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CRÍTICAS - STREAMING

One Child Nation

En los años 80 llegaron a Occidente noticias sobre la política del hijo único, adoptada por las autoridades de China Popular como forma de detener la superpoblación del país, así como medida económica: cuantas menos bocas que alimentar, menos pobreza. Lo que no se conocía eran los detalles de esa política de Estado, que ahora este documental expone en toda su escabrosidad. Correalizada por una ciudadana china radicada en Estados Unidos, la premiadísima One Child Nation (desde sus primeras presentaciones en festivales recibió nominaciones y galardones en todo el mundo) representa una investigación de a dos, entre Nanfu Wang y Zhang Lynn. La investigación da la sensación de haberse llevado a cabo en soledad, con la única compañía de una camarita de video digital y la ayuda de algunas filmaciones caseras. Lo que One Child Nation expone es difícil de creer, hasta el punto de que si se tratara de una película de ficción podría pensarse que es una pieza de propaganda, de trazos decididamente gruesos, en contra del comunismo chino. 

Esterilizaciones forzadas, niños abandonados, tirados literalmente a la basura (un cartel inicial advierte, con razón, que la película puede shockear a espectadores impresionables) o vendidos a traficantes desfilan a lo largo del metraje de One Child Nation, en algunos casos acompañados de documentación visual. El castigo ante el incumplimiento de esta ley instituida en 1979 y sostenida hasta hace nada más que cinco años era la apropiación, por parte del Estado, de los bienes de las familias que incurrían en él, o la lisa y llana demolición de sus casas. No sólo eso: las niñas eran las principales damnificadas por esta política brutal, por simple y llana misoginia generalizada. Nanfu, por ejemplo, lleva nombre de varón, porque sus padres esperaban uno y cuando se encontraron con una nena mantuvieron el nombre. Tiene un hermano menor (los únicos casos en los que se aceptaba más de un hijo eran los de aquellas familias que tenían una nena, y buscaban el hijo varón). Si su hermano hubiera sido hermana, su abuela le tenía preparada una canasta de bambú para llevarla al mercado y dejarla allí, tal como hicieron muchas otras familias. La sobrina de Nanfu no se salvó de ese destino: su madre ayudó a su hermano a deshacerse de ella.

Como es común en China, esta política se veía apoyada por un vertical aparato de propaganda, que incluía espectáculos públicos recordando sus bondades hasta óperas que también lo hacían. En una escena que roza lo increíble, un chico de unos 8 o 9 años, mirando a cámara, amenaza a las familias desobedientes con la cárcel, tal como lo hacen las pintadas en los muros. Para ser esterilizadas, las madres eran secuestradas, atadas y arrastradas ante una abortista, entre gritos, sacudones y llantos. Una ex abortera calcula que habrá practicado unas 50 o 60 mil operaciones, a razón de veinte por día. Avanzando en su investigación, Wang y Zhang se encuentran con la cara civil de la atrocidad estatal: la cadena de corrupción a la que esa política dio lugar. Los traficantes compraban chicos y se los vendían a orfanatos, y éstos a su vez los exportaban a compradores extranjeros. Se estiman en diez mil las niñas traficadas. Recolectores de basura, camioneros y barrenderos también participaban de esta cadena, “levantando” niños abandonados y suministrándoselos a los orfanatos. Aquellos que participaron de esa cadena, a quienes los realizadores entrevistan, oscilan entre el arrepentimiento, la confesión de la imposibilidad de negarse a las directivas oficiales o la lisa y llana justificación de esa política. Todo dicho con una sonrisa.

Lo curioso es que las mismas técnicas de propaganda que a lo largo de treinta y cinco años sirvieron para difundir las “bondades” de tener un solo hijo (no tanto una hija) ahora se utilizan para promover la nueva política, que es la de dos hijos por familia. One Child Nation es uno de esos documentales que dejan boquiabierto o boquiabierta. No hay nada que agregar ni comentar ante la información que brinda: ésta es demasiado monstruosa para que una sola cabeza pueda procesarla. Como coda de la película, Nanfung reflexiona en la paradoja de haber dejado un país en el que el aborto era política de estado, para desembarcar en otro, los Estados Unidos, en los que el aborto está prohibido. En ambos casos se trata de lo mismo: el Estado oponiéndose a la libertad de que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera. 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Estados Unidos, 2019)

Dirección: Nanfu Wang, Zhang Lynn. Producción: Christopher Clements, Julie Goldman, Carolyn Hepburn, Christoph Jörg, Nanfu Wang, Jialing Zhang. Duración: 88 minutos.

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