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CRÍTICAS - CINE

El conformista (Il conformista)

LA MENTE DE UN (DEL) FASCISTA

Ubicada luego de la etapa experimental de su cine claramente influenciado por Godard (Antes de la revolución y Partner) y Pasolini (La commare secca, su ópera prima), El conformista es el inicio de la carrera “industrial” del autor, prólogo maravilloso de una carrera personal de inmediata identificación y con puntos altísimos y algunas declinaciones muy notorias.

Más aún, en ese 1970, Bernardo Bertolucci sumaría La estrategia de la araña, inspirada en “Tema del traidor y del héroe”, de Borges. Todo ello, antes del último tango, la épica de Novecento y la confluencia de lo político dentro del tema del Edipo (La luna). Con la libre adaptación de la novela de Alberto Moravia, Bertolucci comienza su gran década como cineasta.

Marcello Clerici (inolvidable Trintignant) es un consumado fascista, por su prédica, su manera de relacionarse con el mundo, su comportamiento cotidiano, y desde las ideas de Bertolucci, es un personaje tensionado debido a una situación traumática que vivió en el pasado donde, de acuerdo a la elección del director, se combinan la política y el psicoanálisis. Al respecto, no es tan disparatado sugerir que en la película, como en buena parte de la filmografía de B.B., se combinen El Capital, de Marx; La interpretación de los sueños, de Freud y, desde allí, el afán por el escándalo y la provocación.

Clerici vive en un mundo construido por una mente y un cuerpo temeroso, divagante e inseguro en tomar decisiones, pero presto a la aplicación de una orden de arriba por su ideología sin ambigüedades. De ahí que al momento de recibir la misión de asesinar a su profesor de filosofía, quien se encuentra exiliado en París, cavilará en muchas ocasiones, aunque no dudará, en la extraordinaria cercana al final, en cumplir el mandato. 

Bertolucci describe dos mundos, intelectuales y políticos, en una historia que se establece en 1938 durante la fastuosidad fascista (acá surge otro nombre esencial: el del director de fotografía Vittorio Storaro, con su fenomenal uso de la luz y geometría de planos). Pero también, de ese paisaje libre y sin ataduras que aterra e intimida a Clerici, el de aquel París coreográfico donde una vendedora de flores entona “La Internacional” persiguiendo al personaje central y a su eufórica novia (Stefania Sandrelli). Justamente en ese doble mundo (Italia y Francia) donde (con)vive Clerici, surgen las figuras de las dos mujeres como personajes opuestos y complementarios. Por un lado, la ingenuidad de la novia italiana en contraste con la liberal y sexual pareja del profesor (Dominique Sanda). Allí Bertolucci explora con delectación ese cara a cara de las dos mujeres (escena del baile entre ambas) que rodean a Clerici: el presente y el futuro (la novia italiana) y el deseo prohibido (la mujer francesa) que, de alguna manera, se conectaría con ese hecho del pasado con el que carga el personaje que, procedente de las ideas del director, se transmite a través de una transparente incidencia en el tema sexual.

Por eso, entre cuestiones, El conformista es una película compleja de múltiples lecturas, entre otras, una temática que el director abordaría en casi toda su obra: el parricidio, se trate desde lo político (su ruptura con el PCI) hasta lo cinematográfico vía puesta en escena (Godard, Pasolini). En ese año 1970, con El conformista y La estrategia de la araña, Bertolucci comienza a acumular sus cadáveres estéticos e ideológicos.

Por supuesto que esta reposición en copia restaurada es más que un acontecimiento. Es la posibilidad de reencontrarse con una de las obras cumbres de su realizador y con una historia que ha ido recobrando actualidad. O, en todo caso, camuflándose en propios y extraños que ostentan una psiquis parecida a la de un Clerici. De acá, de allá y de todas partes.

(Italia, Francia, 1970)

Dirección: Bernardo Bertolucci. Guión: Bernardo Bertolucci, sobre la novela de Alberto Moravia. Elenco: Jean-Louis Trintignant, Stefania Sandrelli, Dominique Sanda, Gastone Moschi, Fosco Giachetti, Pierre Clémenti. Producción: Giovanni Bertolucci. Distribuidora: Mirada. Duración: 101 minutos.

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