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Entrevistas

Entrevista a Luna Sofía Miranda, coprotagonista de “Anora”

“Antes que nada, si hablas con Jose (Director de A Sala Llena), dile las gracias de mi parte por este espacio para la entrevista, podés preguntarme lo que quieras y te pido paciencia porque mi español no es perfecto, si hay algo que no pudiera decir, lo diré en inglés”

Luna Sofía Miranda.

Me resulta llamativo tu manejo del idioma español y tu acento latino, ¿querés contarnos acerca de tus orígenes?

Nací en Nueva York, donde he vivido toda mi vida. Mi papá es italiano por parte de sus padres, que son los latinos de Europa (risas), pero él nació en Nueva York. Mi mamá era inmigrante nacida en Caracas, y la familia de mi madre es de Colombia y Venezuela. Ahora hay muchos venezolanos y colombianos. Aunque yo crecí en Estados Unidos, me crié con mexicanos, nicaragüenses, puertorriqueños, en fin, tengo muy aferrada mi identidad latina. Aunque nos peleamos entre nosotros “aquí” somos considerados “basura”, así que tenemos que unirnos. 

¿Cuántos idiomas manejás?

Uy, mi español es pésimo (risas), tengo un nivel de secundaria, pero estudié en Universidad aquí en Estados Unidos así que domino más el inglés. De todas formas me siento muy latina y me encantaría mejorar mi español para poder hacer películas en Latinoamérica. 

¿Tenés alguna conexión con Argentina?
¡Sí! Mi tío es un cineasta colombiano, Vladimir Durán. Lleva más de una década viviendo en Argentina y su vida transcurre en Buenos Aires. Lo visité en 2017 con la esperanza de estudiar en una universidad de Argentina, pero terminé volviendo a USA y me quedé en Nueva York. Pensé estudiar cine, visité programas de bellas artes y escuelas de cine pero decidí quedarme cerca de mí familia de origen. 

¿Cuándo comenzó tu relación con el cine?
Mis papás eran profesores de cine y a su vez cinéfilos, y crecí con muchas películas vistas en casa. Por ejemplo, mi mamá no quería mostrarme películas de Disney porque son películas que “no representan la vida como es realmente, la vida no es fácil, no es feliz”. Claro, siendo de Venezuela, de un país tercermundista, quería que me criara con una visión más completa del mundo y me mostraba películas como Ladrones de Bicicletas (De Sica, 1948). Enseñándome películas así de fuertes me hicieron un favor porque realmente la vida no es fácil, y aprendí mucho así. 

¿Y en relación a lo actoral?
De pequeña me gustaban películas como El Mago De Oz (Fleming, 1939) y Singin´ in the Rain (Kelly y Donen, 1954), Esas eran mis dos favoritas. Ahí empecé a expresar interés en canto y baile, y mis papás me inscribieron en las clases de actuación en el Instituto Lee Strasberg, una escuela muy prestigiosa aquí. Audicioné y me dieron una beca. Mis papás me dijeron “tienes que ir todos los sábados, tienes que tener disciplina, y no importa qué evento social tengas, tienes que comprometerte con estas clases”. Luego de mis 10 a mis 18 años mis padres me inscribieron en un colegio público de Bellas Artes, y recibí una educación en teatro completamente gratuita y fue un milagro que me aceptaran allí. Aunque es público es difícil conseguir una vacante. Después en la universidad fue diferente.

¿Cómo fue tu paso por la universidad?

Me aceptaron en una universidad muy prestigiosa para continuar mis estudios como actriz y aunque me dieron una beca, no era posible costear mis estudios allí. Aunque me cambié de universidad cinco veces (risas) pude estudiar gracias al sistema público. Pero después la pandemia interrumpió mis estudios y cuando salimos del encierro yo ya me había rendido, no tenía más ambición de ser actriz, dije “esto no es posible”. 

