UNA PELÍCULA QUE NO CAMINA
The Long Walk es una película dispareja. Estrenada en Argentina como Camina o muere, la trama va de un grupo de jóvenes muchachos que han participado en un sorteo para competir en “la gran marcha”, un evento organizado por el ejército de los Estados Unidos donde deben caminar muchos, muchos kilómetros, hasta que solo quede uno de ellos.
Sobre esta premisa general la película nos introduce por una vía diagonal: un hijo y una madre en un auto, un silencio cargado de melancolía y el campo a los costados de la ruta. En este comienzo íntimo, contemplamos un desolado panorama, calmo antes de la tormenta, contenido. La película nos prometió un plato pesado. El inicio es más propio de un drama, algo minimalista en su despliegue y sin el tono de épica que en las previas películas de Lawrence (director detrás de la saga Los juegos del hambre) constituía la existencia en un mundo distópico.
Luego de una discusión y una despedida emotiva, Ray Garraty abandona a su madre para ingresar al evento. Es en la entrada donde conoce a Pete McVries, un muchacho con quien congenia de inmediato. Y luego, estos dos se presentan a aquellos otros jóvenes seleccionados, algunos de los cuales conversan y algunos que solo miran en silencio. Hablan de la carrera, hablan de sus estrategias para ganar. En este punto, la película no se refiere a la marcha como algo extraordinario más allá de lo que podría ser un evento atlético. La presencia militar y la tensión que no obstante parece reinar el ambiente son indicios de eso que todos sabemos por el título de la película.
Esta forma en que la película comienza nos acerca a nuestros personajes a través de la empatía y de un drama, con una secuencia narrativa que presenta de forma cotidiana una situación extraordinaria. Cuando el general (Mark Hamill, que aparece pocas veces y en cada momento hace lo mismo), aquel a cargo de la caminata, se presenta a los competidores y da su discurso, presenta las reglas de la carrera de una manera normal: habla de llamados de atención por bajar de la velocidad permitida, acumulables hasta 3 veces antes de ser multado. El ganador es quien llegue a la meta o dure más que el resto. Bien podría tratarse de una carrera normal. Así es que la película se introduce por los personajes y sus dramas y las relaciones que establecen, construye un fuera de campo respecto de la empresa por afrontar y desplaza la tensión y el suspenso hacia la inminente marcha mortal. El título explicita esta premisa de una manera que en la película no se hace: Camina o muere. Ya empatizamos con los personajes, jerarquizados claramente en función de Ray, protagonista, y progresivamente Pete.
Cabe mencionar que el reparto de estos compañeros de caminata tiene el beneficio de la duda en la presentación, donde hay evidentes clichés en el casting y la caracterización de un “crisol” de etnias y etiquetas socioculturales para la generación contemporánea norteamericana. Sin embargo, nunca se desarrolla más allá de eso y este es uno de los principales puntos flojos del film: su desestructuración rápida y evidente por el flojo trabajo de los personajes y del fuera de campo. Lo que comienza bajo el punto de vista de Ray se focaliza en el grupo y más específicamente en Ray-Pete, la dupla central; aquellos otros personajes que más o menos conforman alianza con ellos son Hank, un pequeño asiático-americano, y Arthur, un afroamericano católico. Hay otros personajes que en oposición y cambiando a lo largo de la trama ocupan lugares de reparto, siendo Stebbins, un competidor que parece Tom Sawyer en esteroides, un cliché de un malhumorado tipo rudo, callado, pero que resulta ser más afable al final. Y así tenemos a otros personajes que son estereotipos en su presentación y que se constituyen como tales al no profundizar la película en momentos donde el punto de vista sea el de ellos, donde sepamos algo acerca del carácter de ellos que no sea exactamente lo que la película ya nos está mostrando.
En este aspecto, la dinámica de grupo y de cómo este intenta resistir y afrontar la caminata y lo que conlleva se asemeja a la retórica televisiva de la sitcom más que al cine: hay personajes cuya funcionalidad a la narrativa es evidente y superficial, y que aparecen cada tanto para hacer más pintoresca la caricatura social del film. Esta caricatura va desde sus personajes protagónicos hasta el villano de Hamill, una caricatura vil, burda y a gritos, de un coronel y líder autoritario que todavía debe en su discurso explicar con diálogos que parecen sacados de Twitter por qué realizan hace más de 30 años “la larga marcha”. Esta necesidad de la película de hacer un statement la vuelve únicamente eso, despojándola de las armas propias del cine y la narrativa distópica para intentar una panfletaria declaración ideológica. Los personajes secundarios nunca merecen un lugar más allá del cliché y la caricatura, el ritmo narrativo del film cae porque nada se aporta a la otra punta de la película, que es la relación entre Ray y el coronel, donde el personaje de Pete entra en la balanza como una especie de voz pacificadora en esta subtrama que se cuece y de la cual hay indicios en los diálogos iniciales entre Ray y su madre en el auto.
Este otro elemento que es el que lleva la batuta del personaje de Ray y en definitiva de la película nunca logra equilibrarse luego de una efectiva inserción sigilosa en la primera parte del film, pero es lógico si se ve que la película luego de ese primer acto pierde el equilibrio en general. La violencia en pantalla está mal ejecutada en la dirección puesto que actúa como mero gancho de morbo, sin ser jamás atroz ni por asomo, y yendo a contramano de lo que el film parece querer construir como crítica estética de una sociedad que se excita con la miseria ajena (ver cómo los periodistas se apilan al final del sádico evento para recibir a un ganador); el primer momento gráfico está planteado bien pero se ve trucho, pierde poder de impacto, y a partir de allí no hay un criterio de dirección respecto de aquello que pasa fuera de campo, a pesar de que los personajes deciden no ver las muertes. La película parece tener un discurso respecto de la violencia pero el director es sádico y arroja escatología y violencia desmotivada; está filmada a contramano de la puesta en escena y los planteos estéticos de un film que se pretende declaración política.
Más cerca del teatro filmado que del cine, Camina o muere falla en construir el relato, falla en construir una mirada concreta del mundo y de los temas que en teoría abarca, y termina por caer en todos los agujeros posibles que le esperaban en el camino. Es finalmente una víctima de su propia trampa, pues los excesos discursivos y panfletarios del film en múltiples elementos son lo que terminan por anular su discurso y neutralizar a la película como un producto genérico más (no de género pero genérico en sí).
(Estados Unidos, Canadá, 2025)
Dirección: Francis Lawrence. Guion: JT Mollner. Elenco: Cooper Hoffman, David Jonsson, Ben Wang, Garrett Wareing, Mark Hamill. Producción: Francis Lawrence, Steven Schneider, Roy Lee, Cameron MacConomy. Duración: 108 minutos.