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Fantástico inoxidable | Por qué Matrix es un clásico

Fantástico inoxidable | Por qué Matrix es un clásico

Las grandes películas nos protegen, porque nos dan herramientas para comprender el mundo, criticarlo y combatir sus males.  Matrix es una de esas historias que nos espabilan para mostrarnos que está todo mal, porque la cosa no es que el Mal está llegando: el Mal llegó hace rato y seguimos en cualquiera. Pero una vez avivados (haberla visto) es como tener un pedazo de atmósfera propio para cuando explote el planeta y quedemos flotando en el espacio.

Es el qué y el cómo lo que hacen a un clásico, por eso la mirada filosófico-política está necesariamente ligada al periplo heroico de Neo. El proceso de iniciación, las pruebas y la posesión de una verdad a divulgar que propone la estructura arquetípica del Camino del Héroe, no es otra cosa que una manera de poner en escena el proceso de hacer caer los velos que ocultan la verdad, para actuar en consecuencia. En síntesis: la historia de Neo es una metáfora de lo que Matrix nos invita a hacer a los espectadores. Lo que han hecho otras veces Phillip K. Dick, John Carpenter o Borges, lo viene a hacer la dupla Wachowski, más que para cerrar un siglo, para abrir uno nuevo.

La figura de la TV que Morfeo utiliza para educar a Neo es el mundo que estaba terminando, el del siglo XX. En ese dispositivo se aloja la manera en que la construcción del sentido común tuvo lugar hasta ese momento, los medios de comunicación tradicionales en su más alto nivel de penetración. Si está allí, en esa pantalla, es.
Hay una idea que desarrolla José Pablo Feinmann en Filosofía política del poder mediático, con la que propone que no hay diferencia entre si el Hombre llegó realmente a la Luna en 1969 o si fue una puesta en escena dirigida por Stanley Kubrick (siempre la Ciencia Ficción), porque el efecto es el mismo en ambos casos. El imperio estadounidense ganó en cualquier escenario, porque el verdadero hecho fue el comunicacional. Aquella imagen de un astronauta colocando la bandera de su país como si representara a toda la Tierra y la frase de Neil Armstrong arrogándose la representación de toda la humanidad, demostraron quién mandaba… a través de las pantallas de los televisores. Ese es el resumen, o la formal consecuencia, de la construcción del poder durante el siglo XX: el mediático. Pero a fin de siglo hay una bisagra que Matrix viene a señalar (la que Morfeo muestra a Neo) y no es otra que esa revolución tecnológica que quienes habíamos nacido un par de décadas antes seguimos tratando de entender: Internet. Nadie nos estaba preparando para semejante ola de información, ni mucho menos para diferenciar las posibilidades constructivas de lo que sería el más grandioso control (diferenciar lo bueno de lo malo). Pero ahí estaba Matrix, tirando una punta, diciendo que el futuro ya había llegado y explicando que la televisión, que todavía se consideraba nociva, no era nada al lado de Internet.

Lo heroico aparece siempre como el camino necesario para abrirnos los ojos a una visión que no teníamos del mundo. Matrix no solo no es la excepción, sino que es la película más importante del cine comercial y dominante que abre una grieta para que espiemos. 

– La Matrix es el mundo que han puesto ante tus ojos para cegarte a la verdad.

– ¿Cuál verdad?

– Que eres un esclavo.

Morfeo es el sacerdote iniciador que va a llevar a Neo por el camino de la verdad, demostrándole cuál es la diferencia entre conocer el camino y recorrerlo. Neo será la figura mesiánica de nuestra era, pero al modo de la fábula, no del delirio místico. Aclaremos este punto. Las películas con sus héroes y heroínas, como toda verdadera obra de arte, son historias hechas para vernos reflejados y descubrir maneras de comprender y enfrentar nuestro mundo. Sería psicótico pretender ser Neo, movernos así, hablar así, disparar así, etc. Neo es un héroe y los héroes son modelos arquetípicos.

