Brad Pitt vs. los nazis.
El cine bélico es un género sumamente extenso dentro de la filmografía estadounidense. Un país que desde el celuloide ha retratando hasta el hartazgo hechos de la naturaleza más violenta en campañas que lo vieron victorioso así como en otras en que la suerte no estuvo de su lado: es un tipo de cine que constatemente produce nuevas obras. En el caso de Corazones de Hierro (Fury, 2014), David Ayer se propuso llevar a la pantalla un relato sobre la vida de cinco individuos que conviven dentro de un tanque de guerra norteamericano durante el tramo final de la Segunda Guerra Mundial y el infierno con el que se ven forzados a convivir día a día.
Brad Pitt interpreta al hombre que está al mando dentro de este grupo de soldados que combaten en suelo alemán a las fuerzas casi menguantes del ejército nazi, interpretando a un personaje que canaliza ciertos aspectos del Teniente Aldo Raine de Bastardos sin Gloria (Inglorious Basters, 2009), pero sin el costado irónico y gracioso. El Brad Pitt estrella -quien es también productor ejecutivo en este caso- eclipsa todo a su alrededor y su espíritu invade la ficción, lo que resulta en la concepción de un personaje que se percibe imbatible y con una respuesta para todo. El star system en su máxima expresión. El resto de los soldados representa a esos clichés que solemos ver en todas y cada una de las películas de este género: LaBeouf interpretará al cristiano religioso, Bernthal al bruto amante de la violencia, Peña será el chicano latino, y Lerman hará las veces de soldado recién caído en el séptimo infierno que deberá unirse al grupo a causa de una repentina baja y aprender a hacerse duro para poder sobrellevar la experiencia.
El director Ayer viene de una familia con una larga tradición dentro del ejército y hoy cambia la escenografía urbana de los barrios bajos de Los Angeles de sus films anteriores como En la Mira (End of Watch, 2012) y Reyes de la Calle (Street Kings, 2008), para trasladar lo mejor y -más que nada- lo peor de la condición humana cuando es expuesta a situaciones extremas dentro del escenario bélico más grande del siglo pasado. El problema reside justamente en que ese reflejo de la convivencia entre soldados no logra escapar de los clichés y el acartonamiento de los personajes, que ya hemos visto y de forma superior en películas como Rescatando al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) o La Delgada Línea Roja (The Thin Red Line, 1998).
Sin una historia con un conflicto marcado, todo se resume a un muestrario de escenas sobre esas miserias y crudezas que revelan lo peor de la condición humana en épocas de conflicto bélico montadas sobre unos excesivos 134 minutos de duración, sin ofrecer una relectura interesante de la guerra o un punto de vista inventivo que la coloque por encima de otras propuestas vistas anteriormente. Las escenas se vuelven repetitivas y tal vez una de las pocas cosas rescatabales sea el realismo de las secuencias de combate arriba del tanque, dejando en claro las complicaciones que presenta manejar semejante máquina en pleno conflicto y la sensación de que cada decisión tomada puede significar la diferencia entre la vida y la muerte en la línea de batalla. A prosósito de esto, vale una mención especial para los soldados del ejército enemigo, que durante los primeros dos tercios del film poseen una puntería que no tiene nada que envidiarle a aquella de los soldados imperiales de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), errándole a sus adversarios de las formas más inventivas.
Tal vez lo más interesante del film sea el diseño de arte y el alto nivel de la producción a la hora de reconstruir los escenarios europeos donde tuvieron lugar los últimos episodios de la Segunda Guerra Mundial, cuestión que seguramente dejará contentos a los más encarnizados fanáticos del género. En conjunto con eso, tal vez lo más destacado de Ayer haya sido la crudeza y el realismo con que eligió retratar la violencia de cada una de las contiendas en que el grupo se ve involucrado, sin escatimar en disparos, explosiones, bombardeos, sangre y pérdida de miembros superiores o inferiores. Claro que todo esto termina careciendo de un valor superior sin una historia y un conflicto que se encuentren a la misma altura.
Por Alejandro Turdó