El Erizo (Le Hérisson, Francia, 2009) Dirección: Mona Achache Guión: Mona Achache basada en la novela de Muriel Barbery. Productor: Anne-Dominique Toussaint. Elenco: Josiane Balasko, Garance Le Guillermic, Togo Igawa, Anne Brochet, Wladimir Yordanoff. Duración: 100 minutos
El “soul food” cine no pertenece solamente a los estadounidenses.
El Erizo es una prueba fehaciente de ello. La joven directora Mona Achache crea una película que bien podría ser representada en teatro con total facilidad, aunque le da un interesante giro cinematográfico.
La protagonista es Paloma, una joven de 11 años, hija de una familia aristocrática, cuyo padre es un insípido ministro del gobierno, y su madre, una superficial “dama de la sociedad”. Tiene una hermana adolescente que solamente se preocupa por su apariencia externa. Paloma es la “oveja negra” de la familia. Tiene una mirada nihilista de la sociedad, crítica en cuánto al comportamiento de su familia, y una actitud anarquista.
Sus hormonas en vez de llevarla por un rumbo sexual, la llevan a tener cuestionamientos existencialistas y sociales: promete suicidarse cuando cumpla los 12 y dejar un testimonio de su visión de la humanidad registrado en una cámara.
De esta forma, la película toma el punto de vista de Paloma y su visión desde dos puntos de vista. Es probable, que si toda la obra hubiese sido registrada solamente en este último formato estaríamos hablando de un film un poco más osado e interesante a nivel cinematográfico. En cambio, la directora toma un rumbo bastante convencional. Aunque admitamos que el uso de la cámara “diegética” termina en un abuso indiscriminado de la técnica, que a veces llega a resultados absurdos (Actividad Paranormal)
Pero no nos vayamos por la tangente.Muy, por debajo de Paloma vive, Reneé, la hosca y austera portera del edificio. Bajo la fachada de ser una mujer dura, Reneé guarda una personalidad culta, amante de la literatura y el cine japonés. Reneé suele pasar desapercibida para la mayoría de los habitantes del edificio, excepto por Paloma que reconoce en ella una belleza interior, relacionada con la cultura y la introspección del personaje.
La vida de ambas se modifica cuando llega el Sr. Ozu al edificio. Un japonés viudo, que también verá en ambas mujeres, personas sensibles, cultas e inteligentes. Erizos, que tras una cobertura dura, lista para defenderse de los peligros externos, en el interior son personas amables.
Achache hace una película “linda”, amable, agradable en tres cuartas partes. Si bien los diálogos y situaciones no son demasiado inspirados, y la acción se vuelve previsible, los tres personajes transmiten calidez. Hay que destacar las excelentes interpretaciones conformadas por la veterana Balasko-Igawa y la joven Le Guillermic como Paloma, una encarnación cinematográfica y francesa de una Mafalda post modernista.
Durante el desarrollo, Achache hace “citas y homenajes” al cine japonés (especialmente Ozu) de la forma más literal posible, y también a nivel literario a Tolstoi y Anna Karenina.Para darle un poco más de dinamismo, y romper los moldes, incluye escenas animadas (fantasías) y escenas grabadas en video (cuando Paloma da su “mirada”) pero siempre recurriendo a la justificación narrativa.
En el tramo final, sin demasiada imaginación, la directora apela al golpe bajo para dar la moraleja del cuentito. Si bien no deriva en a la sensiblería habitual de este tipo de golpes bajos, es cierto que este giro final de la trama era innecesario para intensificar el mensaje que da pie a la reflexión sobre el “cual” es el significado de la vida.
Más allá de esto, se trata de una película optimista, esperanzadora. El estilo de cine que le gusta más a los estadounidenses que a los europeos. El típico “soul food”.
Quizás la alternativa para no caer en dicho lugar común hubiese sido una película donde Paloma se cruzara con Mafalda y le dejaran la respuesta acerca de cuál es el significado de la vida… a los Monty Python.