Michel Leclerc, un guionista que apenas hace cinco años atrás se abría camino como director cinematográfico de largometrajes con J’Invente Rien, se consagra finalmente con esta comedia romántica con tintes dramáticos que nos conmueven pero sin angustiarnos demasiado con golpes bajos.
El Significado del Amor es uno de esos films que podemos ver más de una vez y descubrir “ una enseñanza para la vida” con cada nueva lectura. Sí, sin caer en la cursilería, esta es la definición que se me ocurre en este momento para películas como estas que nos hacen reflexionar sobre distintas cuestiones universales y de gran importancia, tales como las historias de vida de nuestros padres y cómo repercuten estas en lo que hoy día somos.
Si bien la historia de los protagonistas está marcada por ciertas particularidades, trata diversos temas que a todos nos tocan de una u otra manera: nacionalidad, guerras, religión, tabúes. Así también como el juego de opuestos conservador/ liberal, facista / comunista.
Acá tenemos principalmente dos historias de vida, la de una joven – Baya Benmahmoud- que parece animarse a todo; y la de un cuarentón – Arthur Martin- al que le han enseñado a callar ciertas cosas por culpa,verguenza, dolor.
A su vez estas dos historias de vida son y no les son propias, sino que “cargan” con ellas como pueden, llevan a cuestas este modo de ser como un modo de vida derivado, consecuencia de las acciones de otros, y no como fruto de una elección propia
El tratamiento de esta historia resulta original desde el comienzo.
No tiene tiempos muertos, a todo se le puede sacar el jugo si se tiene una mirada atenta. A nadie puede dejar indiferente porque no se trata sólo ni en lo más mínimo de una película para parejitas acarameladas o enamorados empedernidos sino que trata del amor a la familia con sus virtudes y con sus defectos (que a veces podrán resultarnos intolerantes o incomprensibles).
Si bien el guión no se destaca mucho en recursos cómicos, sí lo hace en los diálogos que tiene la pareja protagonista.
También cabe destacar el papel de la música apropiada para cada escena, sin necesidad de usar esta como recurso que subraye los sentimientos que no lograran transmitir los actores con su actuación.
Por momentos puede molestar un poco el notar la presencia extradiegética en la elección de imágenes en blanco y negro o como película a color pero algo vieja con bastante grano, como de cámara casera. Pero tampoco producen un distanciamiento demasiado grande. En otros momentos, por ejemplo al mostrar a los protagonistas en la cama, resulta agradable e íntimo el uso de la cámara en mano para acercarnos más a la pareja y, tal vez, romper con una imagen con planos y encuadres tan estructurados.
Finalmente, entre las enseñanzas que me sorprendió descubrir en este largometraje están las siguientes: que el acto sexual extramatrimonial y ejercido con mucha libertad no tiene por qué ser considerado malo ni sucio, sino que la promiscuidad también puede perseguir otros fines como alejarnos de los prejuicios, abrirnos la cabeza, transformarnos y elevarnos como personas, perseguir una causa noble.
Otra enseñanza, mucho más profunda que la antes mencionada, que nos deja este film es la de rescatar las cosas buenas que muchas veces pueden estar tan cerca de lo malo que no se pueden percibir. Y me permito acá hablar de otro juego de opuestos: dolor /placer , conviviendo constantemente a lo largo de esta película como en la vida misma. Pero mostrándonos que frente a aquella situación que lo tiñe todo de dolor se encuentra ese pequeño granito de arena, que es la felicidad misma, encerrada en un pequeñísimo acto que nos recuerda para qué vale la pena estar vivo.
Así es como de la mano de una niña aprendemos que frente al dolor que puede producir el recuerdo de los nazis llevándose a su padre puede optar por recordar ese día como el glorioso día en que probó por primera vez la crema chantilly.
De similar modo, aprendemos de la mano de un niño que observa desde su pueblito en Argel como los soldados matan a sus parientes y elige recordar por sobre todas las cosas los dibujos que pudo hacer ese día y así descubrir su amor por la pintura.
Por último nos enseña que la sabiduría no se mide en años. Por eso en el párrafo anterior tenemos la enseñanza a través de unos niños de corta edad, como por momentos tendremos la herida abierta de los adultos que no ha cicatrizado a pesar del paso de los años. Y para corrobar esto qué mejor que la película misma, en la que tenemos importantes enseñanzas en apenas 102 minutos de duración.