Las obsesiones de un genio perverso
Serge Gainsbourg era un hombre de intereses múltiples. Si bien su faceta artística más trascendental se desarrolló en el campo de la canción, también incursionó en el cine como compositor de bandas sonoras, actor y director. A veinte años de su muerte y durante la primera quincena de este mes, el IFT le dedica un ciclo con la proyección de las cuatro películas que dirigió. El jueves 15 tuvo lugar la primera entrega, compuesta por Équateur, de 1983, y Stan The Flasher, de 1990.
Escandaloso, degenerado, borracho, fumador, mujeriego, el orejón indecente de París vivió su vida con una intensidad implacable. Nada ni nadie lo detuvo, ni siquiera un Vaticano indignado por los sonidos orgásmicos de Jane Birkin en Je t’Aime… Moi Non Plus. Su carrera registraría otras controversias, como su versión reggae de La Marsellesa, o la interpretación de Lemon Incest junto a su hija Charlotte. En los últimos años de su vida se convirtió En “Gainsbarre”, una especie de alter ego aun más ebrio y decrépito que él. Murió en 1991, a los 62 años, después de sufrir varias crisis cardíacas.
Sus películas no tuvieron mucho éxito. Era obvio que no lo tendrían. Homosexualidad, incesto y exhibicionismo eran algunos de los temas abordados por el francés. Équateur fue originalmente estrenada en el Festival de Cannes, donde fue abucheada. No obstante, se trata de una pieza interesante y perturbadora. Timar (Francis Huster) viaja a la África negra para hacer negocios, como tantos otros hombres de países colonizadores. Una vez allí conoce a Adele (Barbara Sukowa), una intrigante femme fatale alemana con la que se acuesta de inmediato. El protagonista se obsesiona con la mujer hasta que descubre que es una asesina. Son esos momentos de intimidad entre ambos los que la cámara de Gainsbourg, genio del erotismo, sabe captar más acertadamente. A medida que avanza el relato su atmósfera se torna cada vez más febril y sofocante, confundiendo realidad con alucinación. Los débiles susurros provenientes de cuerpos transpirados y pegajosos que se retuercen y hierven bajo el calor infernal de la noche africana se convierten en alaridos de angustia. Por momentos el film parece regocijarse con esta agonía de sus personajes. Más allá de los cantos tribales que musicalizan las largas secuencias a través del río, lo que se impone aquí es el silencio y el asco, propios del desprecio que se dispensan entre sí las criaturas de esta mórbida historia.
En Stan the Flasher Claude Berri interpreta a una especie de Humbert Humbert pasado de rosca que de vez en cuando sale por ahí a exhibir sus genitales. Incapaz de satisfacer sexualmente a su esposa, el hombre comienza a mirar de manera lasciva a sus jóvenes alumnas. Estas cuestiones que desvelan al director quedan plasmadas por la hermosa primera imagen del film, en la que un grupo de bellas colegialas tomadas en contrapicado reposa abúlicamente sobre una escalinata. La primera de ellas se acomoda el pelo en ralentí y mira con desinterés a la cámara. Casi describiendo estos movimientos, la etérea banda sonora parece revelar un estado de nirvana perverso. Gainsbourg puro.
El ciclo continuará el próximo jueves con la proyección de Charlotte For Ever (1986) y Jet T’ Aime Moi Non Plus (1976), las dos películas más conocidas de esta breve filmografía. Si hay algo que jamás se le podría reprochar a Gainsbourg es no haber sido fiel a su sensibilidad en todo momento. La vida que llevó como artista fue absolutamente inseparable de su vida como persona, y la obra que dejó lo demuestra. Esta desaforada simbiosis, sin dudas, lo llevó a autodestruirse progresivamente. Nada ni nadie podría haberlo hecho por él.
Ciclo Serge Gainsbourg. Jueves 15 y Jueves 22 de Septiembre a las 18 hs, Teatro IFT (Boulogne Sur Mer 547).
