Tacos altos número 43
“Qué bien se mueven arriba de los tacos” es el comentario que se repite a lo largo y a lo ancho de las filas de espectadores invitados a esta tertulia en el Picadilly, que ven desfilar ante sus ojos a una corte de coquetísimas mujeres que –bajo capas de maquillaje y pelucas bien peinadas- esconden a grandes hombres de la escena nacional. Difícil es entonces sustraerse al embrujo que bien expresa Muscari, el de la “seducción de ver a esos varones en tacos altos”. Casa Valentina cuenta con el acierto de una buena adaptación –que no pretende meter ese ruido que producen los argentinismos pero que conserva al mismo tiempo una buena dosis de expresiones nuestras que son la sal y pimienta de un guión- y trata a la vez de buscar un punto de acercamiento entre lo histórico y lo actual, al incorporar vestuario y coreografías con música del presente.
El argumento parece en principio simple, y hasta que el espectador no comprende la gravedad que conllevan las decisiones que se tomarán durante ese caluroso fin de semana en el campo la historia queda solo en la hilaridad y el prejuicio hacia esos hombres que se visten de mujeres. Pero al comenzar a abrir las mamushkas se ve una trama en donde estos crossdressers –así se conoce a los hombres que tienen y concretan la fantasía de vestirse de mujeres- enfrentan al doloroso prejuicio de aceptarse a otros y a ellos mismos, en una época en donde la homosexualidad era considerada una enfermedad psiquiátrica. Como asumidos heterosexuales, la posibilidad de crear una asociación que los visibilice aterra a unos; mientras que la “necesidad” de aclarar que no son homosexuales indigna a otros, y allí es donde el conflicto asoma y la obra toma un giro político.
Los actores travestidos asumen identidades glamorosas, grandilocuentes, tímidas o suspicaces dependiendo de quién se trate. No tan basados en un clima de época, pero sí poniendo el acento en esa capacidad de poder ser tan solo hombres expresando su femineidad, los matices interpretativos entre Vena y Scarpino o entre Ramos y Serrano son los que conforman un excelente team de señoras respetables, que hasta se dan el lujo de organizar una pequeña fiesta en donde se desencadenará la tragedia. María Leal y Mariela Asensio le ponen el cuerpo al arco femenino, una en su papel de mujer que apoya y (cree) entender la inclinación de su marido; y la otra, que en su juventud cuestiona y aborrece las preferencias de su padre. Mientras el Jardín del Edén se desmorona, una búsqueda interna y externa se desarrolla entre los protagonistas, que no pueden evitar medir con distinta vara su conducta y la de los otros.
Como todo intento de acercar temáticas complejas al mainstream, Casa Valentina se ubica a caballo entre el teatro comercial y el under, entre el compromiso político y la hilaridad de los varones en bombacha. Pero el público no es tonto, y tras la pretendida liviandad puede percibir el conflicto de época y lograr un acercamiento hacia realidades hoy tal vez más cotidianas y aceptadas, pero que hasta hace no mucho tiempo eran percibidas como decididas conductas desviadas.
Teatro: Picadilly Teatro – Av. Corrientes 1524 – C.A.B.A.
Funciones: Miércoles, jueves y viernes 21 hs – Sábados 20.30 y 22 hs – Domingos 20.30 hs
Entrada: Desde $350
Por Pilar González
Autoría: Harvey Fierstein. Versión: Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Dirección: José María Muscari. Escenografía: René Diviu. Vestuario: Pablo Battaglia. Diseño e iluminación: Marcelo Cuervo y Asociado Marcelo Soto. Diseño de peinados y maquillaje: Eddy Rodríguez. Dirección de producción: Lito Gras. Producción general: Javier Faroni. Actúan: Gustavo Garzón, Pepe Novoa, Boy Olmi, Diego Ramos, Nicolás Scarpino, Roly Serrano, Fabián Vena, María Leal y Mariela Asensio. Prensa: Martina Valía.