Es casi un mandamiento el no confiar en las películas que se sobre explican. Primero, porque no confían en sí mismas, y, segundo, porque no confían en nosotros. Amigos imaginarios es una de esas películas: nos da desconfianza pero, además, nos da tristeza porque nos hace pensar en lo buena que podría haber estado si, quien la escribe y dirige, recordara que está contando una historia.
Su director es John Krasinski, que viene de dirigir la notable A Quiet Place y su secuela, películas que si de algo podían hacer alarde era del oficio de narrador de este hombre. Sin embargo aquí estamos, seis años más tarde, con Krasinski y una película que nos deja con ganas de ver otra, esa que no nos contó del todo. Es que acá tiene entre manos una historia atractiva que se vuelve bastante insulsa, principalmente, gracias a un guión angurriento, algo torpe y, sobre todo, miedoso. De hecho, en una reciente entrevista con Collider, el director confesó que lo aterrorizaba que sus hijas vieran y opinaran sobre esta película: “nunca en mi vida he estado más asustado de mostrarle algo a alguien”, comentó el eterno ex The Office. Claro que es una forma de decir, pero mucho de ese miedo -a sus hijas o a lo que sea- se transparenta en su última película.
Amigos imaginarios cuenta la historia de Bea (Cailey Fleming) y abre con varias escenas de una “infancia feliz”, de una nena muy chiquita y de sus padres bailando disfrazados en la casa de (luego sabremos) su abuela. Pero la madre muere, Bea queda con su padre (John Krasinski) y, años más tarde, ella vuelve mucho más triste a esa casa que vimos al principio. Ahora están por operar a su papá del corazón y su abuela cuida de ella. Bea está claramente afectada y nerviosa, pero afortunadamente la distraen algunos seres que habitan el piso más alto del edificio. Son los amigos imaginarios de todos los ex niños de la zona, esos adultos que han seguido con su vida y que olvidaron a sus “Ifs” (del inglés Imaginary Friends). Ellos (que van desde ositos de goma hasta malvaviscos, y desde unicornios hasta bananas deportistas que encarnan las voces de Matt Damon, Bradley Cooper, Emily Blunt, George Clooney y varios otros miembros del star system) andan tristes, sin trabajo y, entonces, buscan un plan de recuperación para conseguir nuevos niños que los quieran como amigos. Pero para eso necesitan la ayuda de Bea, quien por alguna razón es la elegida y puede ver a todos los amigos imaginarios (al propio y a los ajenos).
Entre todo eso, este relato se mueve con tanto cuidado a convertirse en una “película para chicos” (¿existe esta categoría?) pero también “para adultos”, y avanza con tanta preocupación por emocionarnos, que se olvida básicamente de narrar. En cambio se desvela por que entendamos lo que se quiere decir, no sea cosa que nos quedemos afuera de algún chiste o de alguna tristeza, o que podamos interpretarla de otro modo. Pero… ¿y si sucede? ¿No es justamente eso, según sobre explica Blue (en la voz de Steve Carrell), a lo que alude este mismo relato al llamar a sus amigos imaginarios con la abreviación “IF”? “Because what if?” (“porque, ¿y si…?”), le aclara el gigantesco monstruito violeta a Bea. Y sí, el “y si…” hace referencia a un universo infinito de posibilidades, y si este relato hubiera creído en su propia explicación capaz hasta tendríamos una mejor película.
Lamentablemente, Amigos imaginarios es una película algo reprimida: es medio desconfiada, medio graciosa, medio triste, medio infantil, medio parecida a Monsters Inc., medio similar a Coco, medio como mucho de Pixar… y es medio mala pero medio buena… es una película con todo a medias. Y no es ni muy aburrida, ni muy graciosa, ni muy interesante, ni muy poco interesante, ni muy buena, ni muy mala… por favor, ¿algo de intensidad? Ese es su mayor problema, que nada es del todo. Al punto que ni alcanza la hermosa secuencia que acontece en la casa de retiros de los “Ifs” -visualmente espectacular y narrativamente de lo más interesante de esta hora y media-, ni alcanza Ryan Reynolds como el descorazonado Cal (de lo mejorcito de esta película) para desempantanar a un director temeroso de su audiencia, enmarañado entre los lazos de su historia y confundido con las propiedades de sus personajes.
Todo esto enoja un poco porque Krasinski tenía la película ahí, en la palma de su mano. Lo prueban escenas como aquella en donde la abuela de Bea baila frente a la ventana mientras su amiga imaginaria la observa -y la imita- detrás de un sillón. Su IF también sabe de memoria esos pasos que, hace unos años, llevaban a ambas al ballet. Ahí está el corazón de esta película, asoma en ese ratito. Sin embargo queda sepultado bajo torpezas narrativas (en algún momento parece que empezamos en los años 50 pero pasa poco tiempo y parece que son los 90 o, incluso, la actualidad), personajes desechables (el del padre está, casi siempre, de sobra) e inseguridades absurdas (como Blue explicando el título de la película). Entonces todo lo que vale la pena de Amigos imaginarios solo se vuelve el germen de alguna otra película (seguro heredera de Pixar) mejor y que nos quedamos con muchas ganas de ver.
Guion, dirección: John Krasinski. Elenco: Cailey Fleming, Ryan Reynolds, John Krasinski, Fiona Shaw. Producción: Ryan Reynolds, John Krasinski, Andrew Form, Allyson Seeger. Duración: 104 minutos.