan y contienen en uniformes departamentos de los monoblocks que abundan en el pueblo), la impiadosa y fría nieve comienza a acumularse, cubriendo los garages. Al mismo tiempo, al retratar a ciertos personajes en soledad, en medio de la amplitud y la desnudez de los paisajes invernales, logra dar cuenta de la pequeñez y la finitud humana ante los sinsabores y la dureza de la vida.
Natalija Yefimkina a través de sus personajes, nos transmite el sentimiento de angustia existencial de esos hombres, que hoy son la sombra de lo que fueron en otro momento, y que se encuentran arrojados en soledad en medio de la nada. Pero entre el trabajo artesanal por puro placer y los sueños de cada uno de ellos, Garage People se construye esencialmente como un retrato de las singulares invenciones de estos hombres para continuar aferrándose a la vida en medio de la adversidad. Los garages ya no cobijan autos pero son refugios humanos que dan cuenta de la potencia deseante de los pequeños, cotidianos y necesarios actos sublimatorios con que podemos poblar el vacío que nos constituye en tanto seres hablantes.
© Carla Leonardi, 2020
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(Alemania, 2020)
Guion, dirección: Natalija Yefimkina. Duración: 95 minutos.