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Cine

Animales peligrosos (Dangerous Animals)

Los animales peligrosos acá son los humanos, así que esta obra bien podría ser un documental en tono irónico sobre sus comportamientos. La pregunta “¿Eso es humanamente posible?” surge en las escenas llenas de gore y también en las de drama.

Después de The Devil’s Candy (2015), donde el llamado creativo del protagonista enfrentaba los demonios internos y externos para proteger a su familia; Sean Byrne vuelve a dirigir. Ahora, con un guion de Nick Lepard, vivir o morir implica haber puesto a tiempo límites de autoprotección frente al peligro familiar. Zephyr (Hassie Harrison), Moses (Josh Heuston) y Heather (Ella Newton) toman decisiones complicadas para seguir adelante. Aislados en mares remotos cerca de Gold Coast, Australia; si mueren por o sobreviven a las obsesiones letales de Tucker (Jai Courtney), nadie se enteraría si no fuera por la mención recurrente a la figura materna.

Por ella, todos los personajes han aprendido a arreglárselas a solas. Ninguno aquí es mamá o papá, a diferencia de sus obras anteriores. La trama y los diálogos se zafan de ‘demonizar’ a estos. Cualquier irresponsabilidad pasada funciona por contraste para que al menos Zephyr y Moses consigan, juntos, escapar.

La ironía viene por el ‘show’ de Tucker, sobreviviente a un ataque de tiburón. Él mismo alude al espectáculo mientras graba los encuentros de los escualos con sus víctimas; insistamos, las del villano, no las de los peces. Además, guarda en VHS tales cortos con cabellos de cada fallecida.

La película desaprovecha algunas puestas en escena o encuadres para simbolizar la complicidad del espectador en esa dinámica macabra. Hace medio siglo atrás Tiburón condensaba, en una sola subjetiva, el miedo a las profundidades marinas, el instinto asesino y, para rematar, el alcance del cine con las famosas notas musicales de Williams. Ahora, este estreno casi cambia la perspectiva ubicando el peligro directamente en las personas y, a la vez, desaprovechando la posible riqueza audiovisual de su propuesta.

Por su parte, los gestos de Courtney transforman a Tucker en un personaje temible y disfrutable. En su cara se siente una pasión que bien podría ser la de cualquier desaforado amante. No es casual, las mejores actuaciones en la espaciada filmografía de Byrne las ofrecen los villanos. Lástima que aquí sus peroratas sobre la fauna escuala cansen; esto porque es parte de un performance anecdótico, y menos una puesta en escena.

Al final Byrne y Lepard utilizan el terror solo para darle vueltas a la historia de amor central. Así el director pierde algo que The Loved Ones (2009), su ópera prima, ponía en escena con menos tropiezos: amar consiste también en conocer las crueldades propias y las ajenas. A expensas de más acciones, exceso de formas sangrientas para escapar y una banda sonora bombástica, quedan opacadas las agudezas sobre los vínculos.

(Australia, Estados Unidos, Canadá, 2025)

Dirección: Sean Byrne. Guion: Nick Lepard. Elenco: Hassie Harrison, Jai Courtney, Josh Heuston, Michael Goldman. Producción: Chris Ferguson, Brian Kavanaugh-Jones, Mickey Liddell, Troy Lum, Andrew Mason, Pete Shilaimon. Duración: 98 minutos.

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