Cuando los superhéroes apenas empezaban a asomar en la pantalla grande, y las adaptaciones de cómics todavía no habían llegado masivamente a la pantalla chica, hubo una serie que dio comienzo a todo un universo televisivo, y tal vez hoy no cuenta con el suficiente reconocimiento por ese logro.
Estamos hablando de Arrow, una pseudo-telenovela con justicieros, que supo venderle el género al público general, y de a poco fue agregando elementos fantásticos y conectando con otras series hasta dar origen a lo que hoy conocemos como el “Arrowverse”.
Creada por Greg Berlanti en 2012, la serie tuvo un comienzo modesto, con guiones bastante planos, bajo presupuesto y un elenco prácticamente desconocido. Pero de a poco fue ganando seguidores, tanto entre las filas de los fans de cómics (que la seguían porque no había otra cosa) como de los que nunca leyeron una viñeta en su vida.
Su protagonista es Oliver Queen, un playboy multimillonario bastante egoísta e irresponsable, que cambia dramáticamente el curso de su vida cuando naufraga en un viaje junto a su padre. A partir de esta tragedia, debe aprender a sobrevivir en una isla que esconde peligrosos secretos y eventualmente lo transformará en otra persona.
Cuando vuelve a Star City, la metrópolis que lo vio nacer, fingirá ser el mismo que era cuando se fue, como tapadera para su identidad secreta como el arquero encapuchado que aterroriza a los corruptos de la ciudad. Su misión actual está intrínsecamente conectada a los hechos de su pasado, durante esos cinco misteriosos años que pasó desaparecido.
La serie funciona a base de flashbacks, en los que la historia se remonta a esos años y conecta con el presente de Oliver, mostrando cómo adquirió sus habilidades y filosofía. Si bien al principio todo es un montón de lugares comunes sobre superhéroes y justicieros enmascarados, eventualmente las diferentes líneas temporales se vuelven más orgánicas, al igual que los personajes y sus relaciones.
La primera temporada es difícil, especialmente si uno ya tiene parámetros de comparación como las series de Marvel con Netflix. Pero no olvidemos que Arrow fue pionera en su tipo, y hasta podríamos atribuirle el éxito de toda una camada de series de superhéroes hoy en día. Con lo cual merece al menos una oportunidad, por más que sus primeros episodios sean bastante básicos. Son necesarios para sentar las bases de la historia y de todos los spin-off que vendrían después, con Oliver Queen siempre como el Norte de este universo televisivo.
En su segunda y tercera temporada, Arrow subió la apuesta con un villano de primera línea, que le dio a la serie un merecido empujón. DeathStroke fue la némesis perfecta para un héroe que necesitaba crecer, y se fue cerrando un gran arco argumental al término de la segunda temporada, dejando además un final semi abierto para su eventual regreso (el cual todavía esperamos con ansias). Mientras que en la tercera, la serie hace lo propio con Ra’s al Ghul, uno de los más populares y poderosos villanos del universo DC. Al ser éste el líder de la Liga de Asesinos, se introducen varios elementos de la mitología clásica de los cómics, a la vez que aporta mucho al crecimiento de nuestro héroe. Lamentablemente, la cuarta temporada no estuvo a la altura de las circunstancias, como tampoco su villano, que parecía demasiado poderoso para lo que nuestro héroe podía soportar y fue una gran decepción. Sin embargo, a fuerza de carisma se ganó una segunda oportunidad en el Arrowverse. Ya llegaremos a eso.
Actualmente se está emitiendo la quinta y mejor temporada de Arrow hasta el momento. Con un equipo que desborda química, luego de años de trabajar juntos, nuevos personajes que son funcionales a la historia, guiones mucho más sólidos y varias líneas argumentales que van manteniendo un buen balance e intriga, tiene a su público más cautivo que nunca. Incluso recientemente, pudo incursionar en un elaborado cross-over con las otras series de su universo, sin perder la elegancia.
Continuará.
Ana Manson | @Anita_Loonyta