LA CÁSCARA
No es difícil dejarse seducir un rato por El Reino. Se trata de una producción ostentosa, multiestelar, que puede darse el lujo de que actores muy conocidos aparezcan en papeles muy menores. Tal es el caso de Sofía Gala, que en toda esta primera temporada no dice más que un par de palabras. También es verdad que El Reino cuenta con algunas actuaciones muy buenas, como las de Peretti, Morán o Lanzani, que saben abordar personajes extremos sin caer en el ridículo. Por otro lado, la serie usa un recurso narrativo para atrapar al espectador: diseminar varias líneas narrativas o pistas que quedan a medio decir para generar intriga. El recurso no deja de ser algo básico, claro, pero no deja de funcionar. Al menos, claro, cuando la serie se ve en la obligación de cerrar las varias líneas narrativas que abrió y sucede lo que en general pasa en estos casos: o hay cabos sueltos que no ata (quedarán para la segunda temporada, calculo), o lo hace pero su resultado es decepcionante en cuanto a las expectativas que generó. A esto se le suman también ciertas escenas donde con tal de jugar al misterio los personajes tienen actitudes inverosímiles.
Pero este problema no es el único de El Reino, ni menos que menos el más importante.
La serie creada por Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro gira en torno a una alianza política entre un candidato a presidente llamado Badajoz y el pastor Emilio, un evangelista que tiene una Iglesia propia de enorme popularidad. Mientras que Badajoz pareciera implicar una referencia a Mauricio Macri (ambos son empresarios que arman un partido nuevo para desligarse de la vieja política), no hay equivalente, al menos en las esferas más visibles y populares de la política argentina, de alguien como Emilio. Un fanático religioso que quizás represente la peor pesadilla social que puede existir para Piñeyro y Piñeiro (a partir de ahora P y P); un enemigo del laicismo cultural que lucha contra la legalización del aborto y el matrimonio homosexual.
Hay un momento de la película en donde se muestra claramente este perfil de Emilio. Lo vemos hablando frente a sus fieles cuando anuncia que va a lanzar su candidatura a presidente. Se lo ve elaborando un discurso extremadamente reaccionario mientras los fieles se indignan respecto de cuestiones como el aborto o el fin de la familia tradicional. La visión sobre esos fieles no pasa de mostrarlos como enajenados mentales comandados por un señor mentalmente perturbado. Como si la religión que exclama ideas con las que la serie claramente no concuerda no pudiera ser descrita por P y P como otra cosa que no sea una estupidez peligrosa, sin ningún tipo de matiz y sin ninguna intención de ver alguna virtud oculta en lo que está del otro lado.
La visión sobre el tipo de política que no le gusta a P y P tampoco parece ser menos estereotipada. La que quizás sea una de las escenas más vergonzantes de toda la serie (y estamos hablando de una que nos introduce en sus capítulos finales y en medio de un policial político a un chico con superpoderes), encuentra al personaje del Chino Darín pidiéndole al de Joaquín Furriel que por favor haga algo para frenar una inmoralidad, aunque eso derive en la pérdida de una elección. Ante este pedido Joaquín Furriel le espeta “la política es amoral”. Lo dice en tono de statement, y lo que es peor, la escena se encarga de que lo sintamos de esa forma para que nos quede claro que Furriel es un canalla. A la historia no le basta con esto y, unas escenas después, para dar cuenta de la villanía pero además del poder del personaje de Furriel, lo veremos dándole órdenes al Chino Darín desde una gran pantalla. Si la idea parece exagerada hay que agregar que Furriel es además un agente secreto que obedece a algo que podría denominarse como “el poder entre las sombras”, el cual, todo nos indica, quedaría en un Estados Unidos que tiene reservado para nosotros un programa neoliberal con mano dura y protección a ultranza de la propiedad privada.
A todo esto también Furriel extorsiona, secuestra a una madre con un niño y, por supuesto, no tiene ningún problema en asesinar a quien sea para lograr el objetivo partidario. Como si fuera poco, no tiene ningún problema en llevar al poder al pastor Emilio, a quien la serie no sólo dota de ideas retrógradas sino que además lo vuelve un farsante que lava dinero e implica a sus hijos en delitos de corrupción. Ah, sí, también es un pederasta que se aprovecha de niños pobres que viven en su hogar. Su instinto diabólico es tan desatado y transparente que es capaz de gritar en medio de una tormenta (sí, la serie tiene ese clishé visual y todo) que le abran la puerta del hogar porque quiere abusar de un niño (¡!).