¿Sentiste que en algún momento cambió esa sensación de desazón? ¿Saliste de ese lugar de abatimiento? 

Sí, yo creo que las cosas empezaron a cambiar cuando comencé con el trabajo sexual. Empecé al graduarme del bachillerato, ya teniendo la mayoría de edad que se necesita  legalmente en Estados Unidos (18 años). Estaba en el primer año de universidad, tenía tres trabajos, intentando estudiar de día y trabajar de noche, y era muy difícil. Entonces, tuve unas compañeras que me dijeron “¿por qué no vienes a trabajar con nosotras?”. Me invitaron a sumarme a un stripclub. Acepté, aprendí y me sorprendí de la cantidad de dinero que podía hacer en poco tiempo. Y dije “yo no quiero seguir estudiando en la universidad ni en tres trabajos. Voy a salirme del colegio y me dedicaré de lleno al trabajo sexual”.

¿Cómo tomó tu familia tu desición de inclinarte al trabajo sexual? 

Eso a mi mamá no le gustó ni un poco, casi me mata (risas). Ahí ella me dijo “que como hija de inmigrante lo menos que yo le debía era terminar mi carrera”. Así que terminé mis estudios por mi mamá pero ahora agradezco mucho que ella me empujó a terminar. Si bien seguí trabajando en el stripclub y eso está aceptado, agradezco mucho tener mi educación también, mi madre me dice “eso nadie te lo puede quitar”. En 2021 me gradué con mi diploma en Cine y Escritura y no pude conseguir trabajo, así que dije “bueno, voy a regresar al stripclub por tres meses para ahorrar dinero”… y me terminé quedando cuatro años (risas). 

¿En qué consiste tu trabajo en el Strip club?
Bueno, para quienes no conocen, el stripclub es como una discoteca que ofrece varias cosas. Hay un bar donde se puede tomar alcohol, hay música y un escenario con tres poles. También hay un cuarto privado en donde las chicas pueden traer a los clientes para hacer un acompañamiento más íntimo. El club donde trabajo es un poco pequeño, llamado Pumps, y es bastante conocido aquí en Nueva York. Yo diría que la mayoría de mis ingresos proviene de las interacciones íntimas, que son literalmente bailes, un jugueteo con ropa sin contacto sexual directo. Sí hay poles, pero el tema del pole y la danza en Nueva York no es tan importante. Muchas chicas tomamos clases porque nos gusta y es parte de la cultura, pero la realidad es que el mercado en Nueva York no se inclina hacia ese aspecto de entretenimiento del pole. Si vas a Atlanta o Las Vegas sí hay más énfasis en el aspecto de la danza exótica, pero aquí en Nueva York la mayoría del dinero viene de las salas privadas, lo mismo que en Miami. En Miami literalmente “si no estas con el culo puesto o las tetas puestas” no puedes trabajar. Hay clubes que tienen una estética, y en los lugares donde las trabajadoras están más operadas hay menos énfasis en la danza porque es más difícil bailar con los implantes. 

Siguiendo esta línea, ¿cómo impactó en vos el éxito de Anora, siendo una película que aborda una temática tabú a nivel social como lo es el trabajo sexual? 

La verdad es que ha sido una experiencia muy mixta. Agradezco mucho que haya sido una película que ha tocado a muchas personas, pero la verdad es que cuando filmé la película tuve la esperanza de que posteriormente pudiera trabajar como actriz, y hasta el momento viene siendo difícil. Quienes armaron la película quisieron trabajar con chicas strippers para hacer a la película más auténtica, nos adoptaron, pero desde el estreno me siento externa. Tuve que insistir mucho para estar en los eventos y demás. Me gustaría recibir más apoyo en la continuación en mi carrera como actriz, y a su vez me siento vulnerable, porque mucha gente me contacta o inclusive me busca en mi trabajo luego de la película. Me alegra mucho haber participado de la experiencia, pero es de una gran exposición.

¿Cómo fue la experiencia de personificar un rol que tiene que ver con tu profesión diaria?