Trinity será quien le enseñe el porqué de la lucha: el amor. Acá la dupla Wachowski invierte el esquema de la fábula clásica en que el príncipe despierta a la princesa dormida con un beso, o recrea a la princesa que convierte al príncipe de sapo en humano con un beso. Otro gesto entre cientos que Matrix viene a poner frente a nuestras narices para señalarnos que no es ni más ni menos que un cuento de hadas tradicional. Pero no cualquiera: es el nuestro. Digo “el nuestro” porque es el film que recoge el guante arrojado por Joseph Campbell en su histórico análisis del camino del héroe, su libro El héroe de las mil caras: Psicoanálisis del mito, que finaliza así: “El héroe moderno, el individuo moderno que se atreva a escuchar la llamada y a buscar la mansión de esa presencia con quien ha de reconciliarse todo nuestro destino, no puede y no debe esperar a que su comunidad renuncie a su lastre de orgullo, de temores, de avaricia racionalizada y de malentendidos santificados. (…) No es la sociedad la que habrá de guiar y salvar al héroe creador, sino todo lo contrario. Y así cada uno de nosotros comparte la prueba suprema -lleva la cruz del redentor-; no en los brillantes momentos de las grandes victorias de su tribu, sino en los silencios de su desesperación personal”.
El héroe moderno del que habla Campbell sería Neo y la sociedad guiada por ese salvador, la nuestra.

Matrix concluye el siglo (se estrena en 1999) proponiendo al héroe moderno y reflexionando sobre los nuevos mitos heroicos que el renacimiento del cine propuso desde los años 70. Varias son sus citas, desde el “My name is Neo”, que emula al Snake Plissken de Fuga de Nueva York y Fuga de Los Ángeles, ambas de John Carpenter, hasta las maneras en que se replican los agentes, que calca la capacidad del T1000 de Terminator 2: El juicio final, de James Cameron. Pero no son caprichos, el avance de la ambición humana y del desarrollo desenfrenado de la tecnología hacia la inteligencia artificial eran temas de aquellas películas, los cuales Matrix sintetiza, convirtiéndose en la pitonisa de toda una generación.

Matrix es parte de nuestra mitología y Neo es tan nuestro héroe moderno, que las frases finales se las dice a los villanos, pero nos la dedica a nosotros:

Sé que están allí afuera. Puedo sentirlos ahora. Sé que tienen miedo, tienen miedo de nosotros, tienen miedo al cambio. No conozco el futuro, no vengo a decirles cómo va a terminar todo esto; vengo a decirles cómo va a empezar. Voy a colgar este teléfono y voy a mostrarle a toda esta gente lo que ustedes no quieren que vean. Voy a mostrarles un mundo sin ustedes, sin reglas, ni control, ni bordes, ni fronteras. Un mundo donde todo es posible. A dónde vamos, es una decisión que la dejo para ustedes.

Neo se pone un poco Lennon y un poco Doc Brown de Volver al futuro, como si faltaran ingredientes para sintetizar el siglo XX. Y es inevitable comprender que nos está hablando a nosotros: termina de hablar, se pone los anteojos (¿serán los que le permiten ver la realidad como en They Live, de Carpenter?) y nos mira directo a los ojos. Después, como si faltara algo para sellar lo heroico, se hace “súper” y sale volando. 

Como buena fábula, desde hace veinticinco años Matrix nos invita al debate público, científico y filosófico. Cada quien podrá encararla desde su ámbito, desde su conocimiento, desde su país, desde donde sea. Esa es la magia (o la ciencia) de los mitos. Campbell va a decir que la mitología es psicología mal entendida como historia. Pero hay que hacer un esfuerzo, porque bien sabemos que estas obras son grietas en medio de una pantalla descomunal que nos ha mostrado astronautas haciéndonos creer que su bandera era la nuestra. Por desconfianza quizás (irreprochable a veces, pero evitable) también existen aquellos que ven estas ficciones como simple maquillaje, o que acusan de perseguidos a quienes pensamos como Morfeo. Quizás sea cierto aquello que decía Baudelaire acerca del mejor truco del Diablo, Matrix abona esa teoría ayudándonos a pensar que el mejor truco de las empresas que dominan el mundo es hacernos creer que los algoritmos no existen como método de control. Hagan el intento de sacar el tema en una mesa familiar, o en una salida con amigos. Lo más probable es que los traten como a unos paranoicos que se comieron Matrix

La ficción (científica en este caso) ha sido también siempre usada como fusible, exponiendo verdades para que se diluyan bajo un manto de consumo y entretenimiento. Pero ahora ustedes y yo sabemos que la verdad está allí afuera, aunque pretendan disfrazarla. Porque aprendimos de Matrix y no de lo que han intentado hacer de Matrix.

Toda ciencia ficción es política.

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