Del 23 al 30 de septiembre se realizará la edición número 12 del Festival de cine Latinoamericano de La Plata – FESAALP.
A continuación, críticas de films que forman parte de la Competencia Oficial de Largometrajes.
Cícero Impune, de José Celestino Campusano (Argentina / Brasil, 2017), por Jose Luis De Lorenzo
Existen dos tipos de miradas recurrentes sobre el cine de José Celestino Campusano, y de acuerdo a éstas, surge una postura de confrontación frente a sus nuevos proyectos.
Una, es la comparativa y mención a su obra anterior, el describir en qué se alejó de su “cine bruto” (editado con los dientes, como bien describió un amigo colega) y así continuar una línea de autor; la otra, es acerca de interrogarse si José simplemente toma algunos proyectos intermedios en calidad de experimentación personal.
En Placer y Martirio (2015), Campusano no sólo transitaba una locación distinta a la habitual sino que también retrataba a otras clases sociales, de cierta manera ridiculizándolas y mostrando que los conflictos diarios no distaban tanto de los de algún habitante del conurbano bonaerense.
En Cícero Impune (2017), ya en los créditos iniciales de los apenas sesenta minutos de duración se advierte que estamos por ver una coproducción argentina-brasilera, como en el caso de Placer y Martirio lo fue con nuestros vecinos chilenos. Cícero Impune no solo se traslada a otra región sino que también es la primera vez que Campusano prueba realizar por completo un film en otro idioma que no sea el español. A lo que surge otro interrogante sobre Campusano y su cine, ¿el traslado a otras geografías incide sobre su obra final cuando hay una historia para contar?
Cícero es una especie de hechicero que droga y abusa sexualmente de sus clientas, quienes acuden a él por recomendación de otras víctimas temerosas.
A partir de esta premisa, César, novio de una de las víctimas y protagonista del film, emprende una especie de camino hacia la venganza, trunco por momentos hasta encontrarse con maridos de otras víctimas que se unen en el afán de hacer justicia en una localidad corrupta y en la que Cícero tiene contactos para continuar siguiendo impune de sus delitos.
Como en gran parte del cine de José, los protagonistas transitan caminos distantes de la legalidad para llegar a su cometido. Cícero Impune no es la excepción. Si bien es carente del grado de crudeza que contaban sus anteriores films, ésta es una especie de travesía, de corta en duración, con un inicio, desarrollo y final marcados, en el que Campusano no quiso incursionar con gore, edición bruta y efectista sino dejar a esta historia de narración clásica con un final aleccionador.
Rosa Chumbe, de Jonathan Relayze Chiang (Perú, 2015), por Martín Chiavarino
Historia de la miseria
La miseria y la corrupción moral, política y económica van siempre de la mano y crean lazos profundos que conforman valores y esquemas de obrar, pensar y sentir, que el fallecido sociólogo francés Pierre Bourdieu denominó como “habitus”.
El debut cinematográfico del realizador Jonathan Relayze Chiang es una excelente película sobre la miseria social que se extiende a todos los estratos y a todas las prácticas.
Rosa es una administrativa de la policía que vive con su hija, una joven madre soltera con un bebé pequeño y otro en camino. Mientras la hija toma la decisión de realizarse un aborto dejando a su bebé solo, la madre, que desempeña sus tareas policiales con gran ineficacia, hasta quedándose dormida en el escritorio, debe hacerse cargo del cuidado del bebé.
Reflejando las injusticias y la desigualdad extrema de Perú, Rosa Chumbe funciona como una denuncia de las paupérrimas condiciones sociales, de la hipocresía y del estado de indigencia en la que se encuentra el pueblo. La vida parece una penuria insoportable que agobia a los personajes, obligándolos a sobrevivir sumisamente y a desperdiciar el tiempo en lugar de a reclamar por su dignidad.
La extraordinaria acción de Liliana Trujillo que sostiene toda la película manteniendo una mirada y un espíritu agotado que transmite una angustia o una alegría efímera y desdichada al reír tenuemente es el principal valor de Rosa Chumbe, un film necesario para comprender el estado de Latinoamérica y así transformarlo.