Fue muy raro, y la verdad es que mi rol fue muy fácil porque ese personaje no es muy profundo, es la mejor amiga, el soporte de la protagonista. Me pidieron que le ayudara a entender a la actriz principal cómo es ser una stripper en Nueva York, y hasta ella dijo que le gustó tanto mi voz que se inspiró un poco para la película. Como yo soy stripper de Nueva York viéndola a ella hacer este papel fue raro porque fue ver a alguien representar algo muy cercano a mi vida. De hecho yo no puedo ver la película porque me dan ataques de pánico, porque siento que estoy viendo algo real, pero a la vez no real, es muy raro. Tengo una conexión fuerte con esa película pero no como la mayoría imagina (risas).

Te agradezco este nivel de apertura porque no es fácil exponer lo que le pasa a uno, quizás es más fácil contestar desde lo políticamente correcto. Está bueno saber que existe una parte que tiene que ver con un proceso psíquico personal, ficcionar algo que vivís en tu piel día a día no debe ser fácil. Ahora pienso en el armado de tú personaje, de Lulú, ¿tuviste incidencia en el armado, cómo lo creaste?

Sí, le elegí varias cosas, entre ellas hasta las uñas. La escena donde Lulú y fuma un joint con Anora y se muestran sus esculpidas, las mías fueron hechas por mi amiga Joy Noelle (@clawsbyjoy). Ahora, en cuanto al concepto, creo que ellos me pidieron hacer este rol porque es un personaje muy cercano a quien soy. Es una chica que trabaja en un club, es optimista, es feliz, es lo que llamamos aquí una “girl’s girl”. Y creo que el punto de ese personaje es compartir ese sentimiento con Anora de sorpresa ante la gente, la casa, el dinero de Iván. Realmente es raro, porque me siento un poco como Lulú, ver gente teniendo éxito y ser feliz con ellos. Obviamente estoy feliz por el éxito de mi entorno, pero me gustaría que mi carrera también tomara impulso. 

¿Cómo fue tu acercamiento a Sean Baker? 

Yo estaba en el strip club, vi una pareja y les intenté vender una sala privada. Me dijeron “no queremos contratar el servicio, somos cineastas, estamos haciendo búsqueda para una película, pero no creemos que conozcas nuestras producciones: The Florida Project, Tangerine”. Y yo le dije “claro que sí, ¿usted hizo su carrera con películas sobre gente que hace trabajo sexual y no cree que conozco sus películas? Hello! (risas). Nosotras estamos pendientes de todas las personas que hacen películas de estas temáticas. Somos como búhos con los ojos abiertos y nadie nos presta atención porque no somos importantes para la mayoría de la gente. Pero las sex workers somos muy observadoras y muy críticas de todo el mundo que hace películas sobre nuestras vidas. Se sorprendió mucho. 

¿Colaboraste con el armado del personaje de Mikey Madison? 

En la cuestión de baile ella tenía una profesora aparte, a mí me contrataron para el proyecto como actriz. Después me pidieron que almorzara con ella, que le contara de mi vida en el club, que le enseñara a hablar como una neoyorquina… y eso me sonaba a un rol más relacionado con coaching, counseling. Así que pedí por favor que me dieran crédito como “consultante”, y así lo hicieron. 

¿Alguna vez tuviste una propuesta descabellada de algún cliente como la de Iván en el film? 

Mucha gente va a los clubs y quiere casarse con las chicas a cambio de una green card, y ofrecen dinero. Me lo han propuesto, pero siempre dije que no porque no quiero estar casada con nadie ni tener implicaciones legales de ningún tipo. Sí tuve una situación similar en pandemia haciendo trabajo sexual online. Conocí a un hombre mucho mayor que yo, muy rico que me hizo una oferta ridícula. Yo tenía 21 años, creí que era un tipo serio y terminó siendo un gran fraude. Ahora ya a los 26 años manejo mucho mejor situaciones de este tipo. Hoy es obvio para mi, una persona que habla de cuánto dinero tiene, ostentando, no son serios ni generosos. Eso es inseguridad. Es una bandera roja para mi hoy. Hoy sé cuales son las cualidades que busco en un cliente. Llevo 5 años en pareja. Ya sé qué clientes busco. 

