Los fines de los años cincuenta marcaron el comienzo de un verdadero movimiento cinematográfico, cuando un grupo de redactores de la famosa revista Cahiers du cinema se lanzaron a la realización cinematográfica.
No fue obra de un líder sino de un grupo de futuros cineastas, entre los cuales sobresalen Truffaut, Chabrol y Godard. Este último, con cierta experiencia en el cortometraje, debutó en 1960 con A bout de soufflé (Sin aliento), que en su momento se presentó en el Festival de Cannes.
El guion de ese film fue escrito a seis manos por los tres mencionados pioneros de la Nouvelle Vague. La historia tenía a dos personajes centrales: un joven delincuente, Michel Pioccard y su pareja, Patricia Franchini, interpretados respectivamente por Jean Paul Belmondo, con una decena de largometrajes en su haber y la norteamericana Jean Seberg, descubierta por Otto Preminger, ya que debutó con Juana de Arco en 1957, a la que siguió inmediatamente Bonjour tristesse (1958).
La película de Richard Linklater no es una nueva versión de la película de Godard, sino un relato fidedigno de lo que fue su filmación. Para ello eligió un formato similar (y en blanco y negro) a la obra inicial del director de Pierrot le Fou, recordable entre otras obras porque en 1965, volvió a contar con Jean Paul Belmondo.
Uno de los problemas que seguramente encontró Linklater (el proyecto de filmar Nouvelle vague ya venía rondando en su cabeza hace una docena de años) fue encontrar a los actores que debían personificar al dúo central y al director. El increíblemente casi debutante Guilaume Marbeck interpreta a este último con gran parecido físico, haciendo creíble que es a Godard a quien estamos visionando, gracias a un cuidado vestuario y los clásicos anteojos oscuros, pero por sobre todo recreando su actitud caprichosa y altanera, durante la dirección de su obra inicial. Muy difícil debe haber resultado elegir una intérprete que personificara con justeza a la trágica Jean Seberg, que murió a los cuarenta años (1980) por una sobredosis de barbitúricos. Zoey Deutch (Juror #2) logra el milagro de hacernos sentir que estamos viendo a la bella actriz, pero además su caracterización no elude señalar que, como enfatiza Linklater, Seberg no soportaba al director. El tercer actor es Aubry Dullin, otro debutante en el largometraje, donde si bien su parecido físico es razonable, su actuación está un paso por detrás dentro del trío central interpretativo.
La película de Linklater por momentos adopta un tono cercano al documental (es menos un docudrama), ya que se ocupa mayormente de los vaivenes que sufrió la filmación de Sin aliento, más que de los vínculos entre los tres actores. Hace fuerte hincapié en la figura de Godard, como lo prueba el hecho de que van apareciendo varios directores amigos de la nouvelle vague (para delicia de los cinéfilos), como RIvette, Chabrol y Truffaut (identificando a cada uno con un cartelito). Pero no se limita a ellos ya que también pasan por la pantalla otras figuras notables como Roberto Rossellini, Robert Bresson, Jean Pierre Melville, Pierre Rissient y Michel Coutard, uno de sus fotógrafos preferidos, en algunas escenas de cierta comicidad.
En el film hay varias citas de frases notables de Godard. Rescatamos por ejemplo una en que afirmaba: “las películas tienen un principio, una parte intermedia y un final, aunque no necesariamente en ese orden”. O también: “el arte es o la revolución o el plagio”.
La elección de Linklater como director del film es muy acertada ya que es uno de los realizadores norteamericanos más “europeos”, como lo demuestra la célebre trilogía con Julie Delpy y Ethan Hawke, el segundo de cuyos tres largometrajes fue filmado también, nada menos, en París.
(Francia, Estados Unidos, 2025)
Dirección: Richard Linklater. Guion: Holly Gent, Vincent Palmo Jr. Elenco: Guillaume Marbeck, Zoey Deutch, Aubry Dullin, Adrien Rouyard. Producción: 105 minutos.