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Cine

Aquí (Here)

Sobre la misma columna,

abrazados Sueño y Tiempo,

cruza el gemido del niño

la lengua rota del viejo.

SERENATA PARA LA TIERRA DE UNO

En su muy agudo ensayo The Strange Conservatism of Forrest Gump, la youtuber Broey Deschanel rescata una frase que Robert Zemeckis le dijo al guionista Eric Roth mientras definían aquel proyecto que terminó de consagrarlos: “vos me conocés, Eric. Si esto fuera puro diálogo, ¿por qué querría hacerlo?”.

La cita es reveladora: para Zemeckis, más es siempre más. En sus mejores películas, la proeza técnica es un vehículo virtuoso para la emoción; en las peores (su período reciente concentra muchas), la obtura. Con malicia, se puede afirmar que el romance entre las acrobacias tecnológicas de Robert Zemeckis y el público empezó a resquebrajarse con El expreso polar y sus aventuras subsecuentes con la tecnología de motion capture, llenas de imágenes que, buscando belleza, alienaban. Algo de sus ambiciones erosionó su olfato para lo popular: fue esa su hamartía, su error fatal: pensar que la técnica era más que el hombre.

Zemeckis no capitula, pero sabe reinventarse en formas sutiles (aunque la sutileza no haya sido, jamás, su fuerte). Esta vez se sube al de-aging, ese rejuvenecimiento digital que las grandes producciones vienen cultivando –con mejores o peores resultados- en los últimos 6 años. Así, logra reconciliar su vieja obsesión con el motion capture (el cuerpo del actor como soporte físico de una apariecia intercambiable) con los beneficios de la acción real (todo aquello que, todavía, nos vuelve inequívocamente humanos).

¿Es Aquí, entonces, una película exitosa en términos artísticos? No estoy seguro. Algunos de los peores vicios de Zemeckis siguen allí: la tendencia a ostentar tecnicismos (un primer plano de Robin Wright que muestra su progresivo envejecimiento, simplemente terrorífico), excesos melodramáticos que colisionan con los fundamentos de la puesta (un plano general con ralentí que es el colmo de la obviedad) y una malsana obsesión con las criaturas digitales (un colibrí que utiliza como leitmotiv visual, con el peor de los efectos).

De lo que sí estoy seguro, es que de seguiré pensando en Aquí mucho tiempo después que en la mayoría de las nominadas al Oscar este año: propuestas medidas y calculadas o, en su defecto, de calculada desmesura. Aquí es desmesurada en serio. Que su propuesta de austeridad no engañe: a través de un encuadre único, -enclavado en la sala de estar de una casa de principios del siglo XX- Zemeckis realiza un ejercicio titánico de puesta en escena. El punto de fuga del emplazamiento -cámara alta, picada- no coincide con el punto de vista de los personajes, sino con el del espectador. La pantalla prolonga nuestra mirada, como si presenciáramos una mezcla de obra teatral e instalación. Con esa perspectiva, Zemeckis nos hace testigos del tiempo y el mundo: una especie de cámara-Aleph, omnisciente e inevitablemente distante.

También reescribe dos películas: El árbol de la vida de Terrence Malick (la única otra película en la que una familia norteamericana de posguerra comparte metraje con dinosaurios) y su propia Forrest Gump. Se reúne con Eric Roth, Tom Hanks y Robin Wright (sin los cuales aquel proyecto no se hubiera convertido en lo que es) pero, lejos de regurgitar, reformula. Aquel relato que seguía a Forrest a través de las décadas, los espacios y los vaivenes políticos de Estados Unidos cabe en un living, parece decirnos Zemeckis. A su viejo interés por el tiempo se le suma otro: el espacio. ¿Cuánto se puede contar en la mínima unidad posible?

Por supuesto, Zemeckis hace trampa: ese único encuadre está intervenido por todo tipo de trucajes, superposiciones y fracturas que quiebran la linealidad en pos de una simultaneidad. No sólo es una clase magistral de montaje interno (todas las variaciones de valores de plano se producen por el movimiento de los actores alrededor de la cámara), sino de construcción de sentido a través del fraccionamiento de la pantalla, de hipervínculos y ventanas abiertas. ¿Si fuera sólo diálogo, por qué querría hacerlo?

A pesar de su impronta tecnológica, Aquí es lo más parecido a un cuento de fantasmas que Zemeckis ha filmado desde Revelaciones. El guion confiere a la casa (o al terreno donde está construida) un potente magnetismo que orilla lo sobrenatural; el origen podría estar en los ritos funerarios de los primeros pobladores y manifestarse en la tozudez con la que el personaje de Tom Hanks intenta conservarla (eventualmente, motivo de disolución de su pareja). Nosotros sólo podemos atestiguar.

La sensación es parecida a la de aquella secuencia de la maravillosa Una historia de fantasmas de David Lowery, en la cual un difunto permanece en la casa de su pareja hasta la demolición. El tiempo empieza a pasar rápido y sólo desde este punto de vista expectatorial dimensionamos nuestro lugar en el gran esquema de las cosas: somos parte de un continuum. Pero esa inevitable distancia no redunda en frialdad, todo lo contrario: vemos el mundo como algo que rima, que hace y deshace sus propios vaivenes. Nos entregamos, un poco como aquella plumita que puntúa Forrest Gump (y que ahora reemplaza por un espantoso colibrí digital). 

Muchos de los personajes de Zemeckis pretenden desafiar al tiempo: el Doc Brown y su DeLorean, la última frontera de la ciencia; Goldie Hawn y Meryl Streep en La muerte le sienta bien, la eterna juventud; Jodie Foster en Contacto, el reencuentro con el padre perdido; el propio Tom Hanks en Náufrago, enquistado en ese punto en el que el mar se lo tragó. La hamartía, aquel error, fue convertirse en uno de sus personajes: encapricharse con el motion capture y su potencial de vestir al joven de viejo, al viejo de joven, rodearlo de pantallas verdes y pretender que algo de eso se pareciera, remotamente, a la emoción. 

Aquí no rectifica, pero recalcula. Al final, el personaje de Tom Hanks coloca dos sillas en la sala de estar, totalmente despojada. Los inquilinos anteriores se han ido y, por un rato, la casa vuelve a pertenecerle. Trae al personaje de Robin Wright, su ex pareja, que padece Alzheimer. Se sientan y contemplan: ellos son, al mismo tiempo que nosotros, espectadores. La mujer recuerda algún detalle y se entusiasma: “me gusta aquí”. La cámara se mueve por primera vez y se aleja, en un final tan reminiscente del de Forrest Gump como de The Crowd, esa obra maestra de King Vidor  que en su tramo final nos recuerda, también, nuestro lugar como espectadores. Recordar es olvidar: entrar a la sala buscando evasión, salir habiéndonos encontrado de nuevo.

Una pequeña viñeta se cierra sobre la casa donde hemos permanecido dos horas con cuarenta minutos o millones de años, depende cómo se lo mire. La película termina. Zemeckis sabe que el cine puede mostrarlo todo: ocasionalmente, lo intenta. Pero esta vez no olvida que la mayor virtud del cine es que particulariza, que señala. Allí donde se señala, estamos nosotros: aquí.

(Estados Unidos, 2024)

Dirección: Robert Zemeckis. Guion: Eric Roth, Robert Zemeckis. Elenco: Tom Hanks, Robin Wright, Paul Bettany, Kelly Reilly, David Fynn. Producción: Bill Block, Derek Hoghe, Jack Rapke, Robert Zemeckis. Duración: 104 minutos.

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