¿Cómo hacés para equilibrar tu vida laboral con tu vida afectiva?
No hay equilibrio. Por un período breve de 9 meses tuve un equilibrio y recuerdo que yo era feliz. Pero la verdad es que es un trabajo muy duro, y con los años el sistema inmune colapsa. Estar despierta hasta las 6 de la mañana, expuesta, tengo muy poca vida fuera del trabajo. También duermo bastante para recomponerme. No siempre fue así, pero ahora la economía y el ambiente social están fatales aquí, yo ya tengo 26 años y quiero otras cosas también.

La película acompaña muy bien el debate contemporáneo entre los feminismos y el trabajo sexual, ¿hay autores que son referentes teóricos para vos, tomas alguna posición en el debate?
Uy, puedo nombrarte ahora a Lizzie Borden, Matilda Bickers, Madison Young… hay variedad. Yo leo mucho sobre estas cosas porque es importante si uno va a hacer este tipo de trabajo estar bien informado. Yo soy de una posición en la que el ser humano debe tener el derecho de hacer lo que le dé la gana de su cuerpo siempre y cuando no le esté haciendo daño a otra persona. Y si usted es legalmente adulto, tiene derecho a hacer lo que le plazca. Yo opino que el trabajo sexual tiene que ser descriminalizado, diferente a ser legalizado, pues legalización implicaría que el gobierno controle ese mercado. Si es legal, las trabajadoras tienen que solicitar un permiso, comprar una licencia, pagar un impuesto extra… pienso que las personas trans, latinas, van a estar más al margen aún. Descriminalizar sería la mejor opción.

Actualmente dictás cursos. ¿Sos formadora en trabajo sexual?
Antes daba cursos pero la gente se enojaba conmigo, al estilo “¿por qué estás vendiendo nuestros secretos?” y yo lo único que quería hacer era evitar que otras chicas pasaran por situaciones que pasé, o advertirles de cosas que me hubiera gustado ser advertida. Así que ahora trabajo con la información que tengo para mí, haciendo lo mejor en mí trabajo. 

¿Qué visión tenés acerca del trabajo sexual y la salud mental?
Es ambiguo. Por un lado puedo trabajar dos o tres veces por semana, puedo trabajar 6 meses y tener otros 6 meses libres. Entonces he podido tener tiempo para mí misma, he podido descansar, he podido pagarle a mi psicoanalista que eso no cubre el seguro médico. El trabajo, de verdad, por mucho tiempo me dio buena calidad de vida. Ahora es diferente, y no hay balance entre el trabajo y mi vida. Desde que asumió el nuevo presidente ha cambiado mucho todo, y la gente está viniendo a mi trabajo a abusar a las mujeres y a tratarnos mal, con mucho desprecio. Y hace dos meses viene siendo muy pesado y me siento mal. Yo creo que el trabajo sexual tiene el potencial de ser liberador para mucha gente pero solo si es descriminalizado, y solo si ciertas condiciones se dan. Más derechos a los trabajadores, más salud. Nosotras somos trabajadoras “freelance”, y no tenemos cobertura.

Volviendo al cine, ¿tenés proyectos a futuro? 

Estoy trabajando en una producción titulada Filmgirl. Es una película horror-erótica sobre una asesina que seduce y mata a un director de cine pretencioso. Y también produje una película que está en edición ahora mismo. Quisiera continuar actuando, pero ahora es un poco difícil. Tengo esperanza de todas formas.

Ha sido un placer conversar contigo

Gracias a ti y a José por el espacio y por permitirme contar mis experiencias.

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