El cine de género es posible en la República Argentina. Fase 7, la ópera prima de Nicolás Goldbart (anteriormente editor en grandes éxitos del nuevo cine argentino como Mundo Grúa, El Bonaerense o esa enorme película que revisa varios géneros cinematográficos llamada Los Paranoicos de Gabriel Medina, que aquí participa como asistente de dirección) propone la relectura del cine americano de género en una especie de Comedia/Thriller/Buddy Movie con influencias como El Eternauta pero tomando como cimiento fílmico el cine de John Carpenter para construir la narración, desde lo visual , lo argumentativo y lo sonoro.
Coco (Daniel Hendler) está casado con Pipi (Jazmín Stuart) y esperan tener a su primogénito ya que ella esta embarazada de siete meses. Tras hacer las compras de artículos domésticos en un supermercado, regresan a su casa y se enteran por un llamado de la madre de Coco que existe una alerta sanitaria grave con decenas de miles de enfermos a lo largo y a lo ancho del mundo. Nada parece alterar a esta pareja, ni el comportamiento de la gente ante la noticia (la horda de changos que invade el supermercado) ni la reacción de las autoridades ante la misma. Cuando los convocan a una asamblea en el hall del edificio hasta dudan en ir a ver que sucede. Goldbart, como en las buenas películas de género, propone un tema central, en este caso el Apocalipsis como cáscara, casi como Macguffin, como diría Hitchcock, pero la película está lejos de hablar del mismo , las películas atrapantes son las que tienen relieve, espesor, donde vemos algo en apariencia pero se esta hablando de otra cosa. Goldbart convierte a los personajes en simpatizantes de la batalla naval y la generala, juegos pasatistas, donde uno no tiene la obligación de utilizar más de dos neuronas. El director reflexiona sobre estas parejas modernas de clase media indolentes a todo lo que sucede a su alrededor y los muestra como zombies que no reaccionan ante nada.
En el nuevo edificio conviven cuatro familias mas, una familia de coreanos que no se encuentran en el lugar en el momento del incidente, los Lange (Abian Vainstein en el papel del padre), los Guglierini (Carlos Bermejo como el “jefe” de familia), Horacio (el genial Yayo) con su hija y Zanutto, con el resucitado, y por fin, con un papel a su medida, Federico Luppi.
Todos son puestos en cuarentena por el Ministerio de Salud a causa del virus que aqueja a la población, el encierro que remite a películas de George Romero, Howard Hawks y principalmente John Carpenter donde grupos de resistencia deben soportar y aguantar el asedio que provoca una amenaza externa. La situación termina generando resquemores entre los vecinos que comienzan a luchar por el aprovisionamiento de los víveres disponibles. Luppi se revela y se convierte en una amenaza interna dentro de los pasillos del edificio, con una escopeta a cuestas, y provoca que nazca la relación entre Horacio y Coco. Este último comienza a despojarse de la desidia, de la actitud nula y empieza a interesarse en la búsqueda de la solución para el problema impulsado por la sociedad fraternal con Horacio. El tema de las relaciones fraternas es algo común tanto en el cine de Hawks como el de Carpenter, películas como Río Bravo, Asalto en el Precinto 13, o Fantasmas de Marte para poner algunos ejemplos, proponen la alianza como oposición a la amenaza y la camaradería principalmente entre los hombres. La música, extremadamente carpenteriana, actúa como colchón claustrofóbico y remarca la sensación de imposibilidad de huir de los pasillos y escaleras del edificio. Guillermo Guareschi, autor del score, aprende del maestro Carpenter; solo con un sintetizador Roland se puede hacer magia en el cine con un estilo de música minimalista que crea momentos de suspenso y remite claramente a películas como Escape de Nueva York o They Live. Las referencias y los homenajes al cine de Carpenter son infinitas. Cuando Hendler sale de su impavidez y se da cuenta que realmente todo se fue al diablo entra a la casa de Horacio y bebe de una botella de whisky del pico, tal como hacia Kurt Russell en la misma situación en El Enigma de Otro Mundo, son momentos claves donde los personajes se resignan a entender que el mundo no continuará como funcionaba antes, un concepto que es pilar de la cinematografía de John Carpenter.
El brillante timing cómico entre Hendler y Yayo funciona a la perfección, las escenas que comparten con Luppi son memorables (hay un gran tiroteo con una enorme habilidad del director para producir un vibrante efecto visual a través del montaje) y la química entre el actor uruguayo y Jazmín Stuart es una garantía ya probada anteriormente en Los Paranoicos, redondean esta brillante apuesta nacional al cine de género, una bocanada de aire fresco que es necesaria y esperemos que se repita.