Hoy partido a las 3, de Clarisa Navas (Argentina / Paraguay, 2017), por Guido Pellegrini
El título ya lo anuncia todo. Se trata de la historia de un momento, de una tarde como cualquier otra, en la que unas correntinas futbolistas esperan el inicio de un torneo barrial pésimamente planificado. Corren las horas, baja el sol, se acumulan las nubes, cae la lluvia y la cancha se convierte en una laguna. Pero ellas juegan igual porque para eso vinieron. Mientras esperan que lleguen los demás equipos, demorados por problemas de logística o de tránsito, las protagonistas charlan, se cuentan anécdotas, se mandan mensajes de textos, se enamoran, debaten los partidos de River o de Independiente, y lo hacen todo con asombrosa soltura, con su propio lenguaje y gestualidad.
No hay una trama ni conflictos que deben resolverse. Lo que busca el film de Clarisa Navas es más cartográfico: plantear un espacio y tiempo, un lugar, una manera de expresarse. El torneo, la campaña política del intendente que organiza la competencia, el paso del tiempo y la tormenta que se avecina son excusas o motivos estructurantes. La parafernalia del partido sirve como un andamiaje sobre el que la directora puede erigir su retrato de las protagonistas. Por eso la película logra algo poco común, tener una sólida columna vertebral narrativa al mismo tiempo que rechaza la contención de un tradicional arco dramático.
Para las chicas, el partido a las 3 -y los ritos que lo rodean– funciona como un oasis, un interludio de felicidad. Es un círculo íntimo en el que pueden hablar libremente, jugar y enamorarse. Sólo en una escena parecen ceder los límites del círculo: durante el último partido de la jornada, cuando un grupo de muchachos las acosan desde afuera. Pero ellas no bajan los brazos y marcan el territorio. En la cancha no las van a molestar y eso lo dejan bien claro.
Aunque parezca fácil e incluso perezoso, no lo es: hacer una buena película en la que “no pasa nada”, como podríamos llegar a decir, requiere un gran nivel de disciplina y concentración. Para que funcione, cada escena tiene que rebosar de textura e interés, cada momento nos tiene que decir algo sobre los personajes. Es lo que logra Navas. Trabaja con muchas actrices, no con una o dos protagonistas. Las historias de cada futbolista entran y salen del encuadre. Se desarrollan, pasan a un segundo plano y luego vuelven al centro de la escena. Cuando terminan los 90 minutos del metraje, sentimos que las conocemos a todas, sus deseos, sus sueños de ser jugadoras profesionales, sus despertares sexuales, su necesidad de imaginarse una vida más allá del marco de precariedad que las rodea, sus problemas con el dinero y la financiación de sus equipos de fútbol. Vemos, también, los inicios de posibles romances entre ellas, que tienen toda la frescura y ternura de las pasiones juveniles. En definitiva, se trata de un film que es una bocanada de aire fresco, como estar entre amigas o amigos durante una hora y media. Es eminentemente disfrutable.
Fuga de la Patagonia, de Francisco D´Eufemia y Javier Zevallos (Argentina, 2016), por Matías Orta
El género western siempre tuvo ecos en el cine argentino. Aún con tópicos de aquellos films con vaqueros que transcurren en los Estados Unidos, presentan una impronta que no deja de ser criolla. La Guerra Gaucha (1942), de Lucas Demare, es un ejemplo emblemático. Más acá en el tiempo, Fernando Spiner estrenó Aballay, El Hombre sin Miedo (2009). Fuga de la Patagonia (2016) es el nuevo exponente.
En 1879, y luego de ser capturado y acusado de espionaje por el pueblo mapuche, el explorador Francisco Moreno (Pablo Ragoni) y dos compañeros escapan y se dan a la fuga a través de ríos y montañas del sur argentino. Son perseguidos por el hijo del cacique y deberán lidiar con uno grupo de forajidos. Moreno experimentará una auténtica odisea en medio de la naturaleza, y tendrá que ser fuerte para sobrevivir.
