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Diego Kohan | Suburban Commando

Diego Kohan | Suburban Commando

En 1991 tenía cinco o seis años. De todos modos no tengo idea de cuándo vi Suburban Commando por primera vez; andá a saber. Puede haber sido ese año o el siguiente, o incluso cuatro, cinco o seis años más tarde. Además, la fascinación y desconocimiento de chico me permitían ver decenas de veces la misma película sin reparar siquiera un momento en alguno de sus muchos y gigantes defectos. Imposible fechar el primer visionado. 

En aquella época (no delimitada de forma clara) de amontonamiento y popularidad de héroes de acción musculosos (JCVD, Sly, Arnold, Norris, etc, etc), a los entonces niños nos tocaban sus imitaciones más caricaturizadas y humorísticas. Películas como 3 ninjas o incluso Los extermineitors (cuatro volúmenes en cuatro años) eran algo así como un derramamiento o desprendimiento de las más originales. 

Suburban Commando es eso pero también es más, porque no sólo cuenta con el carisma y el inmenso tamaño de Hogan sino también con las actuaciones de Christopher Lloyd (¡el mismísimo Doc. Emmett Brown!) y Shelley Duvall (The Shining), por ejemplo. Y la dirige Burt Kennedy, cuya extensa filmografía se compone más bien de Westerns. Todo muy raro considerando el producto final. El argumento no podría ser mejor: Shep Ramsey (Hogan) es algo así como un policía o caza recompensas intergaláctico extraterrestre pero de aspecto humano que se ve obligado a tener una estadía en nuestro planeta cuando su nave se rompe a causa de un golpe al teclado del famoso luchador de catch. Lógico: la gracia de la película se encuentra en ver al rubio y llamativo foráneo viviendo en una sociedad que desconoce en detalle. (Pero que desprecia: antes de venir grita “¡odio a los terrícolas!). A lo largo del primer acto lo veremos en situaciones que bien podrían ser una recreación humorística casera de Terminator (1984) –el travelling de su primera caminata por la calle hasta encontrar ropa civil-, Volver al futuro (1985) –la ayuda al padre de la familia que lo hospeda-, o El joven Manos de  tijera (1990) –el desconocimiento de nuestras normas de convivencia y la protección del hogar y sus integrantes-.

Hay algo en la rusticidad de los fx que sumado a la precariedad y a la torpeza del montaje de esta película me generan ternura; quizás sea por mi amor a la inventiva ya en desuso (alla Carpenter) o por ahí sea producto de la nostalgia de volver a ver ahora, con ojos adultos y más preparados, eso que me encantó de chico. Pienso que es una sensación placentera parecida a ser testigos de una situación muy común y reconocible que suele tener lugar en comidas familiares: un adulto le hace un “truco de magia” básico y obvio a un nene; todos sabemos –ahora- dónde está el engaño, no podríamos obviarlo ni forzando al extremo nuestra “fe poética” pero vemos la fascinación de ese niño -que alguna vez fuimos nosotros, claro- y nos maravilla, nos da felicidad. Mucho tiempo después –décadas- estamos sentados en la otra tribuna (quizás hasta en la misma mesa que hace treinta años), que ahora nos recibe cómplices del Mago. 

Basta con un sencillo ejercicio para apreciar lo rústico de los efectos; podríamos detener la película en cualquier parte, de forma azarosa como si se tratara de abrir un libro en cualquier página para ver cómo está escrito. Si nos topáramos con el aterrizaje de Shep notaríamos que es un plano de un galpón al que se le agrega la nave que desciende y desaparece como si perforara el techo (que no sufre ningún daño) mientras aparecen unas chispas detrás de la imagen para recrear una explosión, pero al inmueble no le sucede absolutamente nada. Fascinante, recursos no más avanzados que los que utilizaba Chespirito en sus programas. Otro ejemplo es el nivel de la armadura intergaláctica que porta Hogan: a su lado los trajes de los Power Rangers son los de Iron-Man.  

En la secuencia del robo al banco se puede ver de forma clara aquello del montaje tan torpe: las peleas quedan reducidas a viñetas de historieta (en un sentido negativo); esto es: vemos las gestos faciales, corte a Shep (Hogan) y el ladrón ya agarrados, corte a el ladrón (su doble, claramente) volando tipo Brigada A. Incluso, puntualmente hay una piña mal editada donde tras el corte se nota al actor iniciando solo la caída que supuestamente es consecuencia del golpe del gigante. 

Suburban Commando es una comedia infantil, pero hasta en eso tiene cosas inexplicables, como cuando el villano amenaza a Hogan diciéndole “tenés 10 segundos para bajar (de la nave) antes de que veas el interior de esta bella cabeza de niña” mientras le apunta a la hija del personaje de Lloyd, provocando que éste le grite “Son of a bitch!”. 

Ahora, bien. No es todo esto lo que hace de Suburban Commando una pésima película sino que la idea general y el guion son nulos, la película y la narración no tienen un propósito más que tener a Hogan en pantalla. En los 88 minutos de duración no hay un diálogo mínimamente interesante y si bien se intenta tener cierta coherencia de acción consecuencia (lo mejor es el uso de la pistola espacial que pierde el personaje de Lloyd), la mayor parte de cada escena no tiene sentido ni explicación. Por ejemplo, en ningún momento es un tema el hecho de saber que Shep es un extraterrestre, a nadie le sorprende ni altera ni nada. 

Entonces, ¿por qué Suburban Commando es la elegida para esta sección? Porque a pesar de sus abundantes defectos y escasos (o nulas) virtudes, le tengo mucho cariño a esta película. Es acción, es un héroe infantil, es el recuerdo de ir al videoclub de barrio y que te miren con cara de “¿otra vez esa?”, es no olvidar que las películas a veces nos gustan aunque no nos parezcan tan logradas (este es el extremo, claro) y que no todos nuestros placeres tienen una explicación tan visible.  

Suburban Commando intentó incluir toda fórmula taquillera del momento y terminó siendo un rejunte propio del almuerzo del 25 de diciembre. Si lo pensamos, 30 años y cientos de millones después, Star Wars (última trilogía) y la mayoría del MCU tienen un poco de eso también. No se dice en este párrafo que sean lo mismo (¡Claro que no!) pero sí que la desnudez consecuencia del berretismo hace que Suburban Commando nos exponga sin proponérselo algunas falencias de los grandes tanques modernos. 

Me pregunto: ¿cuántos de las docenas de films actuales serán recordados con cariño y nostalgia como Suburban Commando?

© Diego Kohan, 2019 | @nocoincido

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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