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CRÍTICAS - STREAMING

Departamento 7A

En 1968, Roman Polanski, realizador polaco, estrenaba su mejor película, El bebé de Rosemary. En ella, una jóven llamada Rosemary (la increíble Mia Farrow) se mudaba con su pareja a un lujoso departamento en New York, sin saber que sus vecinos, de apariencia apacible, eran unos voraces adoradores de Satán. Claro, Rosemary era el blanco perfecto para estos depravados, cuyas intenciones ya son un clásico de la cultura popular.

Pasaron décadas, mucha agua por debajo y el tiempo y las ganas de sacar provecho a una idea parecen tan tentadoras como las propuestas que suele hacer Satán para caer en su poder. Por eso sale Departamento 7A, precuela de la película mencionada. 

Hoy en día, las remakes, precuelas y “recuelas” (creer o reventar) son moneda corriente. El objetivo principal es el capital. Nada más. Eso y aprovechando que a los nuevos consumidores les encanta que les mastiquen la información y les sobre expliquen hasta la última idea en una obra, la ecuación es fácil: las precuelas suelen sobre explicitar tópicos que quizás quedaron en segundo plano o en un fuera de campo adrede. Por eso suelen ser el enemigo: son una forma de destruir la mística (en éste caso) del cine. Un manual didáctico que sobre explota las bondades que suelen hacer del cine lo que es: una expresión de arte compleja y meticulosamente planeada, plagada de misterios e incógnitas, para volverla un sinfín de anotaciones bobas y lavadas por la insufrible e injusta función de sacar a la luz eso que en lo “místico” muchas veces es necesario no hacer demasiado énfasis. El cine, como expresión artística, como terapia de nuestros propios demonios, debe dejarnos resolver la ecuación por sí solos, sin que ésto, claro, se vuelva un ejercicio críptico y rebuscado. No tentemos al espectador pretencioso tampoco. 

Y acá estamos. Hablando de una innecesaria precuela de El bebé de Rosemary. Una que más allá de lo descrito arriba, es zonza, gratuita y lo que es peor, se aleja por completo del increíble uso del fuera de campo al que recurrió Polanski en su obra maestra. 

La acción se sitúa, como se debe, un tiempo antes de los acontecimientos que veremos (vimos) en la película original. Acá una joven bailarina de teatro (la talentosa Julia Garner), ambiciosa como los productores de cine y plataformas hoy en día, busca desesperadamente un lugar dónde vivir ya que no es bienvenida en el lugar dónde se estaba quedando. A eso hay que sumarle la mala racha que tiene en los infinitos casting a los que se presenta, además de una  torcedura en un tobillo que la sumerge en un dolor insoportable cada vez que audiciona. Un día, como caídos del cielo, en plena calle de la ciudad, conoce a una pareja de ancianos que la invitan a quedarse a vivir en un departamento enorme y lujoso que les pertenece. La excusa: iba a ser de un futuro hijo que no existió y para llenar la sensación de nido vacío, la dejan vivir en él sin más. Así como si nada. 

Claro, uno supone, viendo a la pareja de viejos (en un intento desesperado por replicar a la original interpretados magistralmente por Ruth Gordon y Sidney Blackmer) que se las trae y que sus intenciones son terribles. Terribles cómo la excusa estúpida que forzosamente elaboraron los guionistas para meter a la protagonista dentro de la trama macabra. Lo que más alarma de la obra es que todo en ella funciona de la misma manera: el mal, paulatino, que debe presentarse paso a paso sin adelantarse, acá es tan explícito, apresurado y vago que destroza por completo aquella compleja elaboración del suspenso y horror que hacía brillar a la original, construida casi como una pieza de reloj. 

Si en la original la paranoia era parte intrínseca del horror que despertaban las situaciones en rededor de la protagonista, acá toda acción se reduce a una blanda chapucería de guión cuyo mayor objetivo es darle, supuestamente, cierta coherencia narrativa a una película que claramente, por momentos, carece de ella. No es que el film deba ser un calco de la original, pero tampoco aprendió de ella: como toda obra maestra, al final, la misma se vuelve escuela.

El problema es que éstos neófitos de hoy en día no saben mirar, menos que menos, filmar. 

En fin. No dilatemos. Departamento 7A es un film sin suspenso, sin un fuera de campo aterrador, sin escenas construidas con cuidado, menos que menos, filmadas con precisión y elegancia. Es una película con filtro “plataforma”, lavada, estéticamente moderna, argumentalmente forzada a ser, sin encanto y que genera una incógnita al terminar: ¿Para qué? ¿Por qué? Eso, querido lector, sí queda en un obligatorio misterio. 


(Estados Unidos, Australia, Reino Unido, 2024)

Dirección: Natalie Erika James. Guion: Natalie Erika James, Christian White, Skylar James. Elenco: Julia Garner, Dianne Wiest, Kevin McNally, Jim Sturgess, Marli Síu, Rosy McEwen. Producción: Michael Bay, Andrew Form, Brad Fuller, John Krasinski, Allyson Seeger.

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