The Bookshop, de Isabel Coixet (España, Reino Unido, Alemania, 2017) Gala especial.
Cualquier amante de los libros pondría muchas expectativas en ver The Bookshop. La película de Isabel Coixet, basada en la novela de Penelope Fitzgerald, muestra el arduo trabajo de una mujer a fines de la década del 50 para montar una librería en la pequeña ciudad inglesa de Hardborough. Su amor por los libros (vínculo entrañable con su marido fallecido en la guerra) la guía en una lucha contra el prejuicio de la época, propio de las capitales y su grandes elites. Con solo dos aliados, una empleada menor de edad y un viejo ermitaño que rompe su encierro para conocerla, se resiste al establishment local y establece así su negocio en una vieja casa.
El pozo en el que cae la película surge de la oposición incomprensible que sufre Florence Green (Emily Mortimer). Ingenua y de buen corazón literario, termina “pasándose de bondad”; su posición en el relato no termina de cerrar. La principal oponente de Florence, Violet Garmant (Patricia Clarkson), resulta ser una contrafigura femenina con tanto peso e influencia que la cuestión de género se termina desdibujando. Por otro lado, hay un exceso de dulzura forzada en todo el film, desde la narración en off hasta hasta la carencia de matices que presenta Florence como personaje. Su amor por los libros termina siendo más una excusa para mostrar su historia que un verdadero intertexto literario que aporte a darle otra vuelta al relato. Un ritmo distinto se marca desde los personajes de Edmund (Bill Nighy) y Christine (Honor Kneafsey), que cortan la línea empalagosa con un poco de humor.
Black 47, de Lance Daly (Irlanda, Luxemburgo, 2018) Fuera de competencia.
Durante de la guerra en Afganistán, Martin Feeney (James Frecheville) vuelve a su pueblo en Irlanda, desertando del ejército británico. La realidad de lo que ve, entre el hambre y la muerte, lo sobrepasa de manera tal que se vuelve un forajido de la ley y comienza a vengarse de todos los que desencadenaron la miseria de su familia. Ello deriva en un accionar masivo contra el imperialismo ingles corrupto y explotador, que usa el pretexto de la guerra. Como historia entrecruzada está la de su captor (Hugo Weaving), un inspector venido a menos que es contratado por los ingleses para capturar a Feeney, pues ambos pelearon juntos en Afganistán.
Lance Daly acierta en la crudeza, la sordidez y la frialdad del tono narrativo. Desde su dirección de actores hasta sus recortes del árido paisaje irlandés, muestra un terreno que de a poco está siendo absorbido por una potencia más grande, arrastrando a sus habitantes. Puede caer en la trampa de ser una película meramente sangrienta pero no es difícil darse cuenta de que tiene mucho más para decir. No resulta un detalle menor el uso que hace del lenguaje ya que se observa una batalla constante entre cuál es el idioma que se habla entre los personajes. Reflejo de dos identidades que quieren ser integradas (o sometidas) a la fuerza y no dejan de colisionar.
Este malentendido vertebral pretende hablar del conflicto duradero entre ambos países, la violencia que conlleva esa unión. Claramente desde un punto de vista irlandés pero sin obviedades patrióticas y heroicas, lo que empieza siendo una suerte de Robin Hood desemboca en alusión a la famosa soberbia inglesa. No olvidemos que estamos en la Berlinale y la traición británica del Brexit está a flor de piel para los alemanes.
© Marina Ceppi, 2018 | @marceppi
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