TRES TEORÍAS DE POR QUÉ COMPRAMOS UN MONO
“Nadie sabe nada”, dijo una vez William Goldman, un conocido guionista de Hollywood, para referirse a cómo nunca puede saberse si una película será exitosa o no. Es una frase que quizás haya sido más cierta en el SXX que en el SXXI. Si hay algo que ha sabido lamentablemente el Hollywood de los últimos 25 años es que un marketing feroz y políticas canallas de distribución, aseguran que al menos ciertas películas tengan un piso de éxito casi siempre garantizado. Pero también es verdad que, a veces, surgen fracasos de taquilla inexplicables, provenientes de filmes demasiado generosos, demasiado entretenidos, como para pensar que pudieran generar rechazo o desinterés en el público. Better Man parece ser uno de esos casos. Como película uno pensaría que tenía todo para triunfar. Fórmulas exitosas ya probadas como era el biopic de una estrella pop, el maravilloso video de Rock DJ que se había hecho viral, un trailer potente, a Robbie Williams promocionando la película etc…
Pero ahí está Better Man, con sus apenas 20 millones de recaudación con un costo de 110, haciéndonos pensar que quizás hubo cosas que no atrajeron. Quizás Williams no tiene la popularidad de antaño, quizás hay un público que se saturó de los musicales, o quizás también había una desconfianza por parte del parte del público de que no podía entrar uno en un relato que tiene a un mono digital como protagonista.
Y sin embargo, lo aseguro, lo primero que llama la atención de Better Man, es lo fácil que resulta entrar en ese verosímil, sin importar si la película adopta un tono cómico o melodramático. Aceptamos sin problemas al mono bailando con una dama en una escena romántica, como también al mono llorando por el fallecimiento de su abuela en Angel o cantando Feel para lamentarse del abandono de su padre.
La primera teoría es que estamos ante un musical, el más artificial de todos los géneros. Si aceptamos fácilmente que estamos en una película donde la gente canta y baila de la nada, ¿por qué no aceptar que un mono sea el protagonista?
Sin embargo, Better Man no es cualquier musical. Me atrevería a decir que es el mejor desde que a Spielberg se le ocurriera, por primera y —según él mismo dijo— última vez, abordar el género con su versión de West Side Story. Se trata de esa clase de musicales que piensan atentamente cada número, otorgándole una característica determinada, un tono específico acorde con lo que se está narrando. Un musical que filma el número de Rock DJ en un (falso) plano secuencia para plasmar el espíritu vertiginoso de un joven embriagado con la promesa del éxito (y tan desatado que, sin darse cuenta, golpea a quienes lo rodean), pero que también entiende que el número de Angel, que conmemora la muerte de su abuela, solo puede apelar a la quietud total de su protagonista. Que filma She’s the One, la canción que representa su romance con Nicole Appleton, contraponiendo en un montaje virtuoso el idilio de la canción con la triste realidad de una tragedia posterior para mostrar la distancia entre los sueños de juventud y una realidad mucho más cruda de lo que esperaban, y que convierte Let Me Entertain You en una secuencia lisérgica y alocada que mezcla coreografía con un Robbie Williams asesinando diferentes versiones de sí mismo.
En algún punto, sospecho que hay una ironía escondida en aquel número de Let Me Entertain You: es un momento en el que la película parece asumir que parte del espectáculo que ofrece esta película radica en ver el dolor de una estrella perdiéndose a sí misma, cayendo en todos los infiernos posibles para luego intentar redimirse.
Vayamos entonces a la segunda teoría por la que aceptamos a un mono como protagonista: Better Man es, después de todo, un biopic. Aquel género cuyos clichés, elaborados por Hollywood, nos hicieron creer tantas veces que una vida podía resumirse en una serie de lugares comunes: la historia del hombre excepcional e incomprendido que en algún momento debe esforzarse por hacerse notar, luego por mantenerse en la cima, cometer un par de errores, redimirse y finalmente contemplar su trascendencia.
Es un truco viejo que se ha aplicado a la vida de científicos, políticos y artistas que han pasado por esta fórmula, tan falsa como un musical.
Si aceptamos que hay un mono como protagonista, es porque también aceptamos que la vida de Robbie Williams puede encajar en el típico cliché del artista de rock. Así, lo vemos de niño y de adolescente, vemos cómo lo subvaloran, cómo alcanza la cima a pesar de ello, cómo su fama se vuelve imparable pero cada vez más abrumadora, cómo cae en las adicciones, comete torpezas y bajezas, se deja consumir por el ego, queda solo y, al final, en su miseria y su riqueza, decide redimirse de alguna manera. No hay que buscar mucho para encontrar ejemplos similares: ahí están Bohemian Rhapsody y Rocketman como prueba de la misma fórmula.
