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CRÍTICAS - STREAMING

La corazonada

MÁS VOLUNTAD QUE CERTEZA

Muchas ideas se barajan sobre los géneros, por eso no es de extranar que siempre resulte ser un tema de estudio y de preguntas que giran en primer plano en el hacer, hablar y pensar sobre cine. Sería muy sencillo simplificar que se trata de fórmulas para contar historias; hay en sus procedimientos ideas sobre el mundo que abren compuertas acerca de una época, de una clase, etc. La nobleza de las estrategias posibles para su utilización no es una herramienta que se practique infaliblemente, ni mucho menos. Una consecuencia de las fallas en la implementación es la repetición sin la particularización, que no es más que ausencia de ingenio en las cajas prefabricadas de los géneros. Y en su especificidad el policial atrae (claro, mucho antes de la existencia del cine) por diferentes motivos; uno de ellos es el misterio por resolver pero más que nada el camino recorrido y necesario que conlleva arrivar a ese destino final. La corazonada, una nueva producción de Netflix, es una precuela de Perdida (2018) que extrapola de esa primera película solo el personaje de Pipa (Luisana Lopilato), aquí en su tránsito de policía uniformada a detective de una fuerza policial que está sumergida en un caso de asesinato. Hay un signo de debilidad al duplicar la trama inicial dentro de otra, es decir, la investigación de un nuevo caso que involucra a su nuevo compañero: el veterano detective Juanes (un sobrio Joaquín Furriel). Es comprensible esa decisión de extender la historia para los costados cuando el asesinato de una joven de alta alcurnia deja la resolución en dos únicas y previsibles opciones, pero el gran problema no es que tenga un final con las mismas luces que un capítulo de La ley y el orden (incluso algunos decorados parecen de esa serie) sino que despliegue una simultaneidad, a través de un montaje paralelo, que no hace más que distraer y diluir el espíritu de thriller puro planteado en un comienzo. 

La principal virtud está en la destreza visual del prólogo; una secuencia nocturna que combina la tensión dramática con una puesta de cámara sobria pero no perezosa, principalmente porque evita esa pomposidad tan berreta que propone, por ejemplo, las tomas capturadas a través de drones. Una nueva costumbre nacida para reducir costos y no tanto por una nueva alternativa estética. Algunas resoluciones de momentos de suma tensión colaboran a ignorar las flaquezas de un guión que no se escapa muy lejos de las convenciones o de un direccionamiento casi automático; los volantazos que toma son más un golpe de efecto que una decisión narrativa sesuda. Dicho antes, la película es una precuela que -como concepto de retoma en el cine- no estamos acostumbrados a ver en el cine nacional. Pocas veces vimos a un mismo personaje de una película en dos o más entregas, y menos todavía en una historia que vuelve sobre los pasos ya recorridos.

No es sencillo ignorar los problemas de verosímil, una cuestión insondable para el cine nacional y que se presenta desde el diálogo más simple hasta los perfiles psicológicos de los personajes; siendo justos no son problemáticas que resolverá una sola película, menos una pensada para una plataforma de streaming. El espectador  y su educación cinematográfica también son responsables de las reglas de un verosímil porque, si decide recibir todos los proyectiles del bombardeo de una cultura, está aceptando que solo valga una clase de fraseo (si hablamos de diálogos), unos tipos de gestos, unas maneras de desenvolverse, etc. En definitiva abraza una cultura que le es ajena en la vida real; distinto es sentir curiosidad por otras sociedades, sus cotidianeidades y situaciones extraordinarias. La corazonada tiene una voluntad enorme pero usa demasiados recursos gastados para el policial, el thriller y todos sus derivados, y lo que es peor aún, sin ningún aporte creativo ni novedoso.

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Dirección: Alejandro Montiel. Guion: Alejandro Montiel, Mili Roque Pitt, Florencia Etcheves. Elenco: Luisana Lopilato, Joaquín Furriel, Rafael Ferra, Maite Lanata, Juan Guilera, Abel Ayala, Marita Ballesteros. Duración: 116 minutos.

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