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CRÍTICAS - CINE

Balada Triste de Trompeta, según Tomás Maito

La histriónica risa de la venganza

Balada Triste de Trompeta, el nuevo film de Álex de la Iglesia, es una de aquellas obras que a priori tienen todos los condimentos para ser interesantes: un realizador inteligente, buenos actores, una estética impecable y un argumento ligado entre la violencia, los tríos amorosos, lo bizarro, el pastiche cinematográfico, la intertextualidad artística y un contexto social y político que enmarca a la historia, el cual es denunciado de una manera correcta.

La cuestión es que la enumeración de tan determinantes aspectos, en el caso de que sean bien encadenados, deberían terminar en un film relativamente destacado, más teniendo en cuanta la prolífera carrera del director; pero en este caso la reciente obra del gran Álex deja algunos temas para reprochar, aunque con esto no se quiere decir que no sea una buena película, porque en términos generales lo es.

Como en Muertos de Risa con los personajes de Santiago Segura y El Gran Wyoming, en Balada Triste de Trompeta también habrá dos personajes antagónicos siempre al borde de la tragedia; Sergio (Antonio de la Torre), el payaso alegre de un circo, un tipo violento y desmesurado, y Javier (Carlos Areces), su contraparte triste, y por ende un hombre tímido e introvertido que se enamorará de Natalia (Carolina Bang), la trapecista de la compañía y novia del primero, lo cual generará más que un conflicto.

“Balada triste de trompeta, por un pasado que murió, y que llora, y que gime…”  pronunciaba el cantautor Raphael vestido de payaso en la película Sin un adiós de Vicente Escrivá; y luego de un presente trastornado y de un pasado aun peor, será cuando Javier entre en un cine y vea al músico en la pantalla, el cual en una simbiosis digna del cine dentro del cine, más un espejismo de su padre muerto, le darán al payaso más fuerza para matar y llenar sus entrañas de venganza, tal cual como le había dicho su progenitor que tenía que hacer cuando era un adolescente.

De la Iglesia propone una estética desgarradora con el film más oscuro de su carrera, el cual oscila lo barroco bien al estilo Tim Burton como en Batman o La Leyenda del Jinete Sin cabeza, en tanto que maneja ese típico y bizarro distintivo personal con semejanzas al kitsch y el atrevimiento de las primeras películas de Pedro Almodóvar como Matador y La Ley del Deseo; y más que nada se entabla en una mirada surrealista de los hechos, que sumada a la violencia y lo desenfrenado del film con la temática circense y pantomímica se produce un acercamiento notable con el universo de Alejandro Jodorowsky y films como Santa Sangre.

Balada Triste de Trompeta transcurre desde los orígenes de la Guerra Civil Española en dónde Javier era un niño hasta el asesinato del funcionario militar Luis Carrero Blanco por el terrorismo, y es muy inteligente por parte del film como todo lo trágico e incoherente que transcurre en torno a la narración es el reflejo de lo que fueron largos años nefastos en el país europeo bajo el predominio fascista de la dictadura de Francisco Franco.

El film es correcto en la mayoría de sus aspectos, pero queda la sensación de que el director podría haber explotado más su faceta bizarra, ya que por las características de los personajes y las acciones que transcurren estaba todo dado para que sucediera; parece que la obra es más trágica que grotesca, y aunque no este mal que se le haya dado ese tono, le falta ese acento más grotesco de films anteriores como El Día de la Bestia o el desquicio desenfrenado de Perdita Durango.

Balada Triste de Trompeta es notable estéticamente y sus actores encarnan de gran manera a los personajes de la fábula, pero queda en el debe esa ilusión de que de la Iglesia podría haber jugado más con el pastiche que propone entre cine, violencia, sexo, surrealismo, política, entre otras cosas más, para poder hacer del film una historia un tanto más dinámica, ya que a pesar de tener escenas memorables, por momentos el hilo narrativo decae; aunque de todas maneras es para celebrar que el artista español haya vuelto a sus orígenes tras el correcto, pero intrascendente thriller Los Crímenes de Oxford que había filmado en Gran Bretaña.

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