Esta última escena aparece en el anteúltimo capítulo, cuando cualquier atisbo de mesura y ambigüedad se termina de tirar al barro y la trama opta por la caricatura dura y burda a la enésima potencia. Lo que se va con esto también es una serie genuinamente política, que intente explorar las complejidades de una actividad llena de claroscuros donde la planificación se mezcla con la improvisación, el azar, las buenas intenciones y las mezquindades.
Finalmente, habría que preguntarse si en verdad El Reino es una serie política. Para eso debería intentar explorar las prácticas políticas más allá de sus puestas en escena sin caer constantemente en la canallada pura y dura, la perversión y el afán demente por el poder. En el fondo, tal vez El Reino no sea otra cosa que una serie policial bastante básica sobre héroes y villanos, donde las vueltas de tuerca y los recursos efectistas están a la orden del día. Algo que se vio mil veces y que probablemente veremos un millón de veces más. Como si detrás de toda esa cáscara de música rimbobante, actores importantes y temáticas supuestamente ambiciosas no se escondiera más que una profunda pereza.
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.
(Argentina, 2021)
Guion: Claudia Piñeiro, Marcelo Piñeyro. Elenco: Diego Peretti, Mercedes Moran, Chino Darín, Nancy Dupláa, Joaquín Furriel, Peter Lanzani, Vera Spinetta, Daniel Kuzniecka, Diego Gentile, Daniel Fanego, Sofia Gala Castiglione.
6 comentarios en “El Reino”
Concuerdo, la serie es un mojada de oreja a los pañuelos celestes y nada más.
Esta critica es mala, tan mala que les sugiero no la lean si aún no vieron la serie.
El final de la crítica es un “agarralapala” . Esta crítica no es buena. Obvia muchísimas cosas. Si la serie no es excelente, no será x los argumentos aquí esgrimidos.
Si dejo un mono en una máquina de escribir en una semana hace mejores guiones más creíbles que la serie.
No soy un iluso, todos somos conscientes que, en muchas iglesias evangélicas, como de cualquier otra denominación hay cosas turbias, pero se nota que hay una mentalidad antirreligiosa detrás, porque no se tomaron el tiempo de investigar el lenguaje evangélico. Tenían que invertir un par de horas escuchando distintos sermones de pastores de diferentes denominaciones para ver las frases en común y tomarlas, pero no, frases repetitivas como “alabado sea cristo”, son muy del imaginario del guionista, y hasta hacen pensar que estamos viendo una comedia
También en el Cap. 2 aparece un flyer de campaña política diciendo misa convocatoria, lo mismo que cap. 5 aparecen diciendo misa, así no llamas los evangélicos a sus congregaciones. Los pastores que tienen iglesias que lidian con personas atormentadas no se los llama exorcismo cap. 6. Eso es lenguaje de los padres de la iglesia de los primeros siglos.
Los saludos de los pastores y sus feligreses eran mas del 3er Reich que un saludo de hermanos
Cuando hay personas que pueden manifestar milagros se llama Dones, no “poder” como le decían de Brian. Poder se usa en el ocultismo, así cuando la pastora ora y mezcla letras preguntándole a Dios como si fuera una bruja satanista. Lejos está de las oraciones evangélicas.
No hay ninguna iglesia evangélica de los cientos de miles que hay en argentina que los congregantes den el diezmo en dólares. Y si hicieron esto y la presentación con la biblia en “ingles” para llegar al extranjero, lamento decirles a los productores que su ambición es desmedida
La fiscal en la celda solo con el asesino es algo que supera la ficción.
Yo les recomiendo lo siguiente para las próximas series. Si va a poner de actores judíos no lo pongan en una fiesta comiendo cerdo o festejando navidad, o si va a haber testigos de Jehová no los pongan haciéndose una transfusión de sangre o celebrando un cumpleaños, o si va a haber mormones no los hagan cerrando un trato tomando café.
Un poco de investigación de campo para la próxima, así queda bien definido en un género, que sinceramente no lo ubique
No hay que olvidarse: la serie El Reino es ficción, no es un documental. Por lo tanto, no hay que analizar esta obra sin permitir ciertas licencias que los realizadores se toman para enriquecer el relato y mantener atento al público.
Lo que debe preocuparnos es de qué manera asombrosa ciertas acciones que desarrollan los personajes de la serie, parecen calcadas de hechos que hemos vivido los argentinos en los últimos tiempos (crímenes sospechosos, política perversa, fanatismo, dinero mal habido, abusos, intolerancia, etc.).
Técnicamente la obra es perfecta, los diálogos precisos, los actores bien marcados y hasta algunos mejorados.
Me atrapó.
A mi criterio cae en el estereotipo yanqui lo que hace a ciertas escenas directamente ridículas.