Extraños en La Noche (Argentina, 2011)
Dirección: Alejandro Montiel. Guión: Daniel Cuparo, Alejandro Montiel, Mili Roque Pitt. Elenco: Diego Torres, Julieta Zylberberg, Fabián Vena, Ludovico Di Santo, Laura Conforte, Betiana Blum, Daniel Rabinovich. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 93 minutos.
(O de cómo intentar que Diego Torres actúe en una comedia y sea creíble)
Darle un protagónico en una comedia romántica a un músico que nunca tuvo grandes dotes actorales es una apuesta riesgosa. Y cuando se hace tal apuesta, hay que bancarse la que venga.
Para hacer humor no solo se necesita un buen guión humorístico, se requiere de cómicos o, mejor dicho, de personas que utilicen el humor como forma de expresión, tanto a nivel verbal como físico. La comicidad está en lo que se dice pero principalmente en la persona, en la manera de hablar, de gesticular, de relacionarse con el entorno, en la manera de pararse frente al mundo.
Citando a mi mentora, la gran Mariana Briski, “el humor es el acercamiento a lo trágico”. En esta película hay algo de tragedia y hay algo de humor, o hay un intento por acercarse a la tragedia a través del lenguaje cómico. Por momentos funciona, por momentos, no.
Julieta Zylberberg maneja muy bien ambos códigos, el trágico y el humorístico. Tiene presencia escénica y cuando la vemos en pantalla es absolutamente verdadera. Ya lo había demostrado en el cortometraje dirigido por Gastón Margolín y Martín Morgenfeld, La Fiesta de Casamiento. El corto es ella, su interpretación. Acá pasa algo similar. Julieta logra construir un personaje cómico con matices; una cantante de rock que en un momento tiene que debatirse entre su carrera y su vida personal. Y es cómica, en cómo habla, en cómo se mueve, en sus expresiones. Además, Julieta canta, una faceta que no conocíamos de ella pero que sabe explotar muy bien, especialmente en la escena del piano, que emula directamente a la gran Los Fabulosos Baker Boys.
Ahora, Diego Torres es otra historia. Su personaje no resulta creíble. ¿Por qué? Porque Diego Torres es pacato. La única comicidad que logra en algún momento tiene que ver con una cuestión de guión, cuando repite determinados chistes, pero ni siquiera en esos momentos resulta del todo creíble. Sus intervenciones humorísticas son forzadas y no se lo nota demasiado cómodo con el papel. Pero sí se lo nota cómodo cuando, al final de la película, tiene su momento de gloria, un videoclip pedorro de su canción Sol del Nuevo Día (ya el título te vaticina cuán cursi y boluda va a ser la canción). Ahí se lo ve en su salsa, claramente, con cara de compungido y de cervatillo huérfano, sufriendo por la reciente pérdida de su novia. Pero de humor ni hablemos, eh.
Para contrarrestar la carencia de humor de Torres, hay grandes papeles secundarios que acompañan a la pareja protagonista. Betiana Blum es, fue y siempre será una actriz cómica de puta madre. No necesita más que estar en escena para hacerte cagar de risa. Su forma de hablar, de gesticular, todo en ella es absolutamente hilarante. Junto a Daniel Rabinovich hacen de padres del personaje de Diego Torres, en lo que son las dos mejores escenas de la película. Lástima que sus apariciones son tan fugaces.
Fabián Vena también es un gran actor cómico y acá lo vuelve a demostrar. Su papel de manager grasa, preocupado por la guita y las minas, con todo el estereotipo que eso conlleva, está muy bien. Nuevamente, su personaje se podría haber explotado un poco más, ya que solo aparece en algunas escenas.
En el medio de todo esto, y de la pareja conflictuada por el rumbo de sus carreras artísticas, una historia con un vecino del piso de arriba, que vendría a aportar cierta cuota de misterio a la trama. Y uso el condicional porque ni siquiera se aporta esa supuesta cuota. Un asesinato, un travesti, el mundo del hampa y la pareja protagonista que se inmiscuye en la vida del vecino y termina desenmascarando a los perpetradores del asesinato. ¿No será mucho?
En fin, una película con algunos aciertos y varios errores, entre ellos Diego Torres, un extraño en el mundo del humor. Así como Julieta tuvo que tomar clases de canto para lograr un personaje creíble, tal vez Diego Torres debería tomar algún que otro cursillo de humor, así su cómico interior llega a ver el sol de un nuevo día.