SOBRE PROPIEDADES PÚBLICAS Y PRIVADAS
El quinto largometraje de Rodrigo Sorogoyen se instala en las entrañas de Galicia, a terreno y cielo abierto, a pura discrepancia moral y ética entre vecinos.
Antoine y Olga, por un lado, la pareja de franceses, cultos, dedicados a cultivar su propia tierra y así vender los frutos en esa comunidad, un coto cerrado. En el otro bando, los gallegos Xan y Lorenzo, hermanos, quienes junto a su madre, representan al terruño de los orígenes, a través de una granja vecina a los franceses, sumergidos en la crianza de vacas. Lo moderno y lo primitivo, lo novedoso y lo ancestral surge en las primeras escenas de As bestas con una agregado que no debería pasarse por alto desde el argumento de la película: una empresa nórdica se ofrece a comprar las tierras de esa zona de Galicia, haciendo surgir el enfrentamiento entre dos maneras de ver al mundo, en permanente colisión, en ese choque donde se manifiestan ideas discrepantes sobre cuestiones públicas y privadas.
Pero si se está ante una disyuntiva ética y moral, también se suma el rechazo físico, de odio de piel, de imposibilidad de conciliación y acuerdo. Por eso, los dos mundos en pugna presentan sus ideas pero, por suerte, no desde el aspecto meramente teórico sino desde la elección de una puesta en escena asfixiante, donde el conflicto parece estallar en cualquier momento.
En este punto, la película presenta en su primera mitad y más allá de eso dos secuencias de imposible olvido para el espectador. En primera instancia, la conversación de los hermanos gallegos (notables Luis Zehera y Diego Arnido) con el voluminoso francés “invasivo” desde la perspectiva ancestral (el gran Denis Ménochet, recordado por el acoso que recibe del nazi Landa en Bastardos sin gloria. Una secuencia de insoportable crecimiento dramático, jugada a través de silencios y miradas en medio de las palabras donde se tiene la sensación de una nula solución para el conflicto entre dos ideas diferentes. Diez minutos que se manifiestan como puente narrativo de la otra escena, aquella de la persecución de Antoine junto a su perro por el bosque donde Sorogoyen, a diferencia de la otra secuencia, recurre a un paisaje abierto que convierte en un espacio angustiante para el francés debido a la formidable utilización del fuera de campo.
Pero faltan 40, 45 minutos hasta llegar al final y desde allí la película gira hacia otra zona narrativa, modificando su punto de vista, ahora construido desde la óptica femenina, con la esposa y la hija de Antoine como referentes más la episódica intervención de la madre de los hermanos gallegos. Ese corte narrativo modifica el tono mismo que As bestas ostentaba en el extenso segmento inicial. Ocurre que el film trastoca su atmósfera de thriller de pueblo y de paisaje abierto al estilo Los perros de paja de Sam Peckimpah y Deliverance de John Boorman por un clima de melodrama familiar donde se atan algunas piezas que estaban sueltas desde el inicio de la trama. La palabra se impone a la crudeza de las imágenes, en especial, en la batalla dialéctica que se establece entre la esposa y la hija del francés.
Por lo tanto, el interrogante principal subyace sin rodeos. ¿Este segundo segmento estaría enviciado por un psicologismo de manual en oposición a la rudeza viril del trío de machos en litigio? En tonos y climas son dos películas diferentes, una sanguínea y más que elogiable desde la utilización de los recursos del lenguaje cinematográfico, la otra, visiblemente aferrada a la necesaria catarsis verbal y a la articulación de un discurso que promueve el guión escrito por el mismo cineasta junto a Isabel Peña, su colaborada habitual en el rubro.
Sin embargo, ese pasaje desde la sutileza y los silencios hasta la implosión de la palabra no impide calificar a As bestas como una de las mejores estrenos en cines de este año pronto a terminar.
Francia-España, 2022
Dirección: Rodrigo Sorogoyen. Guion: Isabel Peña, Rodrigo Sorogoyen. Elenco: Denis Ménochet, Luis Zehera, Marina Foix, Marie Colomb, Diego Arnido, Luisa Merelas. Duración: 137 minutos.
