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CRÍTICAS

Crítica: Paraísos Artificiales, por Diego Ávalos

El teatro es un cuerpo

En escena nada convoca tanto como un cuerpo que expresa. Las grandes escenografías pueden deslumbrar en un principio, pero no pasan de ser una impresión que pronto se agota. Lo mismo sucede con el vestuario, las luces e incluso con un texto. El teatro se centra en un cuerpo humano que gracias a su expresividad comunica y emociona. Por eso, aún cuando las condiciones de la escena no sean las mejores, siempre habrá teatro cuando un cuerpo haga de si mismo escena y secreto.  

Esto sucede con Paraísos artificiales, la obra del dramaturgo José María Paolantonio con dirección de Sergio Pavlovic que actualmente se presenta en el teatro El ojo luego de varias temporadas en distintas salas y con variados elencos.

Paraísos artificiales cuenta la historia de una reunión entre dos mujeres. Mercedes, una señora de la clase alta, llega a la casa Ana, una prostituta con mucha experiencia en el oficio. Mercedes tiene un solo objetivo: conseguir que Ana le devuelva las fotografías donde se ve a su marido, futuro canciller de la nación, en situaciones sexuales extramatrimoniales. El problema es que Ana busca algo más que un poco de dinero para salir del paso. Ana busca un cambio radical para su vida. Y para que su plan se cumpla, Mercedes es una pieza esencial.

De Paraísos artificiales se puede criticar un conflicto central que no asombra por su originalidad, una cuestión varias veces vista en cualquier unitario televisivo de la década del ochenta, imaginario que además la obra recrea. También es cierto que desde lo visual la obra propone poco, un diseño que transmite el mundo de la protagonista pero con una crudeza que el teatro puede sublimar de manera más efectiva. El realismo es una poética noble, pero no deja de ser una poética. No se trata de copiar la realidad de la vida, sino de pensarla para que esa realidad sea creíble y al mismo tiempo visualmente atractiva, aún en su vulgaridad.

Lo que destaca entonces de Paraísos artificiales es la composición que realiza Lili Popovich del personaje de Ana. Resulta sumamente fascinante contemplar una actriz con tanto control de su cuerpo, tanta desinhibición, tanta concentración expresada en un estado de extrema relajación. Popovich se olvida que hay una platea que la está observando y no actúa para ella. Actúa para su conflicto, para su compañera, para cada pared del espacio que ocupa, para el vacío y para el cielo. Por esta misma convicción y seguridad, logra llegar a los espectadores que se asombran de cómo cada posición de su cuerpo, cómo cada gesto expresivo, cada matiz de su voz, momento emotivo, risa y furia, están expresados con total dominio de la técnica y a la vez suficiente verdad como para asombrar y conquistar. Así como decíamos que un cuerpo es teatro, Lili Popovich hace de su cuerpo en escena un verdadero espectáculo hecho de sangre, limón y lágrimas. Nuestra más sincera felicitación para tan grandísima actriz.

Pese a los reparos antes mencionados, recomendamos Paraísos artificiales como una obra adulta que no defraudará en su realismo y en lo bien planteado de su situación dramática. Pero por sobre todo la recomendamos por el encuentro con una señora actriz en el pleno uso de sus capacidades expresivas. Un cuerpo que no teme a nada y por eso lo consigue todo. Una actriz que está, y por estar hace teatro.

Teatro: El Ojo – Juan Domingo Perón 2115 – CABA

Funciones: viernes 22,30 h.

Entradas: $ 250; descuento a jubilados $ 200.

©Diego Ávalos, 2018 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Actúan: Lili Popovich. Annie Fink. Autor: José María Paolantonio. Asistencia de escenario: Sebastián Musachi. Escenografía: Sergio Pavlovic. Realización escenográfica: Eduardo Vaccaro. Diseño de luces: Gonzalo Calcagno. Prensa: Juan Ignacio Penlowskyj. Dirección: Sergio Pavlovic.

 

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