El rumor como convención social ante la estigmatización del crítico. Desde una perspectiva lógica, la cuestión útil de la crítica e incluso de las personas que llevan a cabo tal labor, se encuentra en duda respecto de la inferioridad de conocimiento del alocutario, o bien por lo tendencioso del escrito. Partiendo de un basamento, el crítico no existe y se desarrolla como tal para fines meramente destructivos como a los que se acostumbra ver en revistas, internet y demás publicaciones. Quien se precie de ser crítico es, antes que nada, un comunicador discursivo que ve desde la lejanía la persuasión y conformismo.
Mediatización por encima, la crítica es vista como aquello que debe ser destacado de lo “no tan bueno” de la obra, es decir, como la versión calificada para resaltar rasgos, si se quiere defectuosos de tal o cual temática. Pero no, hay una fuerza mayor a la nimiedad infundada por el medio. La labor crítica es ante todo la distinción, la investigación y por demás, la transposición cultural de aquello que se ve y aquello que no se distingue tan fácilmente respecto de la unidad total de la pieza y sus partes componentes como partición de un elemento complejo.
Maestros críticos del ayer contemplaron su trabajo desde una visión meramente conceptual, abstraídos de caer en baches y lagunas desiertas que no componen en lo más mínimo al análisis, evitando así la cuestión trillada y falta de contenido y voluntad de ir más allá de lo que representa la visión superficial.
Relación como punto de partida, más bagaje de capitales acumulados efectivamente por la experiencia del ver y ser, resultan en la composición, generalmente literaria, de equis horizonte ampliamente mayor.
La idea primaria es la transmisión de un punto de vista aparentemente objetivo, por más imposible que resulte el hecho, e irónicamente, la captura de atención de un tercero en discordia que, decidido o no a formar parte de una premisa artística, pueda valorar desde el puño y letra, una construcción también artística de un ser que toma de base lo ya creado como medio de expresión, resultando de este modo en una cadena de discurso que confluye en el punto de partida del análisis.
La previa cognitiva resulta de vital importancia en el proceso, no porque quien suscriba esté en una posición elevada por sobre el receptor (no en términos comunicativos estrictos en esquema), sino desde el plano pragmático. Es sabido que quien haga las veces de autor de críticas debe estar minimamente informado, por ser modestos, respecto de la realidad o el microcosmos que refleja en sus informes. Por un lado, la documentación intensiva representa una seriedad proverbial que se retroalimenta con la sucesión de los escritos para con la demanda de público en acceso a la pantalla, tablas, etc.. Desde esta óptica, la credibilidad y confianza serán cimiento en el desarrollo de dicha labor y, por tanto, disparador al acercamiento cultural tanto propio como ajeno. Siempre es válido el recurso de inmiscuirse en torno a la instrucción y la acumulación de capital ad hoc una más completa y compleja apertura de campo, por fuera de extensiones de caracteres que no vienen al caso sino en la calidad del producto, que, si bien corresponden a una visión propia del subjetivema, afianzan un foco y enfoque de aquello que se analiza partiendo del debate pragmático del asunto.
El arte como campo de análisis, se basa en una tríada indisociable que se compone de autor, obra y espectador, y por otro lado de factores variables que condicionan a quien lee y escribe, siendo estas (contexto, personajes, sentido, sentimiento, arte, etc.), una complejidad asoma a la cuestión de la lectura, tomándose a ésta como la observación de un objeto de estudio en cuestión.
No es casual que un espectador promedio disfrute del mero espectáculo que se resume en la contemplación de una obra, por tanto, resulta falaz la idea persuasiva y presuntamente universal de la condición literaria por sobre el gusto o interés inherente a los participantes del discurso.
Es así que nos adentramos en la cuestión comercial de la crítica. El poder considerarla profesión depende directamente de cuántas personas arremetan a la contemplación de un análisis de un análisis al mismo tiempo. Entonces, hasta dónde llega el poder del crítico por sobre el común denominador demandante de cine y solo cine como arte puro. Entra en juego el interés de una visión más amplia y profunda sobre determinada temática que, a su vez, corresponde a una demanda de información más alla de lo puramente concreto de la obra. Y cuántos se corresponden con este interés restando la predilección de un tipo de literatura de análisis determinada por afinidad y consideración de una cultura superior, da por resultado un escaso público al acecho de nuestra información.
Para qué sirve la crítica entonces si no es para uno mismo en correspondencia de un interés tercero mínimo. Realidad es que si algo resulta en entidad concreta o cognitiva es porque una porción, más allá del trabajo propio, requiere algo que solo un visionario experimentado y con la posibilidad de alimento artístico, puede dar, comentar y brindar un alimento caótico o no, firme de semiosis o no, con gusto presente o disgusto hecho carne; pero con convicción firme de que aquello que suscribe sobre tal o cual cosa, corresponde a un cuerpo artístico independiente que entra en feedback directo con todos los distintos intereses que una estructura superior propone como parte del campo.