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CRÍTICAS - CINE

Alicia a Través del Espejo, según Denise Pieniazek

Referencias a Lewis Carroll muy remotas.

En Alicia a Través del Espejo (2016) Tim Burton se corre de su rol de director para desplazarse a la producción. El relato comienza donde nos dejó Alicia en el País de las Maravillas (2010), con la protagonista como capitana del barco Wonder (“Maravilloso”), que también puede remitir al verbo “preguntarse”, ya que si hay algo que no le falta a Alicia es la curiosidad. A diferencia del film anterior, en esta oportunidad el relato se preocupa por precisar el contexto histórico, marcado en 1874 en el Estrecho de Malaca y luego en Londres en 1875. Continúa el rechazo de la protagonista contra la institución del matrimonio, a favor de su independencia, e incluso se critica a otras instituciones como las psiquiátricas. Con frases como “ser capitana no es un trabajo para una mujer”, y con el diagnóstico médico de “histeria femenina” ante las conductas contrahegemónicas de Alicia, en el film se critica a la sociedad de aquel entonces (elementos que serán acentuados también desde el vestuario oriental y circense que viste Alicia en una fiesta de la alta sociedad, que la diferencia de los personajes canónicos de su contexto). Con respecto a la actuación de la protagonista, Mia Wasikowska, desde la película anterior celebrábamos que no se eligiera a la típica joven bonita rubia de ojos claros (a diferencia de lo que sucedía en la versión clásica de 1933), pero su actuación resultaba decepcionante. En contraposición aquí su interpretación ha mejorado bastante, pues parece haberse asentado en el personaje.

La trama de Alicia a Través del Espejo profundiza especialmente en la piscología de los personajes del Sombrerero Loco (Johnny Depp) y la reina Roja (Helena Bonham Carter) -acompañada esta vez de servidores que remiten a los retratos barrocos de personas, hechos con las formas de verduras y frutas, del pintor italiano Giuseppe Arcimboldo- y para ello se hace referencia al pasado familiar de ambos, incluso se llega a explicar la razón del gran tamaño de la cabeza de la reina de corazones. El film trae a colación dos metáforas bastante recurrentes y comunes con respecto al tiempo y su circularidad. Por un lado, mediante un Absolem convertido en mariposa, como metáfora de la circularidad de la vida, al igual que la “cronosfera” que le permitirá a Alicia viajar en el tiempo. Por otro lado, el isomorfismo del reloj ligado a los latidos del corazón del personaje de Sacha Baron Cohen, El Tiempo, el cual combina lo mecánico y el cuerpo humano (quizás como ruptura del dualismo cartesiano). Sin embargo, el personaje de Cohen resulta algo estereotipado y nos remite a su inspector en La Invención de Hugo Cabret (2011). El resultado es un relato anacrónico y poco osado con varios vaivenes temporales, cuya moraleja es que el pasado no puede cambiarse, pero podemos aprender de él.

Si bien es sabido que las trasposiciones siempre van a tener similitudes, y por sobre todo diferencias, ya que hablamos de dos lenguajes artísticos diferentes, hay mejores realizaciones que otras y las de esta saga de Alicia (a cargo de la misma guionista, Linda Woolverton) no son precisamente notables, aunque combinan elementos de ambos libros. Además, suponiendo que la obra literaria sea sólo un punto de partida para la inspiración, como sucede aquí (la historia se desvía por completo de la temática del libro homónimo), la narración se queda a mitad de camino sin resultar lo suficientemente entretenida ni mucho menos profunda. La versión animada de 1951 sigue siendo la más destacada de las tres de Disney. Lo más interesante de estas dos últimas películas es su belleza estética en cuanto a los decorados, el maquillaje y el vestuario, los cuales nos otorgan un deleite visual de ensueño. Otro elemento atractivo es la arquitectura fantástica pensada -desde su estructura y texturas- con muchísimo detalle y siempre vinculada a la psicología de los personajes, como es propio del universo de Burton. Sin embargo, si nos ponemos minuciosos y con ojos expertos, el maquillaje estaba mejor logrado en el film anterior o quizás más cuidado desde la postproducción. Si bien Burton coloca en su equipo una vez más al compositor musical Danny Elfman, éste tampoco se destaca como sí en otras producciones. Esperamos entonces con ansia la dirección de Burton en Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children (2016), a estrenarse en octubre en nuestro país: ojalá su esencia y genialidad estén de regreso. En cuanto a la literatura de Lewis Carroll, no nos queda más que esperar por nuevas trasposiciones que nos sorprendan y exploten el potencial único de su obra.

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Por Denise Pieniazek

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