EL OTRO LADO DE LA REALEZA
El recuerdo empalagoso de aquella trilogía de los años 50 de Sissí, la emperatriz surge en lo inmediato con las primeras imágenes de Corsage, tercera película de la directora austríaca Marie Kreutzer. Surge como oposición y opinión desde la vereda de enfrente al rostro juvenil de Romy Schneider personificando a la reina enamorada o extasiada por el rubio emperador Francisco José. Pero claro, los tiempos cambian, las novedades traen nuevos aires y acá estamos, ahora instalados en los 40 años de la reina Isabel de Baviera, ya mirada de reojo por propios y extraños, como un sujeto vetusto y pasivo, sometido a las imposiciones de la época y de los códigos de aquella realeza.
La propuesta de Kreuzer resulta original: describir a un personaje que se revela a su entorno, pero también, que pelea con sus propias carencias, vacíos e inestabilidades. En este punto, la estructura dramática del film recae en la figura de la protagonista, oficiando de punto de vista único, limitando al resto de los personajes a un rol secundario o satelital, con sus apariciones esporádicas, reglamentadas desde el guión a través de situaciones adyacentes a la criatura central de la historia. De esta manera, cuando intervienen Francisco José, o Ludwig de Baviera (el primo de Elizabeth), o las hijas de la reina, el propósito es seguir acumulando información para comprender de la mejor manera al personaje central: sus actitudes, su lugar en esos pasillos interminables, su rol de mujer en la corte, sus decisiones frente al otro.
Desde esas decisiones argumentales la película se enfrenta a otro referente “moderno” de temática similar. Me refiero a María Antonieta (2006) de Sofia Coppola y su postura festiva frente al personaje y a las situaciones de aquella corte, mostrada con un aire juvenil repleto de anacronismos que incluían a The Cure en la banda de sonido. En Corsage también se juega con materiales similares pero sin caer en excesos ni en una pose fashion acorde a ciertas elecciones de la hija del director de la saga El Padrino. En ese sentido, Kreuzer se ubica al borde de la ironía pero no derrapa en sus objetivos. Al contrario: transmite a través de su personaje una postura feminista frente al mundo pero sin valerse de lugares comunes o de discursos de inmediata identificación.
Por otro lado, las apuestas formales que elige la realizadora oscilan entre la prolijidad académica llevada al extremo junto a un excedido uso del ralenti. En ese divague entre el film de qualité y cierta pirotécnica vacua (que también invita a la pose “fashion”), la película naufraga pero sin caer en la irritación y el despropósito.
Cuando esto ocurre surge una y otra vez la gran interpretación de Vicky Krieps en el rol de la cuarentona Sissí siglo 21 para atenuar cualquier traspié narrativo o formal.
(Austria, Luxemburgo, Alemania, Francia, 2022)
Guion, dirección: Marie Kreutzer. Elenco: Vicki Krieps, Florian Teichtmeister, Katharina Lorenz, Jeanne Werner, Alma Hasun. Producción: Alexander Glehr, Johanna Scherz. Duración: 114 minutos.