Detrás de las Paredes (Cream House, EE. UU. 2011)
Dirección: Jim Sheridan. Guión: David Loucka. Producción: Daniel Bobker, Ehren Kruger, David C. Robinson, James G. Robinson. Elenco: Daniel Craig, Rachel Weisz, Naomi Watts, Marton Csokas, Elias Koteas, Taylor Geare, Claire Geare. Distribuidora: Warner. Duración: 92 minutos.
El poder de la mente
Will Atenton es un prestigioso editor de libros de New York. Tras renunciar a su trabajo para pasar más tiempo con su familia, él y los suyos se instalan en un barrio apartado de las grandes urbes. En pleno proceso de acondicionamiento de la nueva casa, se entera que en ese mismo sitio se cometió un horrible asesinato múltiple, y el responsable posiblemente este merodeando de nuevo el lugar.
Hasta ahí es lo que se debe contar del film para no arruinárselo a nadie, si es que aún no se vio un tráiler que destripa y quita toda sorpresa que podría generar la película.
De todas formas estamos ante un género que a esta altura ya difícilmente logre sorprender. La rama del “suspenso psicológico” parece totalmente estancada, siendo pocos los guionistas y realizadores que se atreven a producir algo nuevo. Cuando esto sucede, se encuentran films muy fallidos o sobresalientes. Por desgracia, este no es el caso, ya que estamos ante una propuesta poco atrevida a la hora de romper moldes.
Con un guión que claramente es el punto más flojo del film, vamos pasando por cada uno de los clichés del subgénero (susto con subidón de música incluido). Y no solo eso: también hay situaciones bastante forzadas que rozan lo ridículo, teniendo el personaje del desaprovechado Elias Koteas. Otro ejemplo del mediocre guión es el amague que se hace en profundizar determinadas historias, pero que luego nunca más se tocan y dejan al espectador bastante descolocado mientras ve el film, como el tanteo de romance entre Watts y Craig.
Si la película se mantiene a flote es principalmente por los actores; si bien ninguno ganara algún premio por esta película, al ser tan versátiles y sólidos en lo que hacen dejan bien parados a sus personajes, sobre todo la siempre bella y rendidora Rachel Weisz, logrando transmitir bastante aire onírico a su alter ego filmico.
Otro punto a favor del film es el trabajo de iluminación a cargo de Caleb Deschanel. Sinceramente no es ninguna maravilla, pero logra transmitir el clima opresivo y hasta claustrofóbico en la residencia de los Atenton, el gélido clima de invierno en el que transcurre toda la película, y sobre todo cuando la historia se centra en el estado mental del personaje de Daniel Craig.
Un film de suspenso bastante fallido, que en ningún momento arriesga a pesar de tener material para hacerlo, pero que no sólo se queda cojo desde el guión, sino que el propio director (recordemos que tuvo 3 nominaciones a los Oscars) tampoco le pone mucha personalidad al film.
Quienes sólo quieran ver una película más sobre “suspenso psicológico”, no se desepecionaran, pero aquellos que busquen algo nuevo o bueno, recordaran a este film como “esa en donde Craig y Weisz se pusieron en pareja”.
Por Jorge Marchisio
Muchas de las mejores películas aparecen de la nada, en el momento menos previsto. Lo mismo se aplica a las peores. Detrás de las Paredes es una producción chica, no muy ambiciosa, pero el elenco y el equipo técnico es tan prestigioso que uno nunca podría haber imaginado un resultado final así de pobre.
Will Atenton (Daniel Craig), un respetado editor, deja su trabajo para dedicarle más tiempo a su familia. Él, su esposa (Rachel Weisz) y las dos hijas de ambos acaban de mudarse a una enorme casa en un barrio de los suburbios. Todo parece marchar bien, en medio de las consabidas remodelaciones, risas y cariño. Pero la tranquilidad se esfumará cuando Will nota que alguien los vigila por las noches, escondido entre la vegetación del jardín. No tardará en descubrir que en esa casa, cinco años atrás, un hombre mató a su familia. El asesino fue encerrado en un hospital psiquiátrico, pero ahora está libre y seguramente sea quien anda merodeando la vivienda. Aunque habrá más secretos que saldrán a la luz.
La película comienza como un thriller climático. Recuerda a films como Al Final de la Escalera, de Peter Medak, y El Resplandor, dirigida por Stanley Kubrik. Y, según el afiche, da toda la sensación de que la historia irá por el lado de lo sobrenatural. Sí hay una vuelta de tuerca, pero relacionada con lo psicológico, muy similar a films recientes —y muy superiores a Detrás…— que convendría no nombrar. Un giro tramposo, que al estar ubicado en mitad de la película, es estirado como un chicle hasta el final, donde hay otro giro, tiradísimo de los pelos.
El guión de por sí recurre a lugares comunes, pero incluso esos elementos están pésimamente manejados y puestos. Hay detalles y personajes diseñados para tener peso en el tercer acto, pero están tan mal trabajados que terminan produciendo sorpresa, pero en el mal sentido.
El veterano y premiado Jim Sheridan suele mostrar en sus obras familias puestas a prueba: las que hizo con Daniel Day Lewis (Mi Pie Izquierdo, En el Nombre del Padre y The Boxer), Tierra de Sueños, Rico o Muerto y Hermanos. Pese a su nula experiencia en thrillers, el director irlandés quiere ponerle garra a esta película, y para eso se rodeó de un gran equipo técnico, empezando por el director de fotografía Caleb Deschanel y la diseñadora de producción Carol Spier, habitual colaboradora de David Cronenberg. Pero sin un guión ni siquiera mediocre, las buenas intenciones de Sheridan quedaron en intentos. Además, maneja equivocadamente los puntos de vista de los personajes en escenas claves, lo que produce una confusión en el espectador.
Algo similar ocurre en con los actores. Figuras como Daniel Craig (en un papel pensado para Brad Pitt, quien tampoco luce como un editor), Rachel Weisz y Naomi Watts (la más desaprovechada) hacen lo que pueden con un texto por debajo de sus capacidades.
Mal escrita y peor vendida —el trailer lo cuenta todo—, Detrás de las Paredes es una fallidísimo film de suspenso que consigue poner nervioso al público, pero por lo horrible de lo que se está proyectando.
Por Matías Orta