PERSIGUIENDO LAS NUBES
En su maravillosa versión de Blancanieves, Pablo Berger retomaba las formas del cine silente, prescindiendo del diálogo en favor de intertítulos y el uso extensivo de la música, inscripta en la tradición andaluza. Robot Dreams tiene pocos, pero sustanciales puntos en común con esa película anterior: es también una empresa “retro” (animación tradicional en 2D dentro de un ecosistema saturado por la animación computarizada), también un relato de época (Blancanieves transcurría en 1910; Robot Dreams en la Nueva York de los cada vez más lejanos 80’s) y también prescinde totalmente de los diálogos.
La intención es nítida y el espectador lo agradece: colocar al cine en el lugar que le corresponde, el de un medio de expresión esencialmente audiovisual evitando el contenidismo. No es que el diálogo sea un problema sino el carácter de remiendo que el cine masivo le endilga. Es para celebrar que Berger haya elegido el cine dedicado a las infancias, una etapa formativa en la cual la sensibilidad del espectador está más predispuesta que nunca a conectarse con los relatos desde la intuición, desde la maravilla, desde el color y la forma.
La historia -el contenido- de Robot Dreams es ínfimo: un perro, llamado literalmente Perro, compra un robot para que lo acompañe en esa soledad tan angustiante de las grandes metrópolis. Su vínculo dura un verano, tras el cual sus caminos se bifurcan. Como constante, la melodía de “September”, el clásico indestructible de Earth Wind and Fire que es acaso el único texto a decodificar de la película. Como September, Robot Dreams parece suspendida en un estado ideal entre la nostalgia y el presente, entre la melancolía del amor perdido y la emoción de lo nuevo, entre formas del pasado y un arte que se nutre de ellas para volverlas más vigentes que nunca.
(Estados Unidos, 2023)
Dirección: Pablo Berger. Guion: Pablo Berger, Sara Varon. Producción: Pablo Berger, Ibon Cormenzana, Ángel Durández, Ignasi Estapé, Yuko Harami. Duración: 102 minutos.
