Si Camping (2020), ópera prima de Luciana Bilotti, busca plantear que las dinámicas familiares nunca cambian, esto se distrae con la decisión de mostrar videos caseros suyos al principio y al final. Tal distracción no se debe nada más a que las primeras imágenes incluyen el nombre ‘Luciana María’ en la misma tipografía de algunas videograbadoras. Además la trama amenaza con que algo trágico pasará pero ningún giro llamativo se cristaliza.
Es esta segunda expectativa la que en principio nos atrapa. Como espectadores, buscamos identificar cuál personaje ficticio se llama así. Incluso no sabemos el nombre de una de las protagonistas hasta que la llaman transcurridos más de veinte minutos. Esa decisión de montaje nos tienta a teorizar una vez más sobre las ambigüedades entre la ficción y el material de archivo, y sobre cómo la infancia vivida es también un proceso ficticio no siempre atesorado cuando la narramos.
Pero ya transcurrida más de la mitad de la historia y claros de que son actores a quienes estamos viendo, los conflictos no estallan ni como tormenta climatológica y el interés se pierde por más que hay escenas y elementos significativos. Tampoco ayuda que estas actuaciones carecen en gran medida de ambigüedad. Y los secreteos en ciertas dinámicas están muy marcados en la forma como los actores dicen sus diálogos. En ese sentido, por ejemplo la amargura de Sara, la madre, se remarca con la gestualidad de Ivana Catanese.
Por otro lado, los jugueteos de los niños (Martina Pennacchio, Zoe Gatica, Gustavo Torres y Mateo Alessio) tientan al despertar adolescente sin caer en lo obvio. De hecho, el plano general de los tres fumando al aire libre incluye una línea trazada con el montículo al fondo que hace pensar en esta dinámica como un posible lazo sexual.
Es en esos momentos ambiguos donde se encuentra lo valioso de la película. En la espera de lo que pueda ocurrir, como espectadores nos volvemos cómplices de los conflictos del matrimonio protagónico o de ciertas miradas entre padre e hija. Si bien más allá hay incertidumbres que la obra no explora, desde el título se nos sugiere que este es un camping con las trivialidades y conflictos de cualquier otro. También los leves movimientos de la cámara de Mariano Cócolo nos provocan cierta tranquilidad de la mirada, sin nerviosismos.
Además, el uso recurrente de algunos colores nos da pistas de la propuesta de Florencia Gabelli para el vestuario. En una toma, el short rojo y la remera verde de Marcos (Diego Velázquez), padre de la familia, coincide con el verdor de ese entorno y las tonalidades rojizas del club Regata en El Carrizal, parque mendocino donde se ambienta el viaje. Pero si esta es una pista para que creamos en la familia como contexto de una dinámica humana mayor, al final sobresalen más los videos caseros.
Así, ese detalle se convierte en el riesgo doble de esta ficción. Por un lado, la intimidad de la realizadora es una bisagra que pone en perspectiva la realidad inmediata de los personajes. Por otro, la pista falsa de su identidad se traba cuando la intriga no se desenvuelve en un final certero y no hay ambigüedad en los personajes sino elisiones engañosas.
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(Argentina, 2020)
Guion, dirección: Luciana Bilotti. Elenco: Martina Pennacchio, Ivana Catanese, Diego Velázquez, Zoe Gatica. Duración: 70 minutos.