LA MÁQUINA HUMANA
La máquina es una película de gran virtud, cuyo motor central es la exploración de una figura espectacular desde aquello que la constituye en su elemento más cotidiano: sus relaciones humanas, su relación consigo mismo y su relación con el dolor y el fracaso.
Mark Kerr es un luchador que compite como peso pesado en terrenos de artes marciales mixtas para una liga japonesa. Describe la euforia que siente cuando pelea y gana, y todos gritan su nombre…y luego llega la primera derrota. Así Mark se enfrenta a un vacío, una sensación atemporal tras algo que no le había pasado nunca. Así que puede perder. Y es la lucha contra este vacío, contra las vicisitudes de la vida fuera de los límites del ring, el ángulo desde el que la película retrata a Kerr. Esto es importante, porque no es una biopic en el sentido de ilustrar con la cámara una vida documentada a modo de crónica. El film es un retrato de Kerr que narra algunos años. Años de lucha en los que Kerr no se encuentra y pelea por hacerlo. Y es una celebración del underdog: elige, después de todo, a un luchador que termina por perder la pelea final. En la elección de la figura a la que el film retrata, en la elección del reparto, y en las decisiones de puesta en escena, Safdie articula una idea también sobre cierto tipo de cine, con un trazo visible en films previos.
En cuanto a la figura elegida, tenemos al ya mencionado Mark Kerr (Dwayne Johnson), acompañado por su esposa Dawn (Emily Blunt) y por su amigo y colega de siempre Mark Coleman (Ryan Bader). Coleman es un nombre bien conocido en el mundo de la UFC, que en la época que el film retrata todavía estaba tomando forma en relación a la organización que es actualmente. Fue él el primer campeón de peso pesado de la UFC. Es él quien gana el torneo final, el de “revancha” en un film de peleadores y lucha, y no Kerr. Por eso menciono esta elección de un campeón alternativo, un luchador que no es el que ganó, pero sí un gran campeón para la figura a retratar. Se trata de lo que podemos llamar un “underdog”, en la medida en que (como veremos aparecer al Kerr real al final del film, haciendo compras como una persona más) es una joven promesa, es la máquina de aplastar, y con el primer traspié de una pelea perdida su vida empieza a descontrolarse.
Más específicamente, el film se concentra en el dolor físico que provoca en Kerr un consumo y abuso de medicamentos, aunque esto se expresa mediante el conflicto con su esposa. Si bien el film comienza con una presentación de Kerr luchador, un gigante imponente, también nos introduce a su mundo cotidiano, su círculo inmediato y sus relaciones. La película rápidamente construye al personaje como un tipo gentil, de buen carácter, amable. Aún en los deslices, Kerr boxea y enfrenta las olas. Los episodios del día a día lo hacen rehabilitarse y pronto Mark entrena nuevamente para un torneo importante, donde se verá las caras con el tipo que le ganó la vez anterior, con un golpe ilegal en la cabeza, cosa que Kerr sugiere en un momento pero desde la calma y la legalidad de la competencia. Eventualmente perderá esa pelea, Coleman ganará la final contra este oponente que derrotó a su amigo, y será la vuelta a Estados Unidos sin victoria para Kerr.
Aún así, en el final Kerr sonríe. Algo sucede. Hay un ajuste de cuentas y él acepta quien es; sus logros, sus derrotas. Solo, sentado en el vestuario, sonríe y saluda a su esposa cuando en la misma situación, la vez anterior, la tensión era palpable en el ambiente. Y nos vamos a un texto que informa cómo siguió la vida de Kerr, sus hijos con Dawn y su posterior divorcio, a quienes vimos sin duda amarse pero también desencontrarse con frecuencia.
Entonces el final: aparece el verdadero Mark Kerr, hablando en ese tono apacible que Johnson supo encontrar a la perfección, haciendo las compras en el supermercado, hablando con la cajera como un tipo más. Al auto. Saluda. Y se marcha.
