El eterno o efímero paso del tiempo
James Benning, documentalista de la dimensión del tiempo muerto, regresa para retratar otro espacio de ligeras fluctuaciones en planos fijos del California Institute of Art, escuela donde él se desempeña como docente. La serie incluye el exterior, en el que se presenta primero un registro del afuera inmediato casi insonoro e inmutable para luego desplazarse al interior. Una vez adentro se percibe el enorme contraste, porque si en el afuera había una intuición de lo inconmensurable, en el interior del edificio se transmite una atmósfera claustrofóbica. Ni siquiera algunos puntos de fuga permiten escapar del encierro, profundizado por esos cambios imperceptibles de los contornos bien delineados pero sostenidos sin movimientos ni correcciones de cámara. Las fragmentaciones parecen producto de una mera arbitrariedad, no solo por lo formal de las composiciones sino también por los tiempos de inicio y de finalización de esos planos estáticos.
El cine de Benning es demandante, provoca preguntas pero nunca las responde. En la indagación permanente de su obra está el germen de un tiempo que no cesa, que no cambia y que tampoco parece moverse. En su larga carrera, su nombre es un peso suficiente para poder exhibir sus ejercicios en festivales. La otra pregunta que surge luego de transcurridos los 84 minutos es: ¿Sería exhibida esta película en tres funciones presenciales si la hubiera presentado algún director o directora como ópera prima? Estos interrogantes también pueden revolotear la mente mientras se queda uno obnubilado o distraído ante las imágenes tan quietas como pinturas.
© José Tripodero, 2021 | @jtripodero
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