“Estábamos ahí cuando el western murió y habrá un tiempo donde las películas de superhéroes seguirán el camino del western. No significa que no haya otra ocasión donde el western vuelva y el cine de superhéroes regresará algún día.”
Steven Spielberg
PARAR LA PELOTA
El cine de superhéroes y las exitosas fórmulas de Marvel y DC se están agotando, si es que todavía no lo hicieron. La aparición de los sobrexplotados multiversos y líneas paralelas hasta han traspasado el ¿género? de películas de superhéroes y llegaron a producciones independientes que el público masivo terminó consumiendo. Se han llevado premios también incluso a mejor film (Todo en todas partes al mismo tiempo). Ahora, este hartazgo, reflejado en el fructífero mapa que armó Marvel-Disney con Avengers, que también intentó recrear la saga de X-Men entre futuros pasados (también de Marvel, pero con Fox) y luego del que se aggiornó DC, se puso a disposición de un público que acompañó hasta por inercia; un séquito del fan del cómic que festeja cuanto atisbo de aparición de personaje, guiño o apelación a la nostalgia se refiera. El fanservice, algo que funcionó a medias con películas que terminaron desvalorizándose a pocos días de su estreno, como The Flash.
Sin embargo, existen ejemplos de films periféricos a estos tanques que tuvieron vuelo propio y presentaron una marca autoral más fuerte. Es el caso del Joker de Phillips, el Batman de Reeves y de una de las mejores películas de superhéroes de la actualidad: la Logan de Mangold; un largometraje con formato de western que encima homenajea a Shane, de George Stevens. Pero este vuelo, tras la adquisición de 20th Century Fox a cargo de Disney, incluidos los productos de Marvel-Fox, se vieron pospuestos o librados al azar, algo que se materializó en la propuesta que quedó en el medio de la fusión, Los nuevos mutantes.
En cuanto al film que nos atañe, Deadpool & Wolverine es una fiesta. Desde sus créditos y escenas iniciales se establece que es una nueva película de la saga Deadpool, por más que ambos superhéroes compartan cartel. El tono vehemente, la ruptura de la cuarta pared, la violencia explícita y la comicidad políticamente incorrecta, algo que ya se ha visto en las anteriores Deadpool, acá se potencia porque no esperamos esa cualidad, al menos en tono de comedia, de un personaje sombrío, solitario y conflictuado como Wolverine. Esta refrescada fórmula encuentra una trama simplona, que es excusa para explotar al máximo la conjunción de dos personajes disímiles y, a su vez, la interacción de dos actores que demuestran dentro y fuera de pantalla haberla pasado de maravillas. Deadpool y Wolverine obviamente pelean entre ellos, no podría decirse “casi a muerte” porque justamente son dos personajes que cuentan con el don de poder regenerarse. Se detestan, luego unen fuerzas y terminan generando una amistad por la que se juegan el todo. En D & W análogamente se establece una noción de “lo abandonado”, sean estas franquicias o personajes, algo así como el Woody y Buzz, en este caso, con los que Disney dejó de jugar. El resultado es un “film excusa”, que se construye a partir de la revalorización de un personaje muerto (Wolverine) en una entrega anterior y al que se revive para demostrar que aún se lo puede explotar. Film consciente de lo que hace, no falta la burla hacia esta situación, la fusión de estudios, el woke, la época de la cancelación y la explotación de lo políticamente incorrecto, valor agregado que se agradece.
Los tiempos cambian, para bien o para mal. Se puede retroceder, pero solo después de haber parado la pelota y avanzar de nuevo. D & W, como decía Spielberg, quizás consiste en mezclar las cartas y repartir de nuevo. Y qué bueno sería que vuelva el western. Bah, ya volvió, con Costner, pero no podemos verlo en salas.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Shawn Levy. Guion: Shawn Levy, Rhett Reese, Ryan Reynolds, Zeb Wells, Paul Wernick. Elenco: Ryan Reynolds, Hugh Jackman, Emma Corrin, Morena Baccarin, Rob Delaney, Jennifer Garner, Chris Evans. Producción: Kevin Feige, Shawn Levy, Ryan Reynolds, Lauren Shuler Donner. Duración: 127 minutos.