Vamos al tema del reparto. Es obvia la elección acertada con Johnson, quien le da a la película exactamente lo que necesita: un gigante, una fisicalidad y un cuerpo particular, pero con carisma y voz suave. Obvia porque encaja perfecto: Johnson conoce de cerca el mundo de la lucha y el espectáculo, ser un atleta y ser un actor. Es factible que conozca la relación con el fracaso, la victoria, el entrenamiento, la entrega física y el dolor. Tras su paso de la WWE al cine a lo largo del siglo XXI, ha logrado entrar en varios grandes tanques pero jamás se consolidó como actor de dramas ni por sus cualidades interpretativas en sí. Safdie ve en él una trabajo físico y un aspecto importante del rol que está creando, y Johnson se prueba como actor ante los ojos del mundo dando en la tecla con lo que el film le pide: ser Mark Kerr. Ya el real, ya el del film, la actuación de La Roca es sutil, es variada, es íntima en tanto la puesta en escena y el guión acompañan de forma íntima, cercana, en sus momentos de soledad y dedicación y en sus relaciones al verosímil, creíble y querible Mark Kerr en el que se transforma Johnson. Importante destacar las prótesis y el trabajo que hay allí en cuanto a la construcción no de una historia de Mark Kerr, sino de un retrato de él, una zambullida en su persona y su causa, su lucha, su mundo. Y aquí la mano de Safdie.
Tras la elección del ya mencionado campeón alternativo para realizar una biopic que cuenta más que su gran historia deportiva, una historia más humana, lejana al espectáculo sobresaturado de biopics de los últimos tiempos; así como tras la elección de Johnson en el rol principal, y de algunos luchadores como actores en la cinta (Bader y Rutten), está el director que articula una película que en su trama, enfoque y temas trabaja sobre personajes paralelos, nombres no tan notables y un cine más pequeño, siguiendo las raíces de los dramas independientes que tiene en su carpeta. La elección de un luchador de espectáculos, vuelto actor de tanques, para una película independiente, si bien ya asentado el director, es un gesto que vira en favor de formas fuera de las estructuras de blockbuster contemporáneo; la biopic de un casi desconocido luchador. Gran parte filmada a cámara en mano, con texturas de los colores suaves y apastelados y los contrastes con la espectacularidad de las secuencias de torneo llenas de luces; tiene un uso de lentes teleobjetivos que nos hacen sentir cerca, casi encima de los personajes, junto a Kerr y en su mundo. Conocemos a la máquina y conocemos al hombre Mark Kerr; la banda sonora va cambiando y marcando esos tonos y pasajes de momentos, del éxtasis de la lucha a la confusión del abuso de calmantes.
Estas maniobras con actores ya le habían salido bien a Safdie quien, junto con su hermano Josh, dirigió Diamantes en bruto (2019), estelarizada por Adam Sandler en un papel y en un guión completamente fuera del registro y del tipo de papeles que suele hacer. El film fue un éxito y Sandler la rompe. Acá, separado de su hermano, que este presentó película también, Bennie celebra a una figura menor de la historia, a un hombre de espectáculos de tiempos pasados, al hombre detrás del mito. Y celebra porque el triunfo de Mark es en reconciliar a La máquina con Kerr, con la persona, tras perder luego de haberlo dado todo. Y la vida sigue. La biografía podría seguir, abarcar más, contar lo que sucedió luego. Pero el retrato no porque ya está terminado y nos da las dos caras de Mark Kerr: la máquina y la humana.
(Estados Unidos, Japón, Canadá, 2025)
Guion, dirección: Benny Safdie. Elenco: Dwayne Johnson, Emily Blunt, Ryan Bader, Andre Tricodeux, Raja Flores. Producción: Eli Bush, Dany Garcia, Hiram Garcia, Dwayne Johnson, David Koplan, Benny Safdie. Duración: 123 minutos.