Puan

El hombre inadvertido

Entre muchos contextos posibles, el universitario es uno poco aprovechado por el cine argentino, más si se tiene en cuenta la particularidad que lo rodea. Si ante los géneros -en muchos casos- la dificultad planteada parte de una universalización, en los mundos poblados de rasgos propios debería yacer una fuente de recurrencia para pensar nuevas historias dentro de esas cajitas llamadas géneros. Puan es, ante todo, una comedia sobre un equilibrio roto, más precisamente el de Marcelo Pena (Marcelo Subiotto), un docente, parte de una cátedra sobre pensamiento latinoamericano en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, conocida como Puan. Su vida se sintetiza en vivir para la docencia desde su lugar como mano derecha de un titular de cátedra, quien muere de un infarto en la primera escena. Lo que desata esa muerte es la lucha por un espacio vacío. El orden natural y tácito dictaminaría que Marcelo fuese el único que concurse por el cargo. Sin embargo, emerge la figura de Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), una especie de estrella de rock de la filosofía, con cargos docentes en Europa, formación de posgrado en universidades prestigiosas de otros rincones del mundo, pedante y con unas ínfulas de renovación para una cátedra anquilosada en cierto arcaísmo. Su presencia no solo atenta contra la posibilidad de Marcelo para ascender a titular de cátedra, sino que también profundiza sus inseguridades.

La linealidad de los géneros estipula que la historia de Puan debería encarrilarse por el tropo de dos personajes en las antípodas, en una disputa a muerte por un mismo objetivo. Más que una amenaza, Sujarchuk es para Marcelo un escenario latente de pérdida de la existencia. Como dice la viuda del titular: “Qué compulsión que tienen ustedes de atarse a la facultad como si ahí se terminara el mundo”, y eso es todo lo que tiene el protagonista. Más allá de su esposa, su hijo y un submundo cotidiano, su individualidad está jugada en ese reducto llamado aula. Es allí el único espacio donde él es capaz de demostrar una completa seguridad cuando expone y desarrolla los temas de la cursada. Ahora en la vida real es torpe, tímido y con muchas dificultades para socializar. 

Benjamín Naishtat en sus tres películas anteriores marcó su espectro de conciencia y sensibilidad social, desde una pronunciada mirada sobre la paranoia de la inseguridad, pasando por un ejercicio minimalista de la Argentina pre Roca hasta un policial ubicado a las puertas del inicio de la última Dictadura Militar. Mientras que María Alché en Familia sumergida (su único largo hasta ahora) había presentado una temática y una estética más arraigada al mundo de Lucrecia Martel, en términos de un personaje femenino roto en sus rutinas y anhelante de resetear su vida. Ambos directores confluyen en esta historia de un personaje obligado a dar el paso trascendental en aquello que representa su mundo. Puan, a modo de correlato, es una película política porque no solo desfilan en diálogos nombres como Rousseau, Hobbes, Platón, sino que también hay una militancia en la defensa de valores y postulados, porque si hay algo que se le crítica a la filosofía es su importancia en la praxis sobre aquello que es más urgente en la vida diaria. Aquí Alché y Naishtat ponen de relieve esa discusión con las peripecias de Marcelo y el contexto universitario argentino. Por supuesto, funciona para reflexionar acerca de una actualidad y un acechante futuro sombrío. 

(Argentina, 2023)

Guión y dirección: Benjamín Naishtat y María Alché. Elenco: Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Mara Bestelli, Alejandra Fletchner, Julieta Zylberberg, Camila Peralta, Cristina Banegas, Damián Dreizik. Producción: Federico Eibuszyc, Barbara Sarasola-Day, Christoph Friedel, Axel Kuschevatzky, Tatiana Leite, Claudia Steffen, Mathieu Verhaeghe, Thomas Verhaeghe, Giovani Pompili. Directora de fotografía: Hélène Louvart. Distribuidora: Digicine. Duración: 107 minutos.