Y sin embargo, hay algo distinto acá. Mientras en esas películas se nos invita a participar de los grandes logros artísticos y populares de sus protagonistas, Better Man estructura su narración de una manera que parece mezquinarnos esa euforia. En su primera mitad, Better Man es especialmente narrativa. En poco menos de 40 minutos, nos cuenta la infancia, la adolescencia, su incorporación a Take That, los conflictos con los demás miembros, su adicción a las drogas, su depresión, sus peleas y hasta su historia de amor. Hasta ese momento, lo que brilla por su ausencia es la “venganza” de Williams: su oportunidad de demostrarle a quienes no creyeron en él de que puede ser un cantante solista solista, que puede escribir y componer canciones, que puede ser tan o más popular que la banda que lo hizo famoso y restregarle eso tanto a Gary Barlow (el miembro de Take That que componía las canciones y lo despreciaba) como al mánager que lo maltrataba.
Cualquier persona sabe que Williams logró su cometido, que su fama superó ampliamente la de Take That. Por ende, uno espera que ese momento de triunfo se disfrute antes de dar paso a la decadencia. Sin embargo, en uno de los giros más brillantes de la película, eso no sucede. Williams alcanza picos de fama, sí, pero no hay un recorrido de sus discos ni de sus hits. En ese punto, se nos informa de su éxito avasallante, pero este se pierde entre largas escenas de autodestrucción y angustia. La narración, que hasta entonces había sido acelerada, se vuelve intencionadamente lisérgica, pantanosa, más psicológica. Lo que destaca no es su ascenso, sino su vacío, porque lo que la película quiere mostrar no es tanto el éxito como el hecho de que este no le satisface en absoluto.
Después de todo, Better Man es un cuento de maduración, algo que en cierto sentido lo emparenta con los cuentos de hadas. Y aquí aparece la tercera, quizás la razón más definitiva por la que aceptamos al mono. Better Man tiene mucho de ese tipo de relatos: la historia de un niño llamado a la aventura de la fama, que —como tantos personajes de cuentos de hadas— pierde a su padre o a su madre (en este caso, por abandono), que tiene un buen y un mal camino bien marcados a partir de las figuras de un padre superficial y una abuela angelical que le dan consejos opuestos (que la fama lo es todo, por un lado; que lo que hace valiosa a una persona es su corazón, por el otro). El protagonista cae en el camino malo hasta que logra redimirse y convertirse en alguien mejor.
El mono simboliza varias cosas: es el chiste de un personaje que se siente como un salvaje, es la representación obvia de un animal chistoso, nacido para el espectáculo, también es obviamente el chiste de poner a un mono de protagonista en una película que habla explícitamente de un hombre; pero también es el típico personaje de los cuentos de hadas, fuera de la norma e igual a todos a la vez. Que Robbie Williams se imagine como un mono solo acentúa esta idea: verse como un hombre-animal, como una criatura extraña y excepcional, no es distinto a imaginarse como la chica más hermosa del mundo con piel blanca como la nieve, un niño del tamaño de un pulgar o un niño erizo. Al final, Better Man es la historia de un chico excepcional que se pierde solo para descubrir, como Dorothy en El mago de Oz o Hansel y Gretel, que la única solución es volver a sus raíces para encontrarse a sí mismo.
Y sin embargo, si lo tomamos como un cuento de hadas, hay algo distinto en Better Man. Ya que lo que estamos viendo es una autobiografía que encuentra en el cuento de hadas una forma de poder expresar los miedos, las culpas y las posibles redenciones de un protagonista torturado.
No es extraño que el relato sea así. Su protagonista es quien nos cuenta la historia y quien nos dice también, hacia el final de la película, que sin importar los años que tiene él todavía sigue siendo aquel chico inmadura de 15 años que conoció la fama por primera vez. Que una persona inmadura encuentre en un relato similar a un cuento de hadas una forma de entender su vida es algo más bien esperable.
Lo que no era esperable en todo caso es que este film que pudo haber sido un mero egotrip insufrible y perezoso al servicio de levantar o agrandar la popularidad una estrella tenga estos niveles de imaginación y sofisticación.
Habría que volver a la frase que inaugura este escrito entonces y ampliarla a otras cosas. Es verdad, como diría William Goldman, en esta industria “nadie sabe nada”, pero a veces ese saber no sólo se reduce a la taquilla sino también a los resultados. A veces, en el cine, la sumatoria de nombres grandes y tramas atractivas pueden dar desastres, y a veces como en este caso, ciertas ideas aparentemente desafortunadas y puntos de partida llenos de clichés, pueden construir películas hermosas.
A quien le importa al fin y al cabo los números de taquilla cuando se tiene algo como Better Man: película intensa, hermosa y feliz, es un recordatorio de que el buen cine, a veces incluso el gran cine, puede aparecer en formas insospechadas.
(Reino Unido, Estados Unidos, China, Francia, Australia, 2024)
Dirección: Michael Gracey. Guion: Simon Gleeson, Oliver Cole, Michael Gracey. Elenco: Robbie Williams, Jonno Davies, Steve Pemberton, Alison Steadman. Producción: Paul Currie, Jules Daly, Michael Gracey, Coco Xiaolu Ma, Craig McMahon. Duración: 135 minutos.
1 comentario en “Better Man: La historia de Robbie Williams”
La película es excelente, una pena que no tenga el éxito que merece en los cines. La recomiendo 100%