11 de junio
A raíz de las últimas notas, recibí correspondencia. Javier Porta Fouz se quejó de que no hubiera dicho que Rancho estuvo en el Bafici. Pensé que lo había puesto, pero estos directores de festivales son gente muy susceptible. También escribió Boris Nelepo, con quien no tenía contacto hace meses. Se alegraba de que me hubiera gustado Summer y me contó algunas cosas increíbles sobre su director Vadim Kostrov. Entre ellas, que este siberiano de 22 años tiene diez largometrajes terminados, que Sheffield fue la primera vez que participó en un festival y la segunda vez que se proyecta una película suya en un cine. También que esa sorprendente filmografía está hecha sin dinero, no cuentan con ningún apoyo institucional y que el cine oficial ruso las ignora. Me pregunto (y diría que me contesto) si filmar por fuera del circuito de subsidios, talleres, laboratorios de guion y demás etcéteras que hacen a la producción actual del cine llamado independiente es lo que permite una maravilla como Summer y también que alguien sea ser tan prolífico, al no tener que perder el tiempo escribiendo proyectos y aplicando a todas partes (para no hablar de la libertad que pierden las películas por culpa del manoseo de tutores, productores y programadores). De todos modos, parece que con Kostrov estamos asistiendo al nacimiento de una leyenda.
Hablando de rusos, ayer vi Gorbachev. Heaven de Vitaly Mansky, una producción letona-checa que no se puede ver online fuera de Inglaterra, como pasó con el film de apertura de Sheffield. Pero esta vez tomé precauciones y conseguí verla por afuera. Me interesaba mucho el tema y la verdad es que la película vale la pena. Es un documento único sobre un personaje único, ya que se trata del (casi único) responsable del hundimiento desde adentro del sistema soviético. A los noventa años, el protagonista no goza de buena salud. Apenas puede caminar con la ayuda de un andador y no parece un hombre lozano. Aun activo, la película lo muestra en su casa, en la fundación que preside y en una cena de Año Nuevo en la casa de uno de sus principales colaboradores. Viudo (su recordada mujer Raisa murió de leucemia en 1991, carente de fortuna personal (lo que ganó en estos años provino de sus conferencias en el exterior), el Estado le presta una mansión de por vida y está bien atendido, pero además de ser muy criticado en su país (donde se añora a Stalin), es una figura olvidada, como si la historia que contribuyó a modificar de manera tan decisiva lo hubiera dejado a un costado.
Como todo político importante fuera del poder, Gorbachev está orgulloso de sus logros y minimiza sus errores. Prefiere recitar poemas, cantar canciones, recordar anécdotas. Una formidable es la que se refiere a su encuentro personal con Reagan, del que salió diciendo en privado que el presidente americano era un dinosaurio y este dijo del ruso que era un bolchevique obstinado. Pero la película, además de mostrar su vida doméstica, dedica la mayor parte de su metraje a una entrevista en la que su interlocutor (que es un admirador suyo) no se conforma con silencios ni respuestas ambiguas: a toda costa quiere que el entrevistado diga todo lo que piensa. Este, sin embargo, se resiste, como si confiara más en el veredicto de la historia que en la defensa que puede hacer hoy de sus acciones. Entre lo que Gorbachev acepta contestar figura que nunca dejó de ser socialista y sigue considerando que Lenin fue el dios de la Revolución. Tampoco acepta que se le atribuya el desguace de la Unión Soviética y que su propósito era mantenerla unida bajo un régimen democrático (es Yeltsin, el hombre que lo expulsó del poder, mucho más responsable en ese rubro). Tal vez el momento más brillante de este personaje al mismo tiempo astuto y abierto, arquetípico como ruso y como funcionario del Partido, es aquel en el que le preguntan por qué no hizo las cosas mejor, incluso por qué no supo mantener el poder en su momento. Y Gorbachev contesta, pensando en el futuro, que estar en la posición en la que él estuvo y no equivocar el camino requiere de una gama de conocimientos, habilidades y estrategias que exceden a un solo hombre porque se trata de una clarividencia que es casi propia de la divinidad. Pocas veces encontré una definición tan precisa del motivo por el que fracasan los hombres de Estado: su tarea es demasiado difícil para cualquiera.
Otro dispositivo del film es también muy interesante. Cada vez que habla Gorvachev hay una pantalla que muestra a Putin contestando una entrevista o diciendo un discurso. Antes de que suenen las campanadas del nuevo año, se escucha incluso a Putin en el televisor saludando al país mientras exhibe el sorprendente vacío de su palabra y el carácter siniestro de su persona y de su régimen. La comparación con el anciano enclenque que, que alguna vez supo desafiar y vencer a los poderes de la burocracia que lo rodeaba es demoledora. Pero también un modo de recordar que el mundo, a pesar de la enorme contribución de Gorbachev a que terminara la Guerra Fría, sigue siendo un lugar peligroso.
Hoy vamos cortos pero temprano. Hasta mañana.