SIN LUGAR PARA LOS JUSTOS
Hay pocos géneros más queridos por la cinefilia que el western. Lejos de su apogeo comercial y artístico, los exponentes de la conquista y la supervivencia en el Far West producidas en la última década se pueden contar con los dedos de una mano (pienso, por ejemplo, en la extraordinaria serie Godless, de Scott Frank, y en las novelas brutales de S. Craig Zahler). A esta lista acotada se le suma la segunda película como director de Viggo Mortensen, Hasta el fin del mundo, en la que, además, tomó el rol protagónico, compuso la música, fue productor y guionista.
La película, dedicada a la madre del realizador, es una coproducción entre Canadá, México y Dinamarca, y arranca con tres escenas extrañas: un caballero con armadura medieval atravesando un bosque a caballo, una mujer (Vicky Krieps) muriendo en su cama acompañada por un hombre (Mortensen) y un pistolero escapando tras una masacre en un pueblo sin que nadie ose frenarlo. La conexión entre ellas se irá revelando a medida que se narra la historia de Holger, un danés refugiado en algún lugar del Oeste, la de Vivienne, una vendedora de flores, hija de una familia franco-canadiense, y la de Weston Jeffries, el hijo de un empresario acaudalado. Mortensen recurre a una estructura no lineal e intercala secuencias que suceden a partir de dos puntos distantes en el tiempo: el primer encuentro entre Holger y Vivienne y la muerte de Vivienne. Al haber revelado de inmediato el final del personaje femenino, mostrar el inicio de su relación con Holger dota a la película de un tono agridulce que se mantendrá hasta el final.
Aunque el título que se le puso para su estreno local es más que adecuado, el título original es The Dead Don’t Hurt, cuya traducción sería “Los muertos no sufren”, y la vida de todos los personajes de la película es sacrificada y cruel, pero aún en un contexto como el que viven Holger y Vivienne hay momentos para la alegría. Mortensen lo deja bien claro con el rol de la bosta que usan como abono los protagonistas para hacer crecer un jardín alrededor de su hogar. Hasta el fin del mundo es un western lacónico, visualmente bellísimo, con una puesta en escena que favorece los planos largos y las escenas a la luz del día y prefiere regodearse en momentos de felicidad y mantenerse distante de la violencia. Hay apenas dos momentos de acción, muy bien resueltos por el director. La película hace gala también de un desencanto por la modernidad y de las instituciones: todo está podrido, no hay justicia y la mejor opción es vivir alejado, un poco como le pasaba a William Munny en Los imperdonables. Ni siquiera hay redención al participar en las grandes guerras por causas justas. Con Mortensen en un papel estoico, Krieps brilla como Vivienne y su influjo se mantiene incluso en su ausencia (por cierto, su historia tiene muchísimas coincidencias con la del personaje de Emily Blunt en la excelente serie The English, de Hugo Blick).
Otro acierto de la película son los roles secundarios, entre los que están Danny Huston (La promesa, Niños del hombre), Garret Dillahunt (La carretera, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) y W. Earl Brown (Deadwood), todos ellos con un pasado en el género, pero quizás la mayor sorpresa sea el escocés Solly McLeod, que interpreta extraordinariamente al villano. Los más atentos pescarán a Lisandro Alonso como uno de los integrantes de la pandilla que lo acompaña.
(Canadá, Mexico, Reino Unido, Estados Unidos, 2023)
Guion, dirección: Viggo Mortensen. Elenco: Viggo Mortensen, Vicky Krieps, Solly McLeod, Danny Huston, Lisandro Alonso. Producción: Viggo Mortensen, Regina Solórzano, Jeremy Thomas. Duración: 129 minutos.