Loa directores Francisco D´Eufemia y Javier Zevallos le imprimen ritmo a la historia desde el principio, ya que comienza con los personajes huyendo en una balsa a través de unos rápidos, en la que constituye una de las secuencias más vertiginosas del cine nacional contemporáneo. Aunque ese momento no es superado después, la acción nunca decae, y contiene pausas indispensables como para conocer más a Moreno, su pasado reciente y sus conflictos internos entre la civilización y el salvajismo.
Fuga de la Patagonia es una estupenda prueba de que los western argentinos, aun sin alcanzar la genialidad, son garantía de buenos productos.
Viejo Calavera, de Kiro Russo (Bolivia / Quatar, 2016), por M.O.
El cine boliviano no suele figurar como uno de los más preponderantes de la región. Jorge Sanjinés aún figura como el máximo exponente, pero en los últimos años fueron surgiendo películas y directores que, de a poco, se abren camino en el mundo. Viejo Calavera (2016) es un buen ejemplo.
Elder Mamani (Julio Cezar Ticona) trabaja en una mina de Oruro. Es joven, indisciplinado, propenso al alcoholismo, y sabe que está allí por la influencia de Francisco (Narciso Choquecallata), su padrino, luego de que su padre -otrora un respetado empleado del lugar- muriera allí mismo en un accidente. Su enojo contra todos, incluso contra sí mismo, provocan un creciente malestar entre sus compañeros de trabajo, quienes de por sí deben ganarse el pan cumpliendo una labor insalubre.
En su ópera prima, Kiro Russo transporta al espectador a un microcosmos de penumbra, encierro, tensión, locura. Un mundo aparte, lejos de la civilización, donde las condiciones de trabajo llevan a la enfermedad (física y mental), con el desafortunado plus del resentimiento y la bronca por parte de Elder. Russo logra su cometido gracias a un cuidado trabajo de fotografía y diseño sonoro, recurriendo a un montaje más frenético sólo a la hora de recrear la pesadez del trabajo.
Julio Cezar Ticona es quien se destaca en el elenco, componiendo a un personaje atormentado, con momentos explosivos pero sin caer en la sobreactuación. La mina es como un infierno para él (subterránea, oscura, repleta de fantasmas del pasado y del presente), y dependerá de sí mismo no quedarse allí para siempre.
Viejo Calavera es realidad, pero también es pesadilla, además de una estupenda nuestra de que el cine boliviano está cobrando un impulso decisivo.
Los Ganadores, de Néstor Frenkel (Argentina, 2016), por M.O.
Gracias a documentales como Buscando a Reynolds (2004), Construcción de una Ciudad (2007) y El Gran Simulador (2013), Néstor Frenkel genera una especial expectativa con cada uno de sus documentales. El ojo siempre está puesto en individuos fuera de lo común -incluso si son públicos, tal es el caso de René Lavand en EGS-, y Los Ganadores (2016) no es la excepción.
Premiaciones hay en todas partes, para todos los rubros. ¿Quiénes son las personas que acostumbran a recolectar estatuillas, diplomas y otros elementos que significan una caricia para el esfuerzo? (y, no en pocos casos, para el ego). Tomando como punto de partida los premios acumulados por Jorge Mario -cinéfilo y tema central de Amateur (2011), también de Frenkel-, la película se sumerge en hombres y mujeres que, gracias a programas de radio y de televisión (zonales o del interior) y otros emprendimientos, consiguen juntar una buena cantidad de trofeos. Frenkel se detiene en los conductores de un programa de radio dedicado al tango, que comienzan narrando sus logros, para luego emprender ellos mismos la organización de una ceremonia de premiaciones.
Como es habitual, el director mezcla el seguimiento de las actividades de los “ganadores” y entrevistas con cada uno, aun cuando algunos manifiesten su incomodidad. El retrato honesto de estas personas, sus pasiones y sus intenciones, no incluye un juicio de valor, de manera que el espectador es quien debe completar el film con la lectura que haga. Este detalle hará que Los Ganadores genere opiniones dispares, pero eso habla de la riqueza de un film que, por sobre todas las cosas, presenta una especie de subcultura que vale la pena descubrir.