Tu destino es como el mío,
si eres vela, yo soy viento,
si eres cauce, yo soy río,
si eres llaga, yo lamento.
Nadie habló de enamorarnos
pero Dios así lo quiso
y tan solo de tratar
nos ha nacido un compromiso.
LOS TIGRES DE PARQUE CENTENARIO
En Último recurso –la película anterior de Matías Szulanski-, María Villar y Tamara Leschner cruzaban la ciudad en moto buscando viejos suplementos deportivos que dieran cuenta de un misterioso primer Mundial de fútbol que hubiera convertido a estrella argentina de 2022 en la cuarta. Por alguna razón, aquel Mundial había quedado oculto de las páginas de la Historia. El enigma no se resolvía, pero las protagonistas terminaban en Café San Bernardo (si de algo no reniega el cine de Szulanski, es de su porteñidad) consiguiendo algo tan o más valioso: una extraña amistad y, fundamentalmente, recobrar el espíritu aventurero en una metrópoli que a veces resulta tremendamente aburrida.
Berta y Pablo pareciera partir de una premisa muy parecida, a la vez que la reduce (formal y narrativamente) a la mínima expresión. La protagonista es Carolina (Ana Skornik, con ese tipo de fotogenia tan cara a la sensibilidad indie), una joven que viaja de Montevideo a Buenos Aires. Su abuela Berta, con la cual no mantenía demasiado vínculo, acaba de fallecer y aprovecha la ocasión para tomar distancia de su novio, que le ha propuesto casarse. Hospedada en casa de su amiga Flor (Inés Urdinez), con quien tiene un proyecto musical, Carolina visita la casa de Berta y descubre, sin sorpresa, que sus primas ya se repartieron sus mejores posesiones. Quedan vinilos, libros y un cuadro muy feo, todos de escaso valor.
Carolina se lleva todo y, mientras intenta convertir esos recuerdos en plata, descubre un secreto: entre las páginas de un desgajado ejemplar de El corsario negro de Emilio Salgari (autor emblema de la mítica Colección Robin Hood), hay unas palabras garabateadas con un mensaje de amor. El firmante es un desconocido llamado Pablo; la receptora es ni más ni menos que Berta, la abuela fallecida.
Algo del espíritu de aquellos garabatos permea, en el mejor de los sentidos posibles, toda la película. Los títulos de inicio y fin, escritos a mano sobre hojas rayadas, instauran una inmediatez y una urgencia que se traslada a todo el registro de la imagen. La textura ruidosa, registrada con una handycam, remite a la primera década del mumblecore, la de Hannah Takes the Stairs y Funny Ha Ha. Szulanski (que también oficia de camarógrafo) zoomea y panea, siguiendo a su protagonista a través de una Buenos Aires caótica, abúlica y totalmente desentendida del pasado mientras Carolina intenta reconstruir la correspondencia entre Berta y Pablo, codificada entre las páginas de Salgari.
Al igual que en su película anterior (en el que la Biblioteca Nacional escondía pistas sobre aquel Mundial misterioso) acá son los puestos de Parque Rivadavia y Centenario, junto con la legendaria librería Mono Sabio de Martínez, los que pueden echar luz sobre ese amor casi borrado. Berta y Pablo no es una mera invitación a la lectura, a hojear, a mirar las cosas más de cerca; también es una invitación a recordar que las historias importan en la medida que podemos convertirlas en la nuestra. “Somos los mejores personajes de Salgari”, decreta Pablo en uno de sus mensajes amorosos. Antes de que la película termine, algo de ese amor encriptado repercutirá en Carolina y, tal vez, cambie su perspectiva con respecto a su relación y su futuro. La película opta por no clausurarlo. Tal vez sea parte de otra historia, o de la nuestra.
Dirección: Matías Szulanski. Guion: Matías Szulanski, Jenni Merla. Elenco: Ana Skornik, Inés Urdinez, Camila Buch, Paulo Pécora, Valentina D’Emilio. Producción: Matías Szulanski, Bernardo Szulanski. Duración: 61 minutos.
1 comentario en “Berta y Pablo”
mas de este cine, menos del cine formateado por plataformas
el futur de cine local por estos